En las guerras cinematográficas se mata más. O en las llevadas a cabo por un resentido como Rambo. Claro que aquí, en el celuloide, las guerras son de mentira. No como en Ucrania donde son de verdad. Pero pocos, son pocas las víctimas.
Rusia mata poco. Si tuviera un mínimo decoro pondría los muertos como en la Segunda Guerra Mundial, o Gran Guerra Patria, como la llamaban los soviéticos. Ahora, que es gran potencia militar, ayuda a otros países, y apenas pone muertos y, lo más grave, tampoco sabe matar, y menos matar mucho.
En Ucrania, lo menos que se exige de un país invasor y agresivo, es que sepa cumplir con su papel y mate mucho, a poder ser niños y civiles. Y no lo hace contraviniendo la norma que exige abusar, arrasar y matar.
Los partes de guerra occidentales hablan de ofensivas y ataques rusos con balances irrisorios: un muerto y tres heridos. ¿Quién va creer que esto es una guerra sería? Hacen falta bombardeos a hospitales, escuelas, fábricas, indiscriminados y despiadados, que impactan más y sobrecoge los espíritus.
Pero apenas hacen eso, no matan bastante. Es por eso que, forzados y con dolor, muchos muertos nuestros los causamos nosotros mismos acusando a los rusos de ser los autores. No queremos frivolizar, pero, la guerra, señores, es algo serio.