Los viejos gigantes armamentísticos de siempre (Lockheed Martin, Raytheon, Northrop Grumman, General Dynamics, L3Harris, Boeing), forman parte del pasado. Ha llegado el relevo, las grandes empresas tecnológicas, como Google, Microsoft, Amazon, SpaceX…
Las nuevas empresas ya participan en los contratos de armas del Pentágono, lo que explica el auge de dichas empresas en bolsa. Para tomar al relevo de las viejas industrias que fabricaron los portaviones, los bombarderos o los tanques de las guerras pasadas es imprescindible ampliar el capital.
Las empresas tecnológicas con intereses en el sector armamentístico están tratando de acaparar la mayor parte del astronómico presupuesto de defensa del gobierno estadounidense, que ya está cerca del billón de dólares.
El siguiente paso es la monopolización. Actualmente Palantir y Anduril, dos de las mayores empresas de tecnología de defensa, negociacian con una docena de sus competidores para formar un holding capaz de responder al unísono a las licitaciones del gobierno estadounidense, lo que les permitiría romper el oligopolio de los antiguos postores (*).
Entre las empresas presentes en las negociaciones están SpaceX, de Elon Musk, OpenAI, el creador de ChatGPT, Saronic, el fabricante de barcos autónomos y Scale AI, el especialista en bases de datos para la inteligencia artificial. “Estamos trabajando juntos para crear una nueva generación de empresas de defensa”, concluyó uno de los implicados en el desarrollo del holding.
El desastroso caza F35, del que ya hemos hablado en numerosas entradas anteriores, es una muestra de la vieja industria de guerra con la que quieren acabar los recién llegados al mercado, como Elon Musk. “Sólo los idiotas están construyendo la versión tripulada del avión de combate F35”, asegura.
La relación precio-rendimiento de estos gigantescos aparatos de guerra es ruinosa. Por el contrario, el papel del holding de Silicon Valley es proporcionar al Pentágono armas menos costosos y más eficaces. Para una guerra permanente hacen falta empresas más eficaces, capaces de abaratar el precio de las armas.
Eso explica que en las últimas semanas el precio de las acciones de Palantir, la empresa de análisis de datos, se haya disparado y que empresas emergentes de tecnología de defensa hayan conseguido financiación récord este año. Los especuladores apuestan a que estarán entre los ganadores porque Trump tiene dos prioridades: por un lado, reducir significativamente el gasto gubernamental, y por el otro, gastar más dinero en la guerra y en la investigación espacial.
Ahora Palantir cotiza en Wall Street más alto que Lockheed Martin. La empresa fue cofundada por Peter Thiel, quien inicialmente financió a Anduril, una empresa especializada en sistemas autónomos, inteligencia artificial y tecnologías de defensa avanzadas. Anduril dio sus primeros pasos en 2017 y ahora está valorada en 14.000 millones de dólares. SpaceX y OpenAI, con valoraciones de 350.000 millones de dólares y 157.000 millones de dólares no juegan en la misma liga. SpaceX y Palantir llevan años fagocitando grandes contratos militares, y muchos otros están tratando de seguir sus pasos, especialmente aquellos que en el futuro quieran tener enchufe entre los jefes del Pentágono.
Musk y Thiel quieren que sus empresas tengan éxito juntas. Se encuentran entre aquellos que creen desde hace tiempo que la adquisición de equipos de defensa en Estados Unidos es lenta, costosa y está muy alejada de los mercados competitivos porque las licitaciones no son más un compadreo entre amiguetes, militares y grupos de presión de las viejas empresas armamentistas.
El obsoleto complejo militar industrial ha fabricado barcos, tanques y aviones a costos muy elevados pero, sobre todo, ha recolocado a las viejas momias del ejército en las empresas privadas y les ha garantizado una jubilación de alto nivel para el resto de sus vidas.
(*) https://www.ft.com/content/6cfdfe2b-6872-4963-bde8-dc6c43be5093