Cada época ilumina a los individuos
que responden a su “zeitgeist” o espíritu de los tiempos
No se trata de extraer solo datos, sino de conocerlos a través de la experiencia colectiva y abstraer de estos datos los elementos esenciales que se dan independientemente de las condiciones concretas que han influido en un momento determinado sobre la situación de los mismos (una bonanza económica, una crisis económica, a una situación bélica, etc.) en caso contrario el que tendremos es un estado de ánimo, no un análisis de clases.
Los salarios, no responden ya, como hace dos siglos, a la reproducción simple de la fuerza de trabajo en los países del centro imperialista, responden a esta reproducción mas la cobertura de las “necesidades” creadas que es muy discutible si son favorecedoras de una mejor calidad de vida entendida como la autorrealización personal y colectiva, un incremento de la autonomía y una elevación y desarrollo de las capacidades humanas; o si estas necesidades no son más que las “necesidades” del capitalismo para mantener su proceso de acumulación.
Estamos en una época en que el trabajo, en algunas partes es un privilegio y una maldición, un derecho y una obsesión, un bien escaso y una condena omnipresente que se extiende sobre todo el tiempo de vida. Lo que vuelve escandalosa esta situación es que hoy, técnicamente, “ganarse el pan” estaría al alcance de toda la humanidad sin demasiado “sudor de la frente”, pero el sistema de consumo y exclusión que domina el planeta de una punta a otra determina que unos mueran de hambre y otros pierdan sus vidas corriendo detrás de necesidades creadas por el fascismo publicitario.
Alguien dijo que una construcción muy sencilla junto a otra de igual constituía una vivienda, pero que una construcción muy sencilla junto a un palacio, se convertía en una barraca. Del mismo modo la comparación permanente entre los gustos consumistas de la burguesía y las aspiraciones del proletariado por los mismos gustos, se convierte en una parte importante de las necesidades subjetivas.
Mientras una mayoría de personas en el mundo tenga que trabajar diez o doce horas para asegurar solo su reproducción y supervivencia; y una minoría de personas también trabaja ocho, diez o doce horas para cubrir unas “necesidades” que no tienen nada que ver con la reproducción o la supervivencia, y las obsesiones de la cual no sean las de conseguir más tiempo para organizarse socialmente a fin de acabar con el sistema que los maltrata, sino de conseguir más dinero para acumular más necesidades, será extremadamente difícil modificar las bases del sistema capitalista y habrá que esperar que caiga por sí mismo, puesto que dispone de los medios para asegurar este incremento cuantitativo de las necesidades, sean de uno u otro tipo; de lo que no dispone es de los medios para permitir que los explotados dispongan de veinte horas en el día para dedicarlas a organizarse y acabar con el sistema.
Pero mientras esto se deja de lado, parece que la dedicación principal queda centrada en un ¿Qué somos?
Este qué somos, forma parte de un exhaustivo informe realizado por La Confluencia Movimiento Feminista que tiene por título “Las Leyes trans y el modelo afirmativo en España”. En Cataluña el crecimiento de este fenómeno “trans” es del 7.000 por cien entre 2012 y 2021 y las guías de atención sanitaria prohíben derivar a salud mental como requisito previo al inicio de la terapia hormonal o de las intervenciones quirúrgicas en adultos. Cifra muy superior a la del Reino Unido en que el número de solicitudes de niñas y chicas adolescentes que se habían dirigido a la Clínica Tavistock-Portman a solicitar una “transición de sexo” se disparó un 4.400 por cien en la década de 2010 a 2020, y que ante estas escalofriantes cifras el gobierno inglés tomó la decisión de cerrar esta institución y establecer otros centros en los cuales prevaleciera la cordura y la salud por encima otras consideraciones (1).
Este informe basado en los datos que han querido proporcionar las diferentes comunidades autónomas nos acerca a un panorama extremadamente preocupante, tal como plantean en la introducción del citado documento (pg.5): “Las ideas y las leyes transgeneristas, además, necesitan instalar la idea que existe una “infancia trans” para conseguir sus fines y para lo cual disponen de un enorme apoyo financiero por parte de quienes están obteniendo el mayor beneficio. El aumento de los beneficios de la industria médico-farmacéutica de la identidad de género ha sido ampliamente documentado, aunque cuente con un aparato de propaganda que oculta sus fines espurios con discursos de apariencia progresista que, sin embargo, están basados en valores individualistas y deseos subjetivos inducidos por el mercado”.
