¿Se aleja la revuelta?

Podríamos decir que se ha pasado de la etapa de la Trilateral como bloque hegemónico no homogéneo, a la Pentalateral bloque hegemónico también no homogéneo, lo cual aleja todavía mucho más la perspectiva de un avance revolucionario a nivel mundial
(Cambios en la geopolítica mundial, Josep Cónsola, octubre 2015)

De una punta a la otra del planeta, las élites mundiales productoras y controladoras del mercado, de las superproducciones, de la contaminación, y del deterioro social, se han puesto de acuerdo en la realización de un gran macro-test que sirva de preludio para disponer de los mecanismos de control social ante próximas agresiones en todos los ámbitos de la vida.

Las alabanzas, tanto por parte de supuestos comunistas de pacotilla, como de gobiernos extremadamente despóticos y ultraconservadores, de la manera como la República Popular China ha actual ante una variante de la gripe estacional llamada Cv-19, recluyendo en arresto domiciliario a 11 millones de personas, con control total de sus movimientos, poniendo en práctica las supuestas “virtudes” de la tecnología 5G, tiene que servir, como mínimo para reflexionar qué futuro nos ofrece la nueva configuración Pentalateral del capitalismo mundial (EE.UU. – UE – Japón – China y Rusia).

Así como las “teorías biológicas y antropológicas de la dominación tienden normalmente a afirmar la orden existente, y en su versión extrema, exigir otro todavía más autoritario” (“Subjektlose Herrschaft”, Robert Kurz, Krisis, núm 13, 1993), estamos entrando en esta última etapa caracterizada por un afán desmesurado de control social amparado en las potencialidades tecnológicas de última generación para mantener y asegurar el desarrollo sin freno de la sociedad capitalista productora de mercancías y de plus-valor. Ya no se trata solo de mantener el control social por medio de los “contratos de trabajo” ya sean estos de los llamados “dignos” o “desecho”.

“… De este modo la sociedad se ‘prisioniza’ cada vez más, se convierte en un gigantesco campo de concentración para el control ‘científico’ de la población… El capitalismo monopolista extiende los sistemas ‘duros’ de control social fuera de los muros de las prisiones. Antes el capital solo podía disponer de la fábrica o la prisión para regular el mercado o imponer la disciplina. Fuera de estas esferas, el individuo quedaba fuera del control público, lo cual generó de idea del ‘derecho a la intimidad y a la inviolabilidad del domicilio’… Hoy, normas como la Ley Corcuera (corregida y aumentada por la llamada Ley Mordaza) demuestran que se trata de imponer la disciplina en la calle… El control social se ha convertido en un control total, en fascismo puro y duro” (“Función social de la marginación” Juan Manuel Olarieta Alberdi, 13 abril de 2012). No se puede desconocer que la “Ley mordaza” fue impugnada por el PSOE ante el Tribunal Constitucional cuando era a la oposición, con argumentos bastante coherentes, ahora no solo no ha retirado el recurso, sino que esta es la ley que se está aplicando para sancionar a quién no obedezca el confinamiento actual.

Pero este encarcelamiento, amparado en estos momentos bajo la aparente humanitaria voluntad de preservar la salud, no es otra cosa que la fabricación del consentimiento, “fabricación que implica la manipulación y la formación de la opinión pública. Se establece la conformidad y aceptación en la autoridad y la jerarquía social. Se busca el desempeño de un orden social establecido. La fabricación del consentimiento, es la presentación a la opinión pública, de la principal narrativa de los medios de comunicación, sus mentiras y sus falsedades” (“Fabricando disidencia”, Michel Chossudovsky, Global Research, 26 de septiembre de 2010).

¿Quién en este momento hace de portavoz de la reestructuración económica a nivel global? No son los “hombres de negro” del Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Banco Central Europeo y Organización Mundial del Comercio, sino los “hombres de blanco” de la Organización Mundial de la Salud, organismo financiado por las grandes multinacionales de la industria químico-farmacéutica-militar de varios países. Y ha sido este organismo, que sin estar avalado por estadísticas fiables y constatables en comparación con los efectos de la “influenza” (nombre internacional de la gripe estacional) y otros coronavirus de años anteriores en todo el mundo, ha declarado pandemia mundial, y Huawey y Microsoft han puesto los instrumentos para el control social de la población.

