El viernes Borrell dijo que Occidente debe seguir enviando armas a Kiev porque Rusia está acostumbrada a ganar guerras muy largas. “Rusia es un gran país, una gran nación que está acostumbrada a luchar hasta el final, casi perder y volver a levantarse”, dijo Borrell en un discurso en Madrid, citando como ejemplos históricos la invasión de 1812 por Napoleón y la de 1941 por Hitler.
“Sería absurdo pensar que Rusia ha perdido la guerra o que su ejército es incompetente”, añadió Borrell. Es cierto que Moscú va perdiendo la guerra, “pero sigue teniendo una enorme fuerza y capacidad para seguir combatiendo”.
“Por eso ha llegado el momento de seguir armando a Ucrania con el equipo militar y los medios necesarios para librar el tipo de guerra que necesita librar”, concluyó.
Según Borrell, la guerra no es sólo “defensiva”, sino que le permite a Ucrania “tomar la iniciativa y romper los frentes e impedir que Rusia lance otra ofensiva muy poderosa y sangrienta dentro de unos meses”.
Para Borrell la victoria en la guerra es sólo cuestión de armamento. Bastarían unos cuantos tanques Leopards, Challengers o Abrams para llegar a Moscú y convertir a Rusia en un nuevo reino de Taifas, como los Balcanes.
En cierta manera Borrell está de acuerdo con Putin. En Rusia casi todos los medios hablan de la misma manera: Occidente se pone de acuerdo para invadir la “Madre Patria” por tercera vez. Las dos anteriores se llamaron “Guerra Patriótica” y “Gran Guerra Patriótica”, respectivamente. Lo que en la memoria occidental son guerras “mundiales”, en Rusia son guerras “nacionales”. Muchos siguen sin comprender la diferencia, que es abismal.
Lo mismo ocurre con otra expresión en boca de todos: la Tercera Guerra Mundial. El primer ministro polaco Mateusz Morawiecki ha advertido de que la derrota del ejército ucraniano en la batalla de Soledar allana el camino para una victoria rusa no sólo en el Donbas, sino en toda Ucrania. Según él, es el preludio de la “Tercera Guerra Mundial”.
Dmitry Medvedev, que actualmente ocupa el cargo de vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, dice lo mismo, pero al revés: lo que desataría una nueva guerra mundial no sería una victoria rusa sino una derrota: “Los imbéciles que piden una derrota rusa en Ucrania no parecen darse cuenta de que tal resultado podría conducir a una escalada nuclear”, dijo Medvedev.
Es la pescadilla que se muerde la cola: Occidente no puede permitir que gane Rusia y Rusia no puede permitir que gane Occidente. Ambas partes están de acuerdo en que cualquier de las dos posibilidades supone que estallará una nueva guerra mundial, nuclear.
Medvedev lanzó la advertencia antes de la cumbre en la base aérea de Ramstein, en Alemania. “La derrota de una potencia nuclear en una guerra convencional puede desencadenar el inicio de una guerra nuclear. Las potencias nucleares nunca han perdido un conflicto importante del que dependiera su destino”, afirmó Medvedev.
Pero que listo es Borrell, el del «jardín » y la «jungla», hasta sabe que Rusia ganó a los invasores en 1812 y 1941.