En 2018 Estados Unidos impuso sanciones a Arabia saudí con el pretexto del asesinato del periodista Jamal Khashoggi en Turquía. Desde entonces las luces rojas se encendieron, sellando el final del Pacto del Quincy y décadas de apoyo mutuo entre ambos países en una región muy delicada del mundo.
Tras un recorte en la producción de petróleo por parte de Riad, el Congreso estadounidense amenazó con congelar las ventas de armas al país del Golfo Pérsico.
La nueva situación pone de relieve la fragilidad de la Casa Saud, obligando a replantear sus alianzas estratégicas, con la posibilidad de que compre cazas Dassault Rafale, de fabricación francesa.
La compra de equipamiento militar francés se inscribe en una estrategia de diversificación. Riad, que históricamente ha dependido de Estados Unidos y Reino Unido para sus adquisiciones militares, está buscando alternativas.
Los vecinos Emiratos Árabes Unidos y Qatar ya han integrado los Rafale en su arsenal y los saudíes pueden hacer lo mismo. No es una simple compra sino una redefinición de las alianzas de Riad en el escenario mundial.
Ahora mismo Francia, con su diversa historia de venta de armas en Medio Oriente, parece ser un socio atractivo. A diferencia de otros países occidentales, no pone tantas excusas cuando se trata de exportar armamento, ni siquiera la situación opresiva de las mujeres saudíes.
Sin embargo, la adquisición de los Rafale por el gobierno de Riad no está exenta de problemas. Tendrá que integrar nuevos sistemas de armas y entrenar pilotos para los nuevos aparatos.
En cualquier caso, los saudíes parecen decididos a garantizar sus propios intereses estratégicos por vías diferentes a las que han tenido hasta ahora. La adquisición es un símbolo. Tiene menos que ver con las aeronaves que con las alianzas en Medio Oriente, donde el equilibrio de fuerzas está cambiando muy rápidamente.