En todas las ciudades del mundo, un número cada vez mayor de trabajadores no pueden comprar vivienda, tampoco puede alquilarla, ni hay viviendas sociales, mientras la especulación marcha viento en popa.
Berlín es un ejemplo, como otro cualquiera. El 85 por cien de los berlineses habita en viviendas de alquiler. La diferencia es que en 2021 se celebró un referéndum para expropiar todo el parque de viviendas de las empresas propietarias que tuvieran al menos 3.000 unidades de alquiler dentro de la ciudad. El referéndum fue convocado por el Ayuntamiento de la capital, dominado por la socialdemocracia, porque nunca creyó que el resultado pudiera resultar favorable a la expropiación.
El referéndum fue favorable a la expropiación. Algo más del 59 por cien de la población votó a favor de expropiar un parque de unas 200.000 viviendas. El Ayuntamiento tuvo que inventar una estratagema para eludir el resultado del referéndum: formar un “comité de expertos” encargados de examinar la viabilidad real de la expropiación.
Era una manera de ganar tiempo y enfriar el compromiso. A mediados de diciembre los “expertos” presentaron su informe, concluyendo que la expropiación era factible.
El Ayuntamiento había perdido el tiempo y el informe llegaba en el peor momento, ya que a mediados de febrero hay nuevas elecciones municipales y la vivienda será un elemento importante de la campaña de los partidos, que no están por la labor. En un país “democrático” como Alemania todos piensan en la mejor manera de pasar por encima del resultado de un referéndum.
Incluso Die Linke, los “progres” alemanes, se inclina por buscar soluciones menos “radicales”, como un aumento de las ayudas a la vivienda, para seguir poniendo parches a un problema acuciante sin solucionarlo nunca.
La solución al problema de la vivienda, en Berlín y en cualquier otra gran metrópoli, pasa por tres ejes: la ocupación, la expropiación y la construcción de viviendas públicas asequibles.
En cualquier otro caso, dentro de 50 años los precios de las viviendas seguirán subiendo porque ocurre lo mismo que en todos los mercados capitalistas: hay superproducción. La oferta privada de viviendas aumenta, pero los salarios de los trabajadores no son suficientes para pagarlas, lo que da lugar a otra paradoja característica del capitalismo: cada vez se construyen más viviendas, pero van a parar a manos de especuladores y quedan vacías.
La superproducción no impide que los precios sigan aumentando porque las presiones inflacionarias son más fuertes. El problema de la vivienda, pues, será cada vez más acuciante.