Los deseos
Gilles Deleuze, en Anti-Edipo introdujo el concepto de “máquina deseante” al referirse a las personas (es decir, nosotros) que actúan como una enorme máquina de producir deseos, mientras que la máquina social es un sistema económico-político de producción. Establecer un alejamiento de la maquinaria social conviene enormemente al sistema imperante, sistema que ya no produce para el consumo sino que precisa el consumo para poder continuar produciendo. No es el deseo el que se apoya sobre las necesidades, sino al contrario, son las necesidades las que se derivan del deseo. Cómo señala la web de Apple respecto a Steve Jobs que decía: “No vendas un producto para satisfacer una necesidad, véndelo para cumplir deseos” (2).
Estas máquinas deseantes, personificadas y enaltecidas sobre todo en la llamada izquierda woke, exigen que cada uno de sus caprichos individuales sean reconocidos, amparados y legislados por más esperpénticos que resulten. Así, de acuerdo y perfecta simbiosis entre poder y “contrapoder” en amplias zonas del mundo occidental, hemos podido comprobar la aparición de Leyes, Órdenes, Decretos y Reglamentos que dicen ser para “proteger” ciertas personas, las cuales son definidas como vulnerables.
¿Se trata de un contagio? Hasta no hace mucho se consideraba que el factor más importante para determinar si una idea se extenderá a un individuo, era cuántas personas que el individuo conociera ya habían sido expuestas a esta idea. Es decir, cuánta más gente, más posibilidad de contagiarse. Pero en la actualidad, los adolescentes y jóvenes tienden a unirse en Facebook no por la cantidad de amigos que ya están en la red, sino por el número de diferentes grupos sociales a los cuales pueden enlazar. A mayor diversidad de grupos, mayor probabilidad que una persona se una en Facebook. Estos resultados, tienen implicaciones prácticas para el desarrollo de políticas que pretendan difundir comportamientos en la población (3).
En 1895 Gustave Le Bon, el Maquiavelo de la psicología social, escribía en Psychologie des Foules: “El poder de las palabras es tan grande que basta con elegir bien los términos correspondientes para conseguir la aceptación de las cosas más odiosas”. En el mismo libro dedica un apartado al contagio. Lo expone de la forma siguiente: “Cuando se trata de hacer penetrar lentamente ideas y creencias en el espíritu de las masas se recurre principalmente a los tres procedimientos siguientes: afirmación, repetición y contagio… La afirmación pura y simple, desprovista de toda prueba, constituye el medio seguro para hacer penetrar una idea… Cuanto más concisa es la afirmación, cuanto más desprovista de pruebas y demostración, tanta más autoridad posee… Cuando una afirmación ha sido bastante repetida, con unanimidad en la repetición, se constituye aquello que se llama corriente de opinión e interviene el potente mecanismo del contagio… El contagio no exige la simultánea presencia de individuos en un solo punto; puede verificarse a distancia, bajo la influencia de determinados acontecimientos” (4).
Y así aparecen un conjunto de nuevas expresiones, palabras y conceptos que, como he escrito en otras ocasiones es copia íntegra del lenguaje impuesto por el régimen nazi alemán a partir de los años 30 del siglo XX, tal como lo explica Víctor Klemperer en el libro escrito en 1947 (LTI. La lengua del Tercer Reich): “El nazismo se introducía más bien en la carne y en la sangre de las masas a través de palabras aisladas, de expresiones, de formas sintácticas que imponía repitiéndolas millones de veces y que eran adoptadas de manera mecánica e inconsciente… las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parecen no sufrir ningún efecto, y al cabo de un tiempo se produce el efecto tóxico” (5).
Una pregunta es necesaria: ¿Cómo han incorporado estas expresiones, palabras y conceptos en todas las esferas de la vida cotidiana empezando por la escuela primaria?
Podría decirse que todo se remonta a Edward Bernays, el sobrino de Sigmund Freud que mediante su libro Propaganda, escrito en 1928, en el cual adaptó la teoría de su tío sobre las motivaciones de los deseos ocultos de las personas, al consumo tanto de cosas materiales como espirituales, tanto a las modas como las elecciones de cargos públicos. Convenció a las corporaciones que si creaban un excedente de deseos dentro de una sociedad, estos deseos no solo serían satisfechos con consumibles, sino que si estos consumibles se vincularan a los sentimientos de las personas, los objetos irrelevantes se convertirían en poderosos símbolos emocionales de adoración.
