Quién va a pagar el precio del ‘covid’ y cómo se lo van a hacer pagar

El misticismo medieval pobló las cabezas de millones de personas con relatos de vírgenes, santos y milagros, mientras el misticismo contemporáneo es económico, e incluso estadístico, lleno de cifras, números y porcentajes. Hoy los milagros son económicos.

Pero en esencia ambos son iguales, fábulas que se resumen en clichés, como el de “la salud está por encima de la economía”. Los que opinan así deberían preguntarse por qué los trabajadores acuden puntualmente a su puesto de trabajo con fiebres, dolores y lesiones.

Otra de las fábulas que quedará para siempre en la mística moderna es “la crisis del covid”, una consigna en la que el famoso “covid” dejará de tener un significado sanitario y empezará a tenerlo económico, porque no hay manera de que la humanidad se libere de los grilletes de la economía: “Te ganarás del pan con el sudor de tu frente”.

Pronto las facultades de economía empezarán a enseñar a los alumnos que “la crisis es consecuecia del covid” porque lo más ilógico es darle una vuelta de 180 grados al asunto, poniendo el efecto como causa (y al revés).

Si, como decía Marx, hay capitales ficticios, también hay mercancías ficticias, como el “covid”, que tienen su precio (“coste” lo llaman) y que deben pagar los trabajadores, naturalmente, pero también los capitalistas.

La diferencia es que los capitalistas siempre, tarde o temprano, recuperan dicho precio a costa de los trabajadores, por lo que éstos siempre pagan en última instancia todos los gastos.

Lo mismo ocurre a escala internacional. Unos países pretenden resarcirse del “covid” a costa de otros y para eso los “expertos sanitarios” deben dejar su sitio a los “expertos económicos”.

“Las perspectivas [económicas] para los países de bajos ingresos se han oscurecido considerablemente”, dijo el martes Gita Gopinath, economista jefe del Fondo Monetario Internacional en una rueda de prensa donde habló de vacunas y del PIB mundial con la misma desenvoltura.

Lo que Gopinath quería reconocer es que el precio de la pandemia lo van a pagar “los países de bajos ingresos”, es decir, justamente aquellos que no tienen dinero para pagar. Ese tipo de países se convertirán en un fardo que frenará el crecimiento mundial.

El capitalismo podría crecer más y más rapidamente, pero en todas partes la miseria y los miserables lo impiden. Por eso los “expertos” como Gopinath tienen que rebajar las expectativas. La reducción a la baja es “marginal”, dijo Gopinath, “pero oculta revisiones significativas para algunos países”.

La economista también se refirió a la “interrupción de la cadena de suministros”, es decir, al cierre de puertas en el mercado mundial con el mismo pretexto de siempre, la pandemia. Las puertas se cerraron y aún no se han abierto, o al menos siguen entornadas. Es otra de las causas de la reducción de las expectativas que los capitalistas tenían sobre la llegada de la “nueva normalidad”.

El banco Goldman Sachs reduce las previsiones de crecimiento para Estados Unidos del 5,6 al 4 por ciento para el año que viene.

Alemania reduce sus propias previsiones de crecimiento a 2,4 para este año a causa de la “interrupción de la cadena de suministros”.

El Banco Central Europeo prepara un programa de urgencia (otro más) para rescatar a Italia de la quiebra. El dinero de la pandemia ya se ha acabado y hace falta más.

Junto con Grecia, España es el país donde más ha crecido la deuda, tanto pública como privada, desde la pandemia. La deuda pública ha pasado de representar un 95 por ciento del PIB en 2019 a un 125 por ciento este año.

En el mundo la deuda triplica el PIB en un momento en el que los tipos de interés comienzan a subir.

Es posible que se acuerden de aquellos tiempos en los que, por imposición de Bruselas, se llegó a cambiar la Constitución para impedir un déficit por encima del 3 por ciento del PIB. Pues sepan que el año pasado todos los países de la Unión Europea tuvieron déficits superiores, excepto Dinamarca.

Sabemos quiénes van a pagar el precio del “covid”, los trabajadores y jubilados, y estamos casi convencidos de cómo se lo van a hacer pagar: reducciones salariales, horas extras, precariedad, recortes, privatizaciones, precariedad… Lo mismo de siempre pero a lo bestia.