¿Por qué?, ¿Quién financia la OMS y a que se dedica el dinero que recibe? Por un lado hay las llamadas “cuotas”, es decir, la participación de los diferentes países en el presupuesto general. De estas cuotas, que representan un 51% del presupuesto, un 76% se dedican al pago de nóminas del personal contratado. Pero, la otra parte de la financiación es lo que se denomina “Contribuciones Voluntarias Específicas” que solo se pueden dedicar a finalidades específicas acordadas entre los “donantes” y la Secretaría General de la OMS. Así pues, como podemos ver en el cuadro relativo a los principales donantes que por ejemplo EE.UU., siendo el principal contribuyente, la parte correspondiente a la “cuota” representa tan solo un 20% del total de su contribución, que quiere decir, nada más y nada menos que el 80% de la misma se dedica a financiar proyectos decididos no por la OMS sino por el gobierno de EE.UU. y sus corporaciones farmacéuticas. Aun así, los cerca de 600 millones, del ejercicio 2016-2017 donados por la Fundación Bill-Mellina Gates se dedican a las finalidades al servicio de programas específicos diseñados por esta institución. Del mismo modo la contribución de la “Alianza GAVI para la vacunación y la inmunización”, la cuarta en importancia, se dedica a finalidades al servicio de ésta, que curiosamente la mencionada Fundación Gates es la principal contribuyente. Pero la Fundación Gates, es al mismo tiempo accionista y tenedora de “bonus” corporativos de las grandes multinacionales farmacéuticas: Pfizer, Novartis, Gilead Sciencies, Glaxo SmithKline, Abott Laboratories, BASF, Roche, Novo Norisdick ASB y Merck, todas ellas fabricantes de vacunas.

La ofensiva del capitalismo global, en proceso de continua reestructuración, ya sea eliminando competencia, ya sea incrementando la explotación, ya sea destruyendo países enteros para reconstruirlos, dejarlos fuera del sistema global de producción de mercancías o sencillamente apropiarse de sus recursos naturales e intelectuales, tiene en estos momentos una perspectiva a medio plazo de gran cambio del patrón tecnológico, semejante al realizado a principios del siglo XX cuando se cambió la energía basada en el carbón por el petróleo.

Este cambio tecnológico, iniciado ya hace cuarenta años con la introducción de la microelectrónica y robótica dentro de todo el proceso productivo ha roto unas pautas generales que se mantenían constantes desde la introducción de la máquina de vapor y de las primeras máquinas “self-acting”, pautas en que la innovación de procesos comportaba un incremento enorme de la desocupación, pero la innovación de productos hacía necesaria la incorporación de fuerza de trabajo con el cual la ocupación aumentaba. La revolución microelectrónica iniciada junto con la ofensiva llamada neoliberal caracterizada por la victoria electoral de los programas económicos de Margaret Tatcher en Gran Bretaña y de Ronald Reagan en EE. UU., que tuvo como lema “There is no Alternative” supuso un punto de inflexión en el cual la innovación de procesos con un incremento extraordinario de la productividad hizo que la innovación productos, a pesar de ser enorme, no repercutiera en un aumento de la ocupación industrial, pero sí a un incremento exponencial de la tasa de explotación por persona ocupada (tasa de plusvalía).

Ahora, a la microelectrónica y la robótica, se le añadirá la “inteligencia artificial” y los ordenadores cuánticos con lo cual, el proceso de incremento de la productividad se verá ultra-multiplicado. Todo, en un contexto en que existe una constante de sobre-producción mundial global, sin demanda solvente que la pueda absorber plenamente, lo cual requiere de ajustes periódicos de «destrucción», más o menos cruentos.

