Decíamos ayer que el yihadismo es el arma secreta de Estados Unidos (y por extensión de Israel) para cambiar la correlación de fuerzas que se ha impuesto en Oriente Medio. Queda añadir que ese arma apunta hacia Irán y que, además de los yihadistas, hay otro tipo de movimientos que la CIA empieza a movilizar.
En ese contexto se suceden una serie de acontecimientos encadenados. A principios de este mes el peor atentado terrorista de la historia de Irán mata a cien personas. El Califato Islámico reivindica la matanza. El miércoles Irán ataca con misiles y drones a tres países (Siria, Irak y Pakistán) durante un período de 24 horas e inmediatamente reivindica la autoría del lanzamiento.
No estamos acostumbrados a este tipo de acciones “en abierto”.
La correlación de fuerzas en Oriente Medio ha cambiado por el acercamiento iraní-saudí mediado por China y la integración de Irán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Egipto en el bloque Brics.
Como la balanza se ha inclinado, a Irán no le interesa ninguna guerra regional, ni tampoco a Hezbollah, por más que los intoxicadores aludan a una escalada en la guerra de Oriente Medio, que siempre empieza y acaba en Irán. Detrás de Hamas está Irán, detrás de los huthíes está Irán, detrás de Hezbollah está Irán, detrás de Hashd Al Shabbi está Irán…
Sin embargo, desde el 7 de octubre el gobierno de Teherán no ha podido mostrar más cautela. Su apoyo a Palestina es retórico. Entonces el problema pasa a depender de Estados Unidos: si Irán no va a la guerra por su propio pie, ¿cómo llevarle a la guerra?, ¿a qué tipo de guerra?
Estados Unidos no puede atacar directamente a Irán con la esperanza de obtener un resultado positivo. Tiene que recurrir a una “guerra indirecta” o, como se dice ahora, a intermediarios. Se extendería a los países vecinos (Irak, Pakistán) para flanquear a Teherán por el este y el oeste con “Estados fallidos” que sean fáciles de manipular.
Otra ventaja de una guerra así es que la propaganda imperialista resulta más asimilable. Casi parecería una “guerra interna” propia de un país, como Irán, que se hunde en sus propias contradicciones y en conflictos insolubles con sus vecinos (Irak y Pakistán).
Estados Unidos necesita concentrarse en el Pacífico y también eso lo tiene muy difícil sin controlar Oriente Medio, y no sólo por el petróleo, como se ve en el Mar Rojo. La desestabilización al estilo de Libia forma parte esencial de ese control.
Además del Califato Islámico, Estados Unidos ha activado a sus peones en la región, que son variados, como se vio durante la desestabilización en las calles de Teherán en el otoño, que los medios de intoxicación presentaron bajo la cortina de humo del velo islámico. Pero en Irán hay además otro tipo de organizaciones más aptas que las ONG para dar un salto adelante en le desestabilización de Irán, como los independentistas de Beluchistán, los kurdos o el MEK (Muyahidin-e-Khalq).
“Irán juega con fuego en Beluchistán”, escribía la revista Foreign Policy hace un año, aludiendo a “tensiones sectarias” entre chiítas y sunitas (1). Un año después se produce un ataque de Irán contra las organizaciones independentistas beluchis que operan al otro lado de la frontera.
En diciembre el jefe de Estado Mayor del ejército pakistaní, el general Asim Munir, viajó a Washington, donde permaneció una semana (2). Antes de asumir la dirección del ejército en 2022, Munir dirigió los servicios de inteligencia. Es el primer oficial del ejército de Pakistán que no procede del mismo ejército.
Tras la visita, Pakistán publicó un comunicado oficial destacando que ambas partes discutieron los conflictos en curso en la región y acordaron “aumentar las interacciones” para compromisos “mutuamente beneficiosos”. El comunicado añadía que “la cooperación antiterrorista y la colaboración en defensa fueron identificadas como áreas clave”.
Obviamente los ataques del miércoles no estuvieron dirigidos contra Siria, Irak o Pakistán, como dicen los intoxicadores, sino contra las bases en las que el Pentágono adiestra militarmente a las organizaciones armadas que se oponen al gobierno de Teherán.
Rusia es el guardaespaldas de Irán
En previsión de la guerra, Irán ha estado presionando a Rusia para firmar una alianza estratégica. Pero si los iraníes son reticientes a comprometerse hasta el final en el avispero regional, a Rusia le ocurre lo mismo.
En diciembre, mientras el general Munir viaba a Washington, el Presidente iraní, Ebrahim Raissi, se fue a Moscú. Esta misma semana el Ministerio de Defensa ruso ha informado que, finalmente, Rusia ha aceptado firmar la alianza con Irán.
“Ambas partes enfatizaron su compromiso con los principios fundamentales de las relaciones ruso-iraníes, incluido el respeto incondicional de la soberanía y la integridad territorial de cada uno, que será confirmado en el importante tratado intergubernamental entre Rusia e Irán, mientras que este documento ya se está ultimando”.
El compromiso de Rusia con la soberanía y la integridad territorial de Irán forma parte de la alianza. Ambas partes destacan la importancia de las cuestiones relacionadas con la seguridad regional.
El miércoles María Zajarova dijo que el nuevo tratado consolidaría la asociación estratégica entre Rusia e Irán y cubriría todos sus vínculos. “Desde la firma del actual tratado, el contexto internacional ha cambiado y las relaciones entre los dos países están experimentando un crecimiento sin precedentes”, señaló Zajarova.
Por otra parte, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, añadió que estaban pendientes de determinar una fecha para una reunión entre Putin y Raisi que sellaría formalmente la alianza estratégica.
(1) https://foreignpolicy.com/2023/01/30/iran-protests-baluchistan-sunni-shiite-sectarian-tensions/
(2) https://foreignpolicy.com/2023/12/13/pakistan-army-chief-visit-washington-asim-munir/