(1) Alfadaiya, 9 de noviembre, https://www.youtube.com/watch?v=hpRL3c5Qm_Q
(2) ISIS Sees Turkey as Its Ally: Former Islamic State Member Reveals Turkish Army Cooperation, 7 de noviembre de 2014.
(3) Pourquoi Kobané n’est pas une ville stratégique pour les USA, http://tempsreel.nouvelobs.com/monde/20141009.OBS1700/pourquoi-kobane-n-est-pas-une-ville-strategique-pour-les-usa.html
Ni victoria ni derrota, sino todo lo contrario
Juan Manuel Olarieta
El viernes el director de la CIA John Brennan dijo ante el Consejo de Relaciones Exteriores que Estados Unidos no pretende el hundimiento del gobierno de Damasco porque dejaría el campo libre al Califato Islámico, y mencionó a Rusia expresamente para decir que Putin tampoco lo quiere.
Las palabras de Brennan suscitan dos tipos de conclusiones, de las que eliminaré toda referencia al hecho de que el Califato Islámico no es otra cosa que un brazo de los propios imperialistas.
La primera de ellas es que teníamos razón todos los que hemos venido asegurando que en Siria no había una «oposición moderada», es decir, que a partir de 2011 la alternativa a Al-Assad es el Califato Islámico y que la excusa imperialista de apoyar a la oposición moderada sólo servía para justificar el apoyo al Califato Islámico.
En una interesante entrevista en Alfadaiya, la televisión siria, el periodista libanés Nasser Kandil aseguró (1) que la atención puesta en los crímenes atroces del Califato Islámico ha sido tan intensa que a su lado el Frente Al-Nusra parece una organización moderada, o lo que es lo mismo: el Califato Islámico ha dejado a la rama siria de Al-Qaeda como una organización moderada.
Naturalmente que en Siria siempre ha habido una oposición al gobierno baasista, duramente reprimida. También es cierto que las reivindicaciones populares que desencadenaron las movilizaciones de 2011 eran y son justas. Pero me parece indiscutible que en 2011 el imperialismo se puso a la cabeza de la lucha contra el gobierno de Al-Assad y desencadenó una guerra, lo que cambió completamente la situación y, con ella, la naturaleza de la propia lucha contra el gobierno baasista.
De las palabras de Brennan se desprende que hoy no hay una tercera posición. No hay más alternativa al gobierno de Damasco que el Califato Islámico y que mientras esa situación no cambie, la batalla está planteada en esos términos y la posición del imperialismo está muy clara: aunque hablen de «oposición moderada» apoyan al Califato Islámico, apoyan el terrorismo y cada uno de sus horrendos crímenes.
La segunda deducción que se desprende de las palabras de Brennan es que, lo mismo que en otras regiones del mundo, desde Afganistán hasta Libia, al imperialismo no le interesa que en Siria ganen unos u otros. Ni siquiera le interesa ganar la guerra; lo que le interesa es la guerra misma. Es la política del caos controlado o, como dice algún medio, el «equilibrio dentro de la crisis».
Las palabras de Brenan me recuerdan a las que pronunció John Kerry en una reunión celebrada en julio de 2013 en el Palacio de Congresos del Mar Muerto, en Jordania: «Queremos evitar una situación de vencedores y vencidos en la region».
Este tipo de declaraciones explican mejor que nada las paradojas de las guerras, unas recientes y otras no tanto, en Oriente Medio, el norte de África y el Sahel: el imperialismo promueve el terrorismo fundamentalista al mismo tiempo que «lucha» contra él o, dicho en otras palabras, el imperialismo necesita sus propios enemigos en ciertas regiones del mundo. Necesita un cierto tipo de enemigos, aquellos que cumplen un cierto papel, que no es precisamente el de la lucha contra el imperialismo.
Ahora bien, en Oriente Medio funciona desde siempre el juego de las siete sillas: siempre hay un perdedor y la derrota del Califato Islámico en Siria va a tener una primera consecuencia inevitable: la de reconocer la victoria del gobierno de Damasco, que no sería más que el principio de otra serie de victorias en cadena, como la de Irán y, naturalmente, la de Hezbollah.
Por lo tanto, un desenlace así de la guerra de Siria llegaría muy lejos. ¿Qué pensarán en Tel-Aviv del fortalecimiento de Irán y Hezbollah?
Pero no sólo perdería Israel sino también los países del Golfo y, en particular, Arabia saudí, y sería su segunda derrota en muy poco tiempo. Ya había perdido en 2012 en Yemen.
En la entrevista Kandil sostiene que Turquía sería uno de los países más perjudicados por el nuevo reparto de cartas en Oriente Medio. La victoria kurda en Kobani es lo que Turquía había tratado de evitar. Por eso nunca formaron parte de la coalición internacional. Para la revista Newsweek (2), Turquía había instrumentalizado a los takfiristas para derrotar a los kurdos. Turquía está en el bando perdedor y acabará perdiendo Kurdistán. Tras su victoria los kurdos salen victoriosos, pierde el Califato Islámico, pierde Turquía… y posiblemente pierda también el gobierno de Damasco.
La derrota del Califato Islámico en Kobani pone en evidencia todas sus limitaciones y, lo que es peor, marca una pauta. No es fácil explicar qué motivos les llevaron a atacar la ciudad fronteriza kurda, pero es evidente que no fueron de tipo confesional. No tenían nada que ver con su salafismo. Pero tampoco tenía ningún sentido apoderarse de Quneitra o Tikrit.
La pregunta es relevante porque John Kerry había reconocido que Kobani no tenía un carácter estratégico (3). Sin embargo, para asaltar esa ciudad, el Califato Islámico tuvo que abandonar puntos que sí eran estratégicos, como Idleb o Alepo. Algunos dicen que quisieron obtener un paso fronterizo hacia Turquía. Pero ya tenían otros dos.
Hay quien sostiene que era una táctica de distracción, que el verdadero objetivo era atracar Bagdad, o bien que Kobani atrajo la atención hacia otras acciones de mayor envergadura en Irak.
Según Kandil el objetivo del Califato Islámico fue acercarse a Irbil, la capital del Kurdistán irakí, lo que tampoco tiene ningún objetivo confesional. Pero para el Pentágono Irbil, como Samarra, es un «muro de fuego», la línea que no se puede cruzar sin el debido salvoconducto.
No cabe duda de que la victoria kurda en Kobani ha fortalecido a Massud Barzani, el dirigente del autoproclamado Estado independiente kurdo de Irak. «La resistencia siria vencerá», aseguró Barzani. «Saldremos de esta guerra como vencedores». Pero los que se apuntan la victoria no son los kurdos de Siria sino los de Irak, las marionetas de Israel. Nada menos que 12 dirigentes kurdos le han rendido pleitesía a Barzani. Ya no es necesario que los takfiristas se hagan con Kobani.
Pero, ¿por qué han sido los kurdos irakíes los que se han apuntado la victoria en Kobani, y no los sirios?
Los policías de todos los países se preguntan: después de la derrota, ¿qué ocurrirá con los terroristas del Califato Islámico?, ¿a dónde irán?, ¿volverán a Londres?, ¿a París? A los del Califato Islámico no los quieren ni en Ryad, donde los jeques rezan para que la guerra de Siria no se acabe nunca. Es la manera de mantenerlos entretenidos.