Ha sido algo parecido a lo que les ocurrió a los turcos también frente al ejército estadounidense en Manbi a comienzos de este mes. Parapetados en sus blindados y alzando la bandera de Rusia, los soldados rusos ocuparon los cuarteles de Afrin, en una zona controlada por las milicias kurdas de YPG.
En un comunicado el Ministerio ruso de Defensa aclaró que sus tropas no se establecían en una “base militar”, como había anunciado YPG, y que tampoco tenían intención de “adiestrar” a las milicias kurdas. Habían llegado a Afrin para supervisar el acuerdo de alto del fuego que entró en vigor tras los acuerdos de Astana de diciembre del año pasado, de los que tanto Rusia como Turquía son garantes.
Es posible que esa sea la intención rusa, pero no cabe duda de que también ha marcado muy claramente los límites de las fuerzas turcos en su avance hacia el oeste.
En febrero del año pasado la aviación rusa apoyó el asalto de YPG a la ciudad de Tal Rifaat, cerca del puesto fronterizo de Azaaz, que estaba en poder del ejército turco.
La Operación Escudo del Éufrates ha quedado, pues, bloqueada. Al sur por el ejército regular sirio y al oeste, en la zona de Manbi, por los sirios y los rusos.
El viernes los rusos también le pusieron el bozal a Israel. En el Kremlin le llamaron al embajador israelí para pedirle explicaciones sobre los motivos del ataque que se había producido pocas horas antes en Palmira contra un convoy de “armas sofisticadas” destinadas a Hezbollah.
Las defensas antiaéreas del ejército sirio replicaron al ataque con el lanzamiento de misiles antiaéreos, uno de los cuales fue interceptado por el sistema israelí de defensa Arrow.
El ataque israelí no se explica sólo por su intento de debilitar a Hezbollah, que tras el desenlace de la Guerra de Siria quedará como “enemigo inmediato” sino que hay otros dos motivos. En el primero de ellos Israel coincide con los yihadistas en su intento de llegar a las negociaciones “de paz” de Ginebra con una guerra ecandente, desde posiciones de fuerza o, al menos, de amenaza.
El segundo de ellos es el objetivo estratégico de Israel en este momento, en el que sus dos enemigos, Bashar Al-Assad y Hezbollah, aparecen fundidos como si fueran uno sólo: los altos del Golán.