El lunes los medios de comunicación revelan que Washington tiene un acuerdo secreto con los kurdos de Afrin, en el norte de Siria, para entregarles misiles antiaéreos.
El mismo día Turquía anuncia el despliegue de 40 blindados en la frontera siria para atacar a los kurdos en Afrin.
Los militares rusos se retiran de Afrin.
Turquía mantiene al gobierno de Damasco al corriente de sus planes de ataque.
Los turcos declaran que Washington quiere dividir Siria con el fin de repetir la experiencia de Irak y crear un protectorado en el norte de Siria, lo que consideran como una amenaza para la integridad territorial de Turquía.
Comienza la Operación Rama de Olivo: durante tres días la aviación turca, el ejército y sus milicias bombardean las posiciones kurdas en Afrin.
Erdogan amenaza con una operación por tierra y con capturar la ciudad de Manbij, en la orilla occidental del río Éufrates.
Siria advierte que los ataques turcos en Afrin son un acto de agresión contra su país y que su defensa antiaérea derribará a los cazas turcos si sobrevuelan Afrin.
Es absolutamente inverosímil que el ejército turco, además de enfrentarse a Estados Unidos, se decida a invadir Siria por tierra sin el aval de Moscú, a donde acuden el jueves los máximos dirigentes del ejército y de la inteligencia militar turcas.
En menos de una semana el ataque turco tiene éxito sin necesidad de enfrentarse a los padrinos de Washington. A Erdogan le ha bastado amagar con sus ahijados kurdos. El Pentágono renuncia a su plan para crear una guardia fronteriza kurda en el norte de Siria.
Siria ni siquiera ha necesitado mover un dedo.
Pero Estados Unidos no arroja la toalla. El miércoles en un discurso en el Instituto Hoover, el secretario de Estado Rex Tillerson deja las cosas muy claras y ya no necesita recurrir al gastado argumento del Califato Islámico, que cada vez huele más a viejuno.
Los yihadistas han sido un recurso coyuntural. A quien realmente combate Estados Unidos en Siria es a Irán, para lo cual Tillerson consolida otra nueva entelequia, el “arco chiíta” Irán/Irak/Siria/Hezbollah al que también podría haber añadido Yemen.
Dentro de poco tendremos “arco chiíta” hasta en la sopa. Otra guerra religiosa, aunque ni los alauitas de Siria ni los huthíes de Yemen tienen nada que ver con el chiísmo.
En la medida que este nuevo enemigo es estratégico, las tropas de Estados Unidos no se pueden a marchar del norte de Siria por las buenas, dice Tillerson.
A partir de ahora la presencia militar de tropas de Estados Unidos en Siria ya no será encubierta sino descarada.
La única mentira que cuenta Tillerson es que en Rojava no hay 2.000 sino un poco más del doble: 5.000 soldados del Pentágono.
En Vietnam los tuvieron que echar por la borda (a costa de cinco millones de muertos).
¿Cuántos cadáveres necesita Trump para ordenar la retirada de Siria?