Armenia ha firmado un acuerdo de paz con Azerbaián, del que Rusia e Irán quedan como garantes. Los armenios han perdido la guerra y los azeríes han ganado. Ya sólo queda esperar que la población armenia de Alto Karabaj, que ellos llaman Artsaj, no sufra represalias, ni un éxodo masivo.
Rusia ya tenía una base militar en Armenia y ahora su presencia militar se extiende al territorio azerí. Al menos doce aviones de transporte militar Il-76 trasladaron soldados de la 15 Brigada de Mantenimiento de la Paz, según informó ayer el Ministerio ruso de Defensa.
“La aeronave de transporte militar entregó más de 200 efectivos militares, así como vehículos blindados de transporte de tropas, vehículos blindados y equipo de comunicaciones”, decía el comunicado oficial.
La dotación total del contingente ruso de mantenimiento de la paz que se desplegará en la región será de 1.960 soldados, 90 vehículos blindados de transporte de tropas, 380 unidades de automóviles y equipo especial.
Para supervisar el cumplimiento del acuerdo, Rusia establecerá puestos de observación a lo largo de la línea de contacto en Alto Karabaj y a lo largo del corredor de Lachin. El mando de las fuerzas rusas se desplegará en la zona de Stepanakert, la ciudad más importante de Alto Karabaj.
Los guardias fronterizos rusos controlarán el corredor de transporte entre Azerbaián y su República Autónoma de Nakhichevan a través del sur de Armenia, según el acuerdo.
Con la rendición armenia de los distritos azeríes y la captura de Shusha, Bakú ha logrado la mayor parte de sus objetivos militares y políticos. Si en los noventa la guerra la ganaron los armenios, ahora las tornas se han vuelto en su contra.
Hace 30 años Azerbayán era un proyecto de Estado; ahora es una realidad y, además, ha contado con el apoyo militar de Turquía. Por el contrario, Alto Karabaj no ha contado con el apoyo de Armenia, que ha sido pura retórica.
Al actual gobierno de Ereván no le interesa el territorio. Incluso en los días más crudos de la guerra, Armenia no ha reconocido a la República de Artsaj como un Estado independiente, ni como parte de Armenia. Tampoco ha enviado tropas para hacer frente a la guerra desatada por Azerbaián.
La suerte estaba echada. La derrota no es de armenia, sino de los armenios que habitan en Karabaj que, ni no huyen de sus tierras, han quedado obligados a convivir con los azeríes.
Desde 1993 la ONU ha dictado cuatro resoluciones reconociendo que Alto Karabaj es una parte del territorio de Azerbaián.
Cuando en 1923 se constituyó la URSS, la región fue adscrita a Azerbaián, una entidad que siempre tuvo su foco en Bakú y en los pozos de petróleo, codiciados por el imperialismo británico. Desde el punto de vista político, Azerbaián es una creación soviética; desde el punto de vista económico, es un país como Barein: poco más que un surtidor gasolina.
A diferencia de los armenios, de religión cristiana, los azeríes son chiítas y de origen turcomano. Desde el desmantelamiento de la URSS, los vínculos de Bakú se han inclinado por Turquía más que por Irán, a pesar de que los azeríes son la minoría nacional más importante de Irán y dominan la frontera entre ambos países.
En el avispero caucásico, tanto Armenia como Azerbaián han querido jugar todas las cartas que tenían en la mano. Tan pronto viajan a Washington como a Moscú. Quieren entrar en la OTAN, pero aceptan bases militares rusas. Los azeríes cortejan a Turquía, olvidando sus lazos religiosos religiosos con Irán. Los armenios también olvidan su religión para mantener lazos muy estrechos con la República Islámica de Irán.
Ahora bien, en los últimos años el equilibro de fuerzas en el Cáucaso, lo mismo que en Oriente Medio, se caracteriza por una retirada en toda línea de las potencias occidentales y la emergencia de otras, como Rusia, Irán y Turquía, que ha sido evidente en la guerra de Alto Karabj. Cuando comenzó la guerra, Armenia recurrió a los países del Tratado de Shanghai, o sea a Rusia, para frenar la agresión azerí.
Si la paz ha sido posible es porque ni a Rusia, ni a Irán, ni incluso a Turquía les interesa un choque que, como todos los del Cáucaso, es incontrolable. En medio de la guerra, el gobierno armenio amenazó con volar el oleducto Bakú-Tbilisi-Ceyhan y los pozos de petróleo del Mar Caspio.