Tras las grandes palabras, llegan las decepciones. Los precios del “hidrógeno verde” son elevados y la demanda es reducida. Los fabricantes revisan a la baja sus ambiciosos planes. Es otro capítulo más de la Agenda 2030 que se tambalea.
El precio del “hidrógeno limpio” es dos o tres veces más caro que el del “sucio” y, cuando se trata de “energías limpias”, decir que “no hay demanda” significa que los compradores no están dispuestos a pagar más por motivos “verdes”.
“Teníamos alrededor de un centenar de proyectos en desarrollo en hidrógeno, en distintas etapas de madurez, y hoy estamos reduciendo nuestra cartera. Mantenemos varias docenas, pero hemos decidido no desarrollar algunas de ellas. El mercado está tardando más de lo que pensábamos en madurar, por lo que intentamos mantener el ritmo”, ha reconocido Valérie Ruiz Domingo, vicepresidenta de Engie, uno de los grandes monopolios energéticos europeos.
El “hidrógeno verde” no va a poder sustituir al gas natural, al menos a corto plazo. La Agencia Internacional de la Energía estima que la producción de hidrógeno “renovable” va a ser muy inferior a lo esperado: menos de una tercera parte.
La revisión a la baja se explica por las dificultades financieras de los proyectos. De los 360 GW previstos en todo el mundo en diferentes etapas de desarrollo, sólo el 3 por cien (12 GW) han obtenido dinero para empezar las obras.
Las siderúrgicas no van a modificar su infraestructura energética para luego pagar el doble o el triple por el hidrógeno. Los ayuntamientos no van a retirar los viejos autobuses para sustituirlos por otros con motor de “hidrógeno verde”. Los ferrocarriles tampoco. En Alemania, la región de Baja Sajonia, que fue la primera del mundo en poner en marcha una línea comercial de trenes de hidrógeno, ya se ha arrepentido del cambio.
Pero no todo son malas noticias para el “hidrógeno limpio”. Se ha descubierto un filón en las plantas de producción de amoniaco cuyos procesos ya se basan en el hidrógeno “sucio”.
El hidrógeno también sigue siendo relevante para el transporte aéreo y marítimo, precisamente en forma de amoniaco o keroseno sintético. A más largo plazo, el “hidrógeno limpio” también podría utilizarse en la red eléctrica para responder a los picos de consumo sin recurrir a los combustibles llamados “fósiles”.