comentario

  1. Después de la crisis de superproducción capitalista del 2008, el plustrabajo, había aumentado considerablemente, desde luego en hostelería y construcción ( cualquier currante lo sabe ). Todo ello, unido a la intensificación del trabajo y a la gran cantidad de mano de obra sobrante, llevó a la implantación del PUESTO DE TRABAJO ROTATIVO: trabajo intenso, 11-12 horas al día, no hay cuerpo que lo aguante, más allá de dos o tres meses, por eso lo que rota es el obrero ( mercancía sobrante ). El capitalista se enfrenta al obrero de dos maneras: particular y general, como particular, tiene una relación contractual determinada y de manera general como clase en general, tiene que buscar los medios de subsistencia parasitaria del obrero inactivo; por dicha contradicción, como capitalista particular, el capitalista particular intentará cargarle a la clase capitalista en general y su estado, el coste de la subsistencia del obrero inactivo. Los periodos de paro forzoso, están sirviendo de reposo y restitución de las fuerzas para volver a repetir el proceso.
    Por eso nos están echando a la puta calle cada dos, tres meses, podéis estar tranquilos, no os ralléis pensando que fue por aquel comentario o por aquel plante, de ser sumisos, nos echan exactamente igual.

    Por este motivo, el capital está teniendo menos margen para salir de la crisis de superproducción capitalista del 2020 ( que estalló en verano del 2019 ) a través del aumento del plustrabajo, pues poca bola hay ya que rascar. Ante la imposibilidad de buscar una salida militar a la crisis para compensar la baja tendencial de la tasa de ganancia por parte de EEUU y satélites, estamos presenciando, en mi opinión, los siguientes fenómenos:

    1-La precariedad laboral va tocando cada vez más a clases sociales que todavía gozaban de condiciones de trabajo buenas y que se pensaban a salvo ( funcionarios, obreros acomodados, etc ) donde sí hay aún algo que rascar. El otro día vi un vídeo de un bombero francés apartado del servicio alucinado porque no se respetaba el derecho al trabajo. Bien está que muchos se den cuenta ahora y que pierda sustentación el estado burgués ( francés ), pero antes no percibían que no hubiese derecho al trabajo, cuando nos echaban un mes sí otro también a nosotros, a los proletarios, porque…»no existía comunidad de intereses», parafraseando a Dostoyevski.

    Un ejemplo muy bueno lo vemos en los nuevos horarios de la oficina de gran empresa ( tipo Acciona, Telefónica, BBVA, etc ): cuatro días de trabajo en la oficina, pues tras el experimento del teletrabajo se deben haber dado cuenta los capitalistas, o más bien sus gestores, de que al eliminar la «cooperación en el trabajo», empleando términos marxistas, disminuye el rendimiento del trabajo en picado; no obstante, queda claro que pagarán cuatro o cinco, desentendiéndose de los otros dos ( o tres ) que el empleado trabajará en su casa, asumiendo costes ( luz, dispositivos, teléfono ) de su bolsillo.En ENDESA, consiguieron quitar el comedor ( daban unas 1200 comidas ), por motivos » sanitarios «: que la peña se lleve un bocata o una tartera con macarrones para contrarestar la baja tendencial de la tasa de ganancia.

    2-Se ha reducido el coste medio de la subsistencia, al cambiar los hábitos de vida ( viajes, vacaciones, hostelería, etc ) para compensar la pérdida de capital, e, incluso, la velocidad de circulación del dinero, en mi opinión, para tratar de frenar su pérdida de valor.El pase sanitario, en mi opinión, está más enfocado a reducir el consumo y modificar los hábitos de consumo, que otra cosa. Por eso se cabrean personas que antes sí tenían acceso a ese consumo, ( pequeña burguesía, obreros acomodados ) y piensan que ahora hay una pérdida de derechos. Pérdida de derechos y discriminación ya la había antes, cuando los proletarios no podíamos entrar a consumir en un restaurante, viajar, etc sino muy de vez en cuando. El cambio no ha sido cualitativo, sino cuantitativo, pero nuevamente, bien está que se den cuenta y que pierda sustentación el estado burgués.
    El otro día aparecía una señora israelí en la TV que, estupefacta, decía que su país «se había convertido en un estado fascista». Está muy bien que se de cuenta de lo que es el estado bajo el que vive, pero fascista ya era cuando ella se tomaba un helado en la playa mientras otros vivían apiñados en ghettos y los fostiaban si movían un dedo.

    3-Evidentemente, el capital está intentando deshacerse de los ancianos, mediante un gerontocidio descarado, y también de la generación que ahora está entre los 50-65, una generación que nos considera a quienes venimos detrás como a jilipollas en muchos casos, porque ellos no comprenden que las condiciones que hemos vivido son muy diferentes a las que vivieron ellos en muchos aspectos ( laboral, vivienda ), por eso hemos tenido que escuchar tantas jilipolladas del tipo: «no valoráis el trabajo», «si no habéis sabido negociar vuestras condiciones de trabajo es vuestro problema» etc.
    A esta generación, que también se creía al margen, es a la que va dirigida la «vacunación» y la «doblegarán» con tantos pinchazos como sea necesario. De ahí tanto empeño en pinchar a la población.

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