Los nuevos documentos desclasificados por el gobierno estadounidense muestran las oscuras deliberaciones de Nixon en noviembre de 1970, tras la victoria de Salvador Allende en las elecciones chilenas, y el papel de Henry Kissinger en la decisión de derrocarle.
Durante décadas, Estados Unidos sostuvo que su objetivo no fue nunca desestabilizar al Gobierno de Allende, sino que intervino en el país para “preservar” la democracia y sus instituciones. Kissinger, asesor de Seguridad Nacional de EEUU, repitió por activa y por pasiva que su país no tenía conocimiento del golpe de Estado de Augusto Pinochet de 1973 en Chile, que terminó con la muerte del presidente, Salvador Allende.
Los documentos recién desclasificados revelan la frenética actividad de la Administración Nixon entre el 5 y el 9 de noviembre para evaluar las consecuencias de la victoria de Allende y las posibles respuestas de Estados Unidos.
En un memorándum que Kissinger remitió el 5 de noviembre a la Casa Blanca para que fuese evaluado por Nixon, el entonces asesor de seguridad nacional del presidente realiza un detallado análisis de la situación en el que encuadra la presidencia de Allende como “uno de los desafíos más graves nunca encarados en este continente”.
El asesor de Nixon añadió que “su decisión sobre qué hacer puede ser la decisión más histórica y difícil en asuntos exteriores que tendrá que tomar este año, por que lo que pase en Chile en los próximos seis a doce meses tendrá ramificaciones que irán más allá de las relaciones entre EE.UU. y Chile”.
Kissinger califica a Allende como “un marxista duro y dedicado”, profundamente “anti estadounidense” que intentará “establecer un estado socialista y marxista en Chile” y que buscará eliminar la influencia de Estados Unidos “en Chile y el continente” para establecer relaciones estrechas con la Unión Soviética, Cuba y “otros países socialistas”.
“La consolidación de Allende en el poder en Chile, por lo tanto, supondría varias amenazas muy graves a nuestros intereses y posiciones en el continente”, advierte en el memorándum Kissinger.
Tras evaluar los problemas que supone Allende y las debilidades de su régimen, Kissinger plantea las distintas alternativas que Washington tiene y los riesgos de cada opción: desde no hacer nada y permitir que Allende se consolide hasta “hacer algo para prevenir que se consolide ahora que sabemos que es más débil de lo que nunca será”.
Mientras el Departamento de Estado prefería no adoptar una actitud hostil contra Allende, desde el Departamento de Defensa, la CIA y algunos elementos del Departamento de Estado defendieron que el presidente chileno era “nuestro enemigo” y que “deberíamos intentar evitar que se consolide ahora que es más débil”.
Kissinger se decanta por la actuación contra Allende al afirmar que “a mi juicio, los peligros de no hacer nada son mayores que los riesgos a los que nos enfrentamos al intentar hacer algo” y recomienda a Nixon que tome la decisión de oponerse “con contundencia a Allende tanto como podamos y hacer todo lo que podamos para evitar que consolide su poder”.
Además Kissinger, quien sería también Secretario de Estado de EEUU, recomienda a Nixon que adopte esta postura durante la reunión del Consejo Nacional de Seguridad (CNS) que se celebrará al día siguiente para “dejar bien claro” que el presidente quiere que “Allende sea combatido tan fuerte como podamos”.
Al día siguiente, el 6 de noviembre, el entonces director de la CIA, Richard Helms, presentó un informe de la situación al CNS en el que relató, entre otros detalles, los fallidos intentos en estamentos militares por impedir la toma de posesión de Allende y como la actitud del comandante en jefe del Ejército, el general René Schneider “bloqueó” una intervención militar.
Con la información proporcionada por Kissinger y Helms, Nixon expresó sus conclusiones durante la reunión del CNS del 6 de noviembre: “Si Chile se mueve como esperamos y es capaz de eludir las consecuencias… da el coraje a otros que no están decididos en Latinoamérica”.
Nixon añade que nunca estará a favor de rebajar a los militares en Latinoamérica porque “son los centros de poder sujetos a nuestra influencia. Los otros [los intelectuales] no están sujetos a nuestra influencia. Queremos darles alguna ayuda. Especialmente a Brasil y Argentina”.
“Brasil tiene más población que Francia e Inglaterra combinadas. Si permitimos que los potenciales líderes en Sudamérica piensen que se pueden mover como Chile y satisfacer ambas posturas, tendremos problemas”, continuó Nixon.
“No se debería tener la impresión en Latinoamérica de que se pueden escapar, que es seguro ir por este camino”, añadió Nixon antes de concluir que “los nuevos políticos latinoamericanos son de una nueva camada. Usan el antiamericanismo para llegar al poder”.
“Debemos parecer correctos en la superficie con Allende, pero por lo demás, seremos duros. Él no va a cambiar; sólo el interés propio lo afectará”, concluyó el presidente estadounidense. “Si hay una forma de desbancar a Allende, mejor hazlo”, zanjó Nixon en el encuentro, según el manuscrito de Helms, que forma parte de los documentos publicados ahora.
En esa misma reunión, los secretarios de Defensa, Melvin Laird, y de Estado, William Rogers, coincidieron en que Estados Unidos debería “hacer todo lo que podamos para dañarle y derrocarlo”.
El destino de Allende estaba sellado.