En lugar de informar la prensa internacional especula, pero es significativo que, a diferencia de otras épocas anteriores, ahora sus cavilaciones versen sobre la derrota y no sobre la victoria del Califato Islámico, naturalmente gracias a los bombardeos de la coalición “internacional”.
Tras la derrota, ¿a dónde irán los cabecillas del Califato Islámico? Algunas noticias aseguran que la CIA ya ha intentado evacuar a algunos de ellos hacia un centro de adiestramiento instalado en Tennessee, en pleno corazón de Estados Unidos. Incluso dicen que el operativo de Deir Ezzor a comienzos de este mes, en el que Estados Unidos bombardeó al ejército regular sirio, tenía por objeto abrir un canal de salida para la evacuación de los dirigentes yihadistas.
Los rumores no paran. Algunos medios dicen que, además del ejército sirio, en Deir Ezzor estaba la Spetsnaz, las tropas de élite del ejército ruso, que no resultaron alcanzadas por el ataque de la aviación de Estados Unidos. Parece ser que Deir Ezzor era la ratonera en la que estuvo a punto de ser aniquilada la dirección militar del Califato Islámico, que salvó el pellejo gracias a un oportuno bombardeo de la fuerza aérea de Estados Unidos.
Otros rumores sin confirmar hablan de un repliegue hacia Asia, hacia Afganistán y Pakistán, lo cual no les va resultar nada fácil, dadas sus malas relaciones con los talibanes. Quizá sólo sea el camuflaje de un repliegue hacia otras zonas del mundo, porque para lanzar esta hipótesis han vuelto a hablar del fantasmagórico “Jorasan”, la supuesta sucursal del Califato Islámico en Afganistán que se inventó la CIA hace pocos años.
El caso es que la presencia de las huestes de Abu Bakr Al-Bagdadi en Afganistán es cada vez mayor y recientemente en Pakistán el TTP, movimiento talibano pakistaní, que sigue bajo el mando de Al-Qaeda y Ayman A-Zawahiri, ha calificado de “ilegítimo” al Califato Islámico. Pero si se han visto obligados a salir a su paso es porque el Califato Islámico ya ha llegado hasta allá.
Incluso en mayo ya reivindicaron un atentado contra la comunidad ismaelí y la policía de Karachi ha descubierto una red de mujeres de la alta burguesía pakistaní que financian y promocionan a la organización yihadista. Algunos dirigentes talibanes y el Movimiento Islámico de Uzbekistán se han pasado a las filas de Al-Bagdadi.
En Afganistán se han producido choques armados entre los talibanes y el Califato Islámico, en cuyos campos de entrenamiento hay yihadistas caucásicos y de Asia central.
Pero la mancha de aceite se extiende bastante más allá. En Dacca, la capital de Bangla Desh, el Califato Islámico ya reivindicó en setiembre el asesinato de un cooperante italiano más un residente japonés, aunque uno de los objetivos principales de sus ataques siguen siendo los chiítas, de los que han matado a uno y herido a tres.
También se ha detectado la presencia del Califato Islámico en Malasia, que está en estado de alerta desde que el gobierno de Tailandia descubrió que habían entrado en el país 10 sirios para atacar intereses rusos. En enero la policía de Kuala Lumpur detuvo a 120 simpatizantes yihadistas.
Según el jefe de policía malasio, en primavera detuvieron a 17 personas acusadas de planear sucuestros de personalidades, cometer robos a mano armada, atacar bases militares y comisarías de policía. No dijo que se tratara de una filial del Califato Islámico sino que pretendían crear en Malasia una organización sobre dicho modelo.
A mediados de noviembre detuvieron a 5 personas y comienzos de este mes a otras tantas, entre ellas un profesor europeo. Otro era Indonesio. La policía les acusa de planear un ataque en la Klang Valley, cerca de Kuala Lumpur, en fechas cercanas a la cumbre de la ASEAN, la Asociación de países de Asia del Sudeste.
Pero Indonesia, el país con mayor número de musulmanes, es la perla en la que los yihadistas tienen puestas todas sus esperanzas para el continente asiático. Cuando habla de un “califato ampliado” que vaya más allá de Oriente Medio, Abu Bakr Al-Bagdadi se refiere a Indonesia.
Tampoco cabe olvidar a Filipinas, en donde hasta julio del año pasado el grupo Abu Sayyaf mantenía relaciones con Al-Qaeda. Pero desde entonces ha declarado su fidelidad al califa Abu Bakr Al-Bagdadi. Además hay más grupos armados musulmanes, como Jemaah Islamiya o Ansar al Khilafah, que pueden bascular hacia la línea del Califato Islámico.
Pero tras la agresión saudí, Yemen parece el terreno más propicio para una evacuación del Califato Islámico porque donde se ha desarrollado más rápidamente es junto a sus padrinos saudíes. Como en otros países esa expansión no es otra cosa que un repliegue.