Empieza este libro con las siguientes palabras: “La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento de importancia en la sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad constituyen el gobierno invisible que posee el verdadero poder que rige el destino de nuestro país. Quienes nos gobiernan, modelan nuestras mentes, definen nuestros gustos o nos sugieren nuestras ideas, son en gran medida personas de las cuales nunca hemos oído hablar. Esto es el resultado lógico de cómo se organiza nuestra sociedad democrática. Grandes cantidades de seres humanos tienen que cooperar de esta suerte si es que quieren convivir en una sociedad funcional sin sobresaltos…
Y casi al final del libro: “Los deseos humanos son el vapor que hace que la máquina social funcione. Salvo que los entienda, el propagandista no conseguirá controlar el inmenso mecanismo de engranajes más o menos unidos entre sí que es la sociedad moderna”. Añade una recomendación que en la actualidad la vemos plasmada en los contenidos curriculares de nuestras escuelas. “La escuela de magisterio tendría que formar al educador a fin de que este entienda que su trabajo es doble: educar como maestro y educar como propagandista” (6). Y así lo están haciendo, propagando en los cerebros infantiles las trampas de la diversidad y las órdenes emanadas del Foro Económico Mundial.
Dustin Broadbery, en referencia a las apariencias progresistas, la ideología de género busca destruir las calidades matizadas de la identidad existencial adquiridas a lo largo de toda una vida de experiencia práctica aplicada, señala que: “Bajo la rúbrica LGBTQ, ya no se trata de quién eres, de que estás hecho, el contenido de tu carácter, se trata de todo lo que imaginas que eres, pero no eres. Cómo te sientes sin rumbo de un día de inactividad a otro, flotando en el aire como las hojas del otoño” (7).
Y este “flotar en el aire” que alude Broadbery, lo podemos relacionar con la definición de individuo flotante que realiza Marino Pérez Álvarez: “Las redes sociales vienen a suponer la apoteosis del yo, es decir, su ensalzamiento y divinización. Tal pareciera que las tecnologías que están en la base de las plataformas de las redes sociales estuvieran diseñadas para la gloria y la alabanza del yo: su exhibición y búsqueda de seguidores y de aprobaciones. El individuo flotante no es pues el resultado formal de la aglomeración, ni del descenso del nivel de vida (las dificultades del individuo que busca trabajo no producen normalmente la despersonalización, sino que, por el contrario, pueden constituir, dentro de ciertos límites, un campo favorable para imprimir un sentido personal en la vida de este individuo).
Y aquí nacen las modernas heterías, (del griego hetaireia: asociación aristocrática de cariz político) las heterías soteriológicas, que según el diccionario de la RAE las define en la religión vristiana como la doctrina referente a la salvación, y que en el plano sociológico, sería lo siguiente: “Constituirse como una asociación o cofradía de individuos relacionados entre sí que asume la misión de salvar a los individuos a quienes se supone extraviados, a escala precisamente antropológica, de personalidad y de su entorno” (8).
En lenguaje plano y comprensible para todo el mundo la expresión más adecuada sería la de sectas. Sectas laicas por supuesto, llenas de expertos que cumplen las funciones de los curas de antaño disfrazados ya sea tanto de modernos “influencers”, políticos al servicio del capital o académicos con manto científico.
Patricia Calefato profundiza sobre las modas y los contagios sociales de este modo: “La moda tiene que ver explícitamente con la imitación, es decir, con la asunción más o menos consciente de un modelo al cual conformar las opciones estéticas individuales que permiten al individuo sentirse parte de un grupo, habitar en cierto modo un espacio compartido. Las modas se han interpretado a menudo como locuras contagiosas, estados de excitación o autosugestión que conducen a tomar decisiones irracionales, a veces autodestructivas” (9).
La antropóloga boliviana Viviana Carrión reflexiona seriamente sobre estas modas: “Si un niño de cinco años manifiesta que quiere ser un superhéroe, suponemos Superman, su madre, padre, maestra u otro adulto a su cuidado no alentará hasta el ridículo esta fantasía, posiblemente le comprará el disfraz de este personaje, pero si el niño pretende lanzarse por la ventana de un tercer piso para imitar al superhéroe, el adulto le hará entender la realidad explicándole que ningún humano posee estos poderes, que es solo un personaje de ficción y que de intentar saltar por la ventana lo único que conseguiría es darse un golpe tan fuerte que muy probablemente perdería la vida, si la obsesión del niño es muy grande y persiste en la fantasía, seguramente lo llevarán a un psicólogo para que trate el problema. Sería inimaginable que los padres, maestros o profesionales de la salud le digan al niño que algún día podrá ser Superman y le suministren fármacos para que desarrolle musculatura y se asemeje a las características físicas del superhéroe, porque en este caso seguramente los padres perderían la custodia de su hijo y los especialistas su licencia profesional, puesto que además de exponer la integridad del niño haciéndole creer una mentira, se entendería que estas personas no están óptimas en sus facultades mentales.
