Entre los muertos se encuentra uno de los organizadores del ataque a los edificios del gobierno en Grozni, la capital de Chechenia, en diciembre de 2014, según la misma fuente.
La operación tuvo lugar en un bosque de la República de Ingusetia, en el sudoeste del Cáucaso.
El comunicado oficial asegura que la unidad se había incorporado recientemente al Califato Islámico. Todos ellos eran cómplices de un cierto número de delitos de carácter terrorista, en especial asesinatos de policías y extorsión a empresarios para la obtención de fondos.
En abril una nota del Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB, antiguo KGB) ya advirtió de que el Califato Islámico había llegado al Cáucaso norte, donde había captado a varias unidades islamistas que actuaban en esa zona.
«Algunos comandantes del grupo terrorista ‘Emirato del Cáucaso’ han jurado lealtad al Califato Islámico. La amenaza es real», advirtió en Tashkent, capital de Uzbekistán, Serguéi Smirnov, número dos del FSB, al concluir la reunión de la Estructura Regional Antiterrorista de la Organización de Cooperación de Shangai (OCS).
El responsable de los servicios de inteligencia rusos calculó que miles de ciudadanos de los países de la OCS combaten en las filas del Califato Islámico. Smirnov aseguró que al menos 1.700 ciudadanos rusos y otros 300 tayikos se habían integrado en la milicia takfirista.
Los responsables de las políticas antiterroristas de la OCS, integrada por Rusia, China, Kazajistán, Kirguizistán, Uzbekistán y Tayikistán, acordaron impulsar la cooperación de sus servicios secretos para vigilar todos los movimientos de los terroristas en sus respectivos territorios.
«Se trata de hacer labores de vigilancia por parte de los servicios de inteligencia de los países de la OCS, intercambiar información, recopilar datos personales de los terroristas y seguir sus movimientos», explicó Smirnov entonces.