En Europa los viejos partidos van desapareciendo, como ha ocurrido en Francia e Italia, en favor de agrupaciones políticas cada vez más difusas desde el punto de vista ideológico.
Alemania se está sumando al carro de Francia e Italia. Los viejos partidos están al borde de su final, incluida la socialdemocracia, mientras los nuevos pueden formar una coalición de lo más variopinta. Será muy inestable, pero la aritmética parlamentaria conduce a esa teletienda.
No se descarta una alianza entre la AfD y la Bündnis Sahra Wagenknecht (BSW), asegura Gregor Gysi, el dirigente que firmó el certificado de defunción del SED y acabó con los últimos restos del partido comunista de la República Democrática Alemana.
Es el carrusel de los tópicos. La política hace extraños amigos de cama. La “extrema izquierda” tiende la mano a la “extrema derecha” porque, aunque en la AfD hay nazis, algunos sólo son “conservadores”. Wagenknecht “prepara una colaboración con la AfD” con una condición: que se muestren un poco más moderados, dice Gysi.
En el partido de Wagenknecht viven de especulaciones de ese tipo, que añaden más confusión a la ensalada. En el partido personalista los afiliados entran y salen como de un circo. Ni siquiera saben si tienen un futuro político, si podrán superar la barrera del 5 por cien en las inminentes elecciones.
Los últimos sondeos dicen que no.