¿Pero por qué sí lo hacen cuando se trata de la transexualidad?, ¿Por qué alentar a un niño o a una niña o al menos no frenarlos cuando están llevando sus fantasías identitarias hasta el extremo?, ¿Por qué la sociedad, cada vez más, ve estas fantasías como una realidad y las denomina derechos humanos? Hay muchos factores que explican esta problemática, todos enmarcados en una ideología que está arruinando irreversiblemente la vida de niños, niñas y adolescentes por todo el mundo” (10).
Seguramente acierta Diego Fusaro cuando afirma que la rebeldía pseudo anárquica de la izquierda de colores postmarxista no se opone al poder neoliberal, sino que lo apoya y lo santifica ideológicamente: “La domesticación de toda pulsión revolucionaria antisistémica se lleva a cabo mediante la distracción propiciada por los conflictos de la ‘diversidad’… Con los caprichos de consumo ‘Arco Iris’, además de favorecer la distracción de las masas respecto de la cuestión social y la lucha contra el capital, promueve la disolución de la sociedad en un atomismo de “máquinas deseantes”. De este modo, la izquierda se convierte en Lifestyle-Linke, que sitúa la centralidad no en el trabajo y los derechos sociales, sino en los estilos de vida individuales liberalizados. ¿Qué mayor éxito del poder neocapitalista que el obtenido provocando que los explotados homosexuales y los explotados heterosexuales luchen entre sí en lugar de cooperar desde abajo contra el explotador, ya sea homosexual, heterosexual o quimera?” (11).
Este discurso articulado tiene dos pies de barro: los derechos humanos y el victimismo. Pero, ¿cuál es el victimismo que proclaman? No es un victimismo basado en la lucha de clases, en la cual hay ciertamente verdugos/as y víctimas, poseedores/as y desposeídos/as, explotadores/as y explotados/as, sino en una amalgama interclasista en la cual el concepto de víctima se atribuye a una persona no por el lugar que ocupa en el proceso productivo, sino en base a su personalísima definición como prototipo perfecto de máquina deseante.
Niños, niñas, adolescentes, adultos/as, impregnados por el discurso fabricado en los laboratorios financiados por las grandes corporaciones, y difundido desde los centros escolares a partir de la infancia, olvidan posteriormente cualquier relación antagónica relativa a la lucha de clases entre capitalismo y proletariado. Flotando en un espacio etéreo, conciben el antagonismo no como una relación política, económica social y cultural, sino como una relación basada en las percepciones individuales integradas en cualquier secta laica, objetivo de la cual es el enfrentamiento con los individuos ajenos a estos círculos.
Seguramente, estas cuestiones nos tienen que hacer reflexionar sobre la necesidad de educar en una cultura proletaria, desmarcada de las pautas impuestas por el capital. Una educación que no la encontraremos en las redes sociales, ni en las escuelas, tanto públicas como privadas, sino que tendrá que ser fruto de una educación política al margen de los sistemas controlados por el capital. He aquí la importancia de la formación política con contenido de clase, de clase proletaria por supuesto. Y, he aquí la importancia de aunar esfuerzos para intentar coordinar las diferentes escuelas de formación que en teoría aparecen anunciadas en los programas de las organizaciones que se reclaman del comunismo.
Una tarea inmediata, urgente, imprescindible, tiene que ser recuperar el color rojo intenso frente los que lo quieren diluir en colorines, del mismo modo que quieren ahogar el cerebro proletario en un océano de expresiones, palabras y conceptos que hagan olvidar su papel de subordinación a los deseos del capital. Y organizar la resistencia para contribuir a establecer la conexión entre los fines a largo plazo y los planes colectivos que nos acerquen a la superación de la sociedad mercantilizada, del Imperialismo S.A.
(1) https://theobjective.com/espana/politica/2023-02-05/informe-trans-multiplicado-espana/
(2) https://www.applesfera.com/apple-1/12-lecciones-marketing-steve-jobs
(3) https://creatividadinnovacion.wordpress.com/2012/09/24/contagio-social-en-redes/
(4) Gustave LeBon. Psicología de las masas. Ed. Morata. 1986. pgs.93-94
(5) https://archive.org/details/VictorKlemperer.Lti.