Erdogan ha puesto a Estados Unidos contra la espada y la pared y la opción que han tomado en Washington no deja lugar a dudas: prefieren a los kurdos, aún a costa de un miembro tan cualificado de la OTAN, como Turquía. Por eso han enviado instructores militares estadounidenses de élite para adiestrar a las milicias kurdas de Rojava.
Hace dos semanas Brett MacGurk, enviado especial de Obama en la “coalición internacional”, estuvo en Kobane visitando al Estado Mayor de las milicias kurdas. El respaldo que reciben de Estados Unidos parece muy sólido, al menos hasta la fecha.
Recientemente también visitó Ankara el vicepresidente estadounidense Joe Biden. Erdogan le dijo que las armas que están enviando a Rojava acaban al otro lado de la frontera y le sirven al PKK, una organización a la que califican de “terrorista”, para defenderse de los ataques del ejército turco.
Turquía no puede admitir esa situación, le dijo Erdogan. Según Biden, ellos no tienen constancia de que eso sea cierto.
A través de altos funcionarios del gobierno, Erdogan pasó a las amenazas abiertas, como acostumbra: si los envíos de armas no cesan, Turquía bombardeará las posiciones kurdas en Rojava.
Turquía no sólo es el mayor obstáculo para lograr la paz en Siria, concluye el Wall Street Journal, sino que también impide la derrota del Califato Islámico. El ejército turco no se va a limitar a asesinar masivamente a los kurdos en su lado de la frontera sino que está dispuesto a ir más allá y desencadenar una escalada en la parte siria.
No cabe descuidar las insinuaciones de Turquía, cuyo ejército ya invadió la zona kurda de Irak recientemente. Tampoco cabe descuidar que las declaraciones de Erdogan se suman a las de Arabia saudí, que también trata de lograr un consenso para invadir Siria e impedir la victoria del ejército regular.