Esta perspectiva del capitalismo mundial hacia un cambio de patrón tecnológico de sustitución de las energías fósiles ha ido precedido de toda una campaña de intoxicación, iniciada por el que fue vicepresidente de EE. UU. Al Gore, miembro del consejo de administración de Appel Inc., asesor senior de Google y miembro de la empresa de capital-riesgo Kleiner Perkins Caufiels & Byers que ha invertido en más de 200 empresas y gestiona un fondo de 1.200 millones de dólares e invierte en compañías como Amazón o Netscape. Las compañías relacionadas con KPCB están agrupadas dentro de dos grandes ramas: Salud (biotecnología y medicamentos) y Ciencias de la Información (software) (https://www.baquia.com/emprendedores/kpcb-algo-mas-que-un-saco-de-dinero).

Otra vez nos encontramos dentro de un círculo que, tal como apuntaba al inicio de este escrito, el binomio “salud-control” se hace patente dentro de la proyección hacia grandes cambios que el capitalismo mundial está llevando a cabo. No podemos olvidar a los grandes medios de comunicación, todos ellos subordinados a los dictados de las grandes corporaciones multinacionales, así el triste espectáculo llevado a cabo el año pasado mediante una chica sueca, Greta Thunberg, emulando el personaje de ficción “Pipi Calzaslargas” creado por la también la escritora sueca Astrid Lindgren en 1945, haciendo el mismo papel de muchachita traviesa peinada con dos colitas, vestida “informal” y caracterizada como “anarquista”. Habiendo configurado un inteligente producto de marketing fruto de la estrategia de fondo de las grandes corporaciones, dotándola de la aparente candidez para hacerla conectar con la gente joven, y con un discurso de unos «pretendidos tirones de orejas» a gobernantes, para infundirles “reivindicatividad”. ¿O alguien se puede cree que si no dispusiera del aval de sectores estratégicos muy influyentes se le brindarían los auditorios que le han dado altavoz?

Esta puesta en escena del llamado cambio climático, singularizando la culpabilización en el Dióxido de Carbono de todos los males de la humanidad sin el suficiente rigor científico de los efectos acumulativos de los factores concurrentes, en una operación para esconder el efecto mortal sobre las personas de las emisiones de Monóxido de Carbono, Dióxido de Nitrógeno, de los xenón-estrógenos, de los agro-tóxicos, de una farmacología desmesurada que debilita el sistema inmune, y de las emisiones de los depósitos de residuos industriales, todo en el camino de los cambios previstos a medio plazo.

Cualquier cambio de esta magnitud comporta unos peligros debidos a la oposición de una parte de la población el resultado de los cuales es difícil de predecir. Pueden darse situaciones parecidas a las del siglo XIX que desembocaron en la quema y destrucción de maquinaria textil (destacar las destrucciones en Camprodón y Alcoy) que comportaron el redactado de la Real Orden de 24 de junio de 1824 en la que se cita: “… Los tristes resultados que padecieron las fábricas de Alcoy, Segovia y otras, por iguales causas de anteponer los jornaleros su interés y subsistencia a la utilidad pública” y continua ordenando a los ayuntamientos y párrocos a insistir “del bien que trae el uso de las máquinas y de la conveniencia de emplear en caminos y obras públicas de la provincia y otras labores análogas a estos brazos que claman por ocupación, y abrigan, aunque callen, la inquietud y descontento a la par de su miseria mientras no se les proporciona útiles tareas” (J. Patricio Saiz González: Legislación Histórica sobre Propiedad Industrial en España 1759-1929. Real Orden de 24 de Junio de 1824. pág 39. Ed. Miner, 1996).

Reiterándose la paradoja de que las virtudes de los “adelantos” científicos técnicos, que se vuelven a calificar como “de utilidad pública”, son antagónicos con la subsistencia y la miseria de los trabajadores, y donde estas cuestiones se tiene que prescindir por mayor productividad y acumulación del capital.

Este miedo del capital hacia la reacción del proletariado ante escenarios en los cuales se menguan cualquiera de los llamados “derechos humanos” hizo que durante muchísimos años la reacción fuera básicamente la represión brutal, pero a medida que el proletariado empezó a organizarse primero en sindicatos combativos y después en partidos proletarios comunistas, la represión no era suficiente. La apuesta del capital fue la cooptación de los miembros de estos sindicatos y partidos destinando inmensas cantidades de dinero para la destrucción sistemática de las organizaciones obreras como inversión para el futuro. Pero los efectos han tenido como resultado un hecho contradictorio: Por un lado se ha desactivado la militancia proletaria, pero por el otro, la pérdida de credibilidad y la corrupción de los grupos dirigentes de estas organizaciones hace que no sean capaces de “mantener la orden en sus filas” a pesar de las enormes sumas que constantemente se transfieren de los presupuestos estatales a sindicatos y partidos obreros ya sea en forma de subvenciones por las estupideces más inimaginables, ya sea por las subvenciones en función de los resultados electorales y cobro de buenos sueldos de los miembros electos a todos niveles.

