El 29 de agosto de 2004 Rusia convocó elecciones en Chechenia. Los estadounidenses y sus aliados wahabitas trataron de sabotear los planes de Moscú por todos los medios posibles. Cinco días antes de las elecciones, el 24 de agosto, dos aviones, un Tupolev 154 de la línea Moscú-Sochi y un Tupolev 134 de la línea Moscú-Volgogrado, explotaron en pleno vuelo provocando la muerte de 90 personas. Las Brigadas Islamistas (Kataib al-Islambuli) se atribuyeron la acción. Una semana después la misma organización hizo estallar una bomba en el metro de Moscú, frente a la estación Rizhskaya, provocando 10 muertos y unos 50 heridos.
Sin embargo, el llamamiento de los imperialistas estadounidenses y sus aliados independentistas a boicotear el escrutinio obtuvo poco éxito, ya que el promedio de participación alcanzó el 79 por ciento. El general Alí Aljanov, candidato favorable a Rusia, ganó las elecciones sin dificultad. Los observadores internacionales atestiguaron unánimemente la limpieza del escrutinio, incluso los de la Liga Árabe, mientras los estadounidenses denunciaron una farsa organizada por el virrey de Putin. Mala perdedora, la prensa imperialista vio en aquel resultado la prueba de una manipulación.
Las rivalidades imperialistas quedaban al descubierto. Dos días después se celebró una cumbre ruso-germano-francesa en Sochi para apoyar a Putin. En ella Chirac y Schröder, que tenían puntos de vista muy diferentes sobre la guerra, le felicitaron por restablecer la democracia en Chechenia.
El respaldo europeo a Putin no frenó a los yihadistas. Tres días después de las elecciones, las sangrientas provocaciones wahabitas continuaron con una de sus operaciones más definitorias: el secuestro de 1.181 rehenes en la escuela de Beslán, en Osetia del norte, una República autónoma de la Federación Rusa.
El doctor Leonid Roshal, que ya había desempeñado el papel de negociador durante el secuestro del Teatro Duvrobka, llegó para negociar con los asaltantes. Sin embargo, sorprendentmente, éstos no plantearon ninguna petición. El macabro juego no consistía en negociar nada sino en crear una crisis, dejar que la situación se deteriorara. Se negaron a dar de comer y beber a los rehenes, que tuvieron que ingerir su propia orina para sobrevivir. Luego mataron a 20 de ellos cuando un miembro del comando fue herido por la policía rusa.
Al día siguiente, el antiguo presidente de Ingushetia, Ruslan Aushev, trató de mediar y obtuvo la liberación de algunos rehenes. El jefe del comando declaró que actuaba siguiendo órdenes de Shamil Basaiev. Al final del segundo día, empezaron a llegar a Beslán los periodistas extranjeros. Fue entonces cuando, inesperadamente, el jefe del comando exigió la presencia de varias personalidades para plantear que no daría de beber a los niños hasta que Putin anunciara por televisión la independencia de Chechenia.
Al tercer día, los secuestradores permitieron a los médicos a evacuar los cadáveres de 21 rehenes que empezaban a descomponerse debido al calor y la humedad. Se oyó entonces una explosión, sin que se sepa si se trató de un disparo hecho por el padre de algún alumno desde el exterior de la escuela o, lo que parece más probable, el estallido accidental de una de las bombas. La explosión desencadenó un tiroteo generalizado en medio del cual las tropas rusas se lanzaron al asalto, que causó 376 muertos, entre ellos 11 soldados rusos, 31 secuestradores y 172 niños.
Sólo un secuestrador sobrevivió y fue juzgado. Las autopsias revelaron que 22 de los 32 secuestradores eran toxicómanos que murieron en estado de abstinencia por falta de droga. La identificación de los atacantes sigue siendo incierta. La prensa imperialista volvió a arremeter con saña contra Putin, acusado de ser responsable de la carnicería por mantener una atroz guerra en Chechenia.
La operación había sido preparada por los servicios secretos británicos para debilitar a Rusia. Sin mencionar expresamente al Reino Unido, el Kremlin denunció que el asalto había sido preparado por una potencia extranjera y planteó la cuestión al Consejo de Seguridad de la ONU, que rehusó debatir un proyecto de resolución, limitándose a emitir un comunicado de condena del secuestro y de los atentados contra los aviones en el que exhortaba al mundo a cooperar con Rusia para detener y juzgar a los culpables. Pero el tratamiento del asunto en los gobiernos y la prensa mundial fue muy diferente al que recibió el 11-S. No se dieron por enterados y siguieron protegiendo a los secuestradores. El atentado había tenido lugar en Beslán, no en Nueva York.
El 8 de marzo de 2005 Masjadov fue abatido en el curso de una refriega con tropas rusas. Su familia había sido secuestrada en febrero al parecer por los hombres de Ramzan, el hijo del asesinado Kadirov.
El 13 de octubre de ese mismo año en la república rusa de Astemirov-Balkaria una unidad de 100 yihadistas chechenos y árabes dirigidos por Anzor Astemirov asesinó al menos a 24 funcionarios de policía y civiles.
Al año siguiente, el 10 de julio de 2006, días previos a la cumbre del G8 en Petersburgo, murió Basaiev en condiciones no esclarecidas. Las fuentes chechenas consideran que sucedió como consecuencia de una explosión accidental, mientras Moscú atribuyó la autoría a sus tropas.