El capitalismo es sinónimo de salarios bajos y alquileres altos, por lo cual los países capitalistas nunca han resuelto la falta de vivienda; a lo máximo han logrado paliarla gracias a los programas públicos de alojamiento y, en la mdida en que los recortes los han devorado, el derecho a la vivienda sale de nuevo al primer plano.
El lunes la Fundación francesa Abbé Pierre (FAP) publicó su barómetro anual de desahucios, que el año pasado alcanzaron la cifra récord de 15.993. Han aumentado un 2,9 por ciento en un año y en diez años 295.000 hombres, mujeres y niños, el equivalente a una ciudad grande, han sido lanzados a la calle a la fuerza.
La Fundación ha advertido que las cifras pueden ser dos o tres veces superiores porque la mayor parte de los inquilinos abandonan su vivienda antes de que llegue la policía.
El 95 por ciento de los desahucios es por impago. Según la Fundación, el año pasado 1,9 millones de hogares tuvieron dificultades para pagar el alquiler y los gastos. “Muchos factores explican el aumento de los desalojos, pero el principal es la creciente precariedad de los hogares”, dijo Marie Rothhahn, una portavoz de la FAP.
El mercado de la vivienda no está regulado y el gobierno ha recortado los presupuestos en dos de los pilares más frágiles de la vivienda: la asistencia personalizada para la vivienda (APL) y la vivienda de bajo costo.
En un país capitalista el derecho a la vivienda es papel mojado; el único derecho que existe es el derecho a la propiedad y a especular con ella. De ahí que en Francia el paisaje de las grandes ciudades sea como en Estados Unidos: las personas tumbadas en las calles encima de los cartones.
Con el cambio de estación, dice la Fundación Abbé Pierre, el invierno se presenta dramático. Es muy posible que dentro de poco el problema no sean las personas que duermen bajo los puentes sino que empiecen a aparecer cadáveres congelados de frío.
No nos extraña que surjan movimientos, como los “chalecos amarillos”, que lleven un año entero prendiendo fuego a lo que encuentran a su paso. Lo extraño es que sean tan comedidos.