¿Quién controlará las reacciones espontáneas, si se da el caso? Los partidos socialistas y comunistas no disponen de “militantes” tan solo se los quedan votantes. Los grandes sindicatos se han convertido en vulgares gestorías.

Qué hacer? El capital tiene que buscar nuevos mecanismos de control social para prever futuras revueltas que, a carencia de organización pueden estallar en cualquier momento, a pesar de que los efectos de las mismas, hoy por hoy, no tendrán un nexo de continuidad, pero sí que pueden abrir los ojos a la necesidad de organizar de nuevo, al nuevo proletariado y al conjunto de trabajadoras y trabajadores derivados de los cambios que se avecinan.

De ahí, las pruebas de control social que se están llevando a cabo por todas partes, hoy concretamente amparadas por los burócratas de la OMS al servicio del gran capital transnacional. Salud y nuevas tecnologías que podrían estar al servicio del proletariado y sectores populares para vivir mejor, para liberarlo de la explotación, en cambio su utilización es para controlarlo, domesticarlo y hacerlo cada vez más dependiente y sumiso a los dictados de la economía de mercado.

Epílogos

“Quizás podemos imaginarnos lo que sucedería si nos desposeen ahora de algo que sabemos que es propio de nuestra condición, por ejemplo el aire (ojo, que esto lo sabemos por el puro y simple vivir, sin ciencias ni científicos que nos lo descubran, como antes, nuestros prehistóricos antepasados, sabían muchas más cosas de la vida que ahora, en cambio, no sabemos). Vamos a imaginarnos, pues, que nos desposeen del aire y lo convierten en una propiedad privada en manos de unas autoridades que lo “parcelan”, lo envasan y nos lo dan a cada cual con una escafandra para que respiremos.

Estaríamos agradecidos que nos dieran lo que necesitamos para vivir, como si fuera un acto de generosidad de la autoridad competente, puesto que nos habrían ocultado la desposesión previa.

En principio, la operación de desposesión se justifica diciendo que es para administrar los recursos y para distribuir el oxígeno adecuadamente. Con el paso de unas generaciones, nadie recuerda que hubo un tiempo en que el aire estaba aquí y se respiraba sin necesidad que nadie lo envasara y lo distribuyera.

El ejemplo no resulta absurdo cuando pensamos que la tierra, que hoy es toda propiedad privada y está parcelada, antaño era como el aire” (Casilda Rodrigáñez, El asalto al Hades, pág.72)

“En el periodo de acumulación originaria, cuando la burguesía emergente descubrió que la “liberación de fuerza de trabajo” –es decir, la expropiación de las tierras comunes del campesinado-, no era suficiente para forzar a los proletarios desposeídos a aceptar el trabajo asalariado. A diferencia de Adán de Milton, quien al ser expulsado del Jardín del Edén, marchó alegremente hacia una vida dedicada al trabajo, los trabajadores y artesanos expropiados no aceptaron trabajar por un salario de forma pacífica. La mayor parte de las veces se convirtieron en mendigos, trotamundos o criminales. Haría falta un largo proceso para producir una fuerza de trabajo disciplinada. Durante los siglos XVI y XVII, el odio hacia el trabajo asalariado era tan intenso que muchos proletarios preferían arriesgarse a acabar en la horca que subordinarse a las nuevas condiciones de trabajo. Esta fue la primera crisis capitalista, mucho más seria que las crisis comerciales que amenazaron los cimientos del sistema capitalista durante la primera fase de su desarrollo. La respuesta de la burguesía fue la multiplicación de las ejecuciones, la construcción de un verdadero régimen de terror” (Silvia Federici. Calibán y la Bruja. pág.101-102).

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