Kristin Ehnmark era una de las rehenes en el asalto al banco Kreditbanken, de la plaza Norrmalmstorg de Estocolmo en el verano de 1973 que se sintió identificada con los asaltantes que la tenían retenida. Poco después, el psiquiatra Nils Bejerot, explicó que Kristin había actuado de este modo debido a causa de su conducta irracional, era un síndrome psiquiátrico al que llamó Norrmalmstorg, posteriormente nombrado como síndrome de Estocolmo.
La idea psicoanalítica era que cuando la gente está abrumada por el miedo, inconscientemente regresa a una etapa infantil y se empieza a identificar con el agresor, pues es quien les da vida. Ideas relacionadas con estas pueden encontrarse en algunas formas de pensamiento marxista para explicar la razón por la que el proletariado no se levanta contra sus opresores. En todos esos casos, son las víctimas las que están actuando irracionalmente en contra de sus intereses.
En 1978, durante el secuestro del Primer Ministro italiano Aldo Moro, el profesor Vincenzo Cappelletti (1), Presidente de La Domus Galilaeana, Instituto Italiano de Historia de la Ciencia, la sociología de la ciencia, la historia de la filosofía y la historiografía política, participó en los comités de crisis como mayor experto y declaró que Moro padecía el síndrome de Estocolmo hacia sus secuestradores y con ello daba espaldarazo a las tesis del conjunto de la clase política italiana que interesadamente lo tildaron de loco en una tergiversación y ocultación de las cartas de Aldo Moro de gran contenido político, social y ético.
Esta tesis, posteriormente defendida en varios trabajos de investigación psicológica como algo puntual y debido a un estrés individual en personas de muy baja autoestima, no concuerda con una persona como Aldo Moro que conservó plena lucidez hasta su muerte, pero que se utilizó una de las versiones del Síndrome de Estocolmo para desacreditarlo.
Ha habido a nivel internacional diversas interpretaciones y descripciones del llamado Síndrome de Estocolmo, que se podrían sintetizar en dos: por un lado autores que lo niegan, y lo consideran como una conducta no generalizada ni generalizable (2), y autores que lo consideran como una valiosa aportación para la explicación de conductas y actitudes de víctimas hacia sus agresores (3) o que, como teoría, ayuda a predecir de alguna manera un comportamiento general.
Lucía Ester Rizo-Martínez del Instituto de Neurociencias de La Universidad de Guadalajara, en Jalisco, México realizó una exaustiva revisión de diversos artículos y tesis de profesionales de diversos países (4) y algunas referencias utilizadas en este escrito son extractos de dicha revisión.
Algunos sociólogos han acuñado la expresión “expansión de dominio” cuando dicho síndrome no se relaciona a casos individuales, sino a reacciones colectivas (5), y es precisamente a partir de estas tesis que deberíamos analizar el secuestro de la población mundial desde marzo de 2020 como una auténtica “expansión de dominio” de alcance mundial y preguntarnos sobre las reacciones mayoritarias ante dicho secuestro colectivo. Se ha escrito y razonado por diversas fuentes que lo acaecido y lo que todavía sifrimos se trata de un macro experimento de control social a escala mundial. No voy a ahondar en ello en este momento, aunque no se puede perder de vista que los experimentos a pequeña escala como el de Milgram o de Stanford han sido puestos en práctica posteriormente e integrados en los manuales militares y policiales. Las investigaciones sobre las torturas en la cárcel iraquí de Abú Ghraib y el sadismo de los militares estadounidenses entroncan perfectamente con los resultados experimentales antes mencionados, así como los métodos utilizados en la base norteamericana de Guantánamo sobre el aislamiento sensorial han sido cuidadosamente estudiados, detallados y asesorados para su práctica por profesionales del mundo de la psicología y psiquiatría, provenientes de las más prestigiosas universidades.
Un estudio colectivo sobre el tema propone cuatro elementos característicos del Síndrome de Estocolmo: 1) la amenaza percibida para la supervivencia, 2) la percepción en el cautiverio de alguna pequeña bondad del captor dentro de un contexto de terror, 3) el aislamiento de personas distintas al captor y 4) la incapacidad percibida para escapar (6), y otros autores mencionan que las víctimas aterrorizadas necesitan seguridad, protección y esperanza, lo cual le lleva a ignorar el lado negativo del abusador y a adoptar su cosmovisión y su racionalización (7).
Durante el proceso, existe una respuesta donde se involucra el control de la mente a través de una inducción de terror extremo a las víctimas para hacerlos indefensos, impotentes y totalmente sumisos.
El grupo de Graham en la Universidad de Cincinnati propuso un Síndrome de Estocolmo generalizado, el cual se basa en dos conceptos psicológicos: la teoría del Síndrome de Estocolmo de Graham, centrado en el estudio de la violencia contra las mujeres y jóvenes, y la generalización del estímulo. El primer concepto consiste principalmente en el vínculo que desarrolla la víctima con el agresor, ya que éste crea la esperanza de que de esta manera el abuso se detendrá. El segundo concepto está basado en una ley científica en el campo de la psicología, en la que un animal que ha aprendido a dar una respuesta determinada a cierto estímulo también dará esa respuesta a estímulos distintos del estímulo original, siempre que los otros estímulos sean bastante similares a los del estímulo original” (8).
Aunque seguramente existe documentación fruto de experimentos no publicados, puesto que tal como afirma Jonathan García-Allen (9) en un artículo al respecto de dicho síndrome que “no sería ético probar las teorías sobre este síndrome mediante la experimentación”.
Pero a los organizadores del terror impuesto a través de una más que sospechosa pandemia, ni conocen la ética ni les importa pisotear el mismo Código de Nuremberg que ellos mismos aprobaron a tenor de las experimentaciones en humanos realizadas por el Tercer Reich. El consentimiento informado ha desaparecido y con él cualquier atisbo de ética: los aislamientos, secuestros domiciliarios, la imposición de bozales, y las cuestionadas pruebas PCR, las vacunaciones, no han ido precedidos de dicho consentimiento sino “manu militari” y con las consiguientes amenazas de perder un puesto de trabajo, de no poder acudir a locales públicos, de no poder viajar… en un paralelismo con los secuestros que dieron nombre al Síndrome de Estocolmo.
Algo similar a lo caracterizado como el Síndrome de Estocolmo Laboral que no es otra cosa que la conducta de apego, identificación e incluso vinculación psico-emocional del individuo o grupo de éstos a empresas cuyas condiciones de trabajo son hostiles, inadecuadas e incluso reprochables, pero la percepción de un único modo de supervivencia para muchas personas depende de unos ingresos aunque éstos se perciban a base de humillaciones y coacciones (10).
Un artículo de El Correo de 3 de mayo de 2020 hacía la siguiente reflexión: “Muchos hemos desarrollado en nuestras casas un síndrome de Estocolmo de manual. Creíamos que el virus dichoso éste nos tenía secuestrados, pero, en realidad, los carceleros somos nosotros mismos. Nos hemos acostumbrado demasiado pronto al encierro. El mundo exterior se antoja peligroso y ajeno” (11).
Todo ello puede derivar en un colectivo estrés postraumático (12) que, con solo saber que un familiar o amigo cercano experimentó un acontecimiento traumático, se puede desencadenar este trastorno al igual que ser etiquetado como contagiado. Las armas de desinformación masiva sobre la supuesta pandemia están erosionando la salud mental de millones de individuos cuyas consecuencias de sentir terror, impotencia, sentirse socialmente aislado, dificultad para mantener relaciones cercanas… van como anillo al dedo al capital en la gran operación de cambio de patrón tecnológico, puesto que se han asegurado que podrán realizarlo con total impunidad ya que no habrá respuesta colectiva ante la crisis desencadenada. Volvernos locos mediante este gran experimento que bien podríamos calificar de terrorismo psicológico es un nuevo método de la lucha de clases encabezada por el capital.
<h6>(1) http://www.domusgalilaeana.it/
(2) Ballús, C. 2002. A propósito del síndrome de Estocolmo. Medicina Clínica, 119, 174.
(3) Jülich, S. 2005. Stockholm syndrome and child sexual abuse. Journal of Child Sexual Abuse, 14, 107-129. https://doi.org/10.1300/J070v14n03_06
(4) The Stockholm syndrome: a systematic review
(5) Adorjan, M., Christensen, T., Kelly, B., Pawluch, D. 2012. Stockholm syndrome as vernacular resource. The Sociological Quarterly, 53, https://doi.org/10.1111/j.1533-8525.2012.01241.x
(6) Graham, D. L., Rawlings, E. I., Ihms, K., Latimer, D., Foliano, J., Thompson, A., … Hacker, R. 1995. A scale for identifying “Stockholm syndrome” reactions in young dating women: Factor structure, reliability, and validity.
(7) Gordon, A. 2005. Terrorism as an academic subject after 9/11: Searching the Internet reveals a Stockholm syndrome trend.
(8) The Stockholm syndrome: a systematic review
(9) https://psicologiaymente.com/clinica/sindrome-de-estocolmo-secuestrador
(10) http://fadesaludable.es/2016/02/09/el-sindrome-de-estocolmo-en-la-empresa/
(11) https://www.elcorreo.com/alava/araba/sindrome-estocolmo-20200503190945-nt.html
(12) https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-conditions/post-traumatic-stress-disorder/symptoms-causes/syc-20355967</h6>
comentario
Los comentarios están desactivados.