Polonia construye 400 kilómetros de líneas fortificadas en su frontera con Rusia

Todos van a una guerra con el recuerdo de la anterior. Los ejércitos se preparan para las batallas que han ensayado, una y otra vez, repitiendo los mismos movimientos que han estudiado en las academias.

La Segunda Guerra Mundial fue una guerra de movimientos, la “Blitzkrieg”, una guerra relámpago basada en la velocidad de desplazamiento los tanques.

En 1967 ocurrió lo mismo con la ”Guerra de los Seis Días” que desató Israel, un ejército especializado en “guerras relámpago”, contra los

Sin embargo, en Ucrania no hay nada de eso. Como ya hemos expuesto, no hay grandes concentraciones de tropas y equipamientos. Tampoco hay grandes avances en las líneas del frente. Los misiles antitanques, los drones y la vigilancia por satélite hacen que la guerra móvil sea casi imposible.

Todo va mucho más despacio. Es una guerra de desgaste, una guerra industrial.

Los tanques, que en el siglo pasado fueron reyes del campo de batalla, se han convertido en grandes paquidermos, tan caros como vulnerables a los drones que cuestan unos pocos miles de dólares.

Vuelven las trincheras, las líneas de defensa, los campos de minas, los muros y las fortificaciones.

Los altavoces de la OTAN se sorprendieron al principio de la guerra: Rusia había intentado tomar Kiev en una operación relámpago y fracasó.

“La construcción del Escudo Oriental ha comenzado”, escribe el Primer Ministro de Polonia, Donald Tusk. El ejército ha comenzado a cavar trincheras en su frontera con Rusia y planea construir 400 kilómetros de fortificaciones.

El Escudo Oriental se levantará a lo largo de la frontera entre Polonia y el enclave ruso de Kaliningrado, al norte del territorio polaco, y en la frontera con Bielorrusia. Los trabajos se prolongarán hasta 2028.

El gobierno polaco excavará 800 kilómetros de zanjas para reforzar la vigilancia antidrones, equipará las zanjas con campos minados, vallas antitanques, sistemas de telecomunicaciones e instalará videovigilancia.

En mayo Tusk publicó el presupuesto: 2.350 millones de euros para un nuevo “cinturón de hierro” que, como el de Bilbao en 1936, no sirvió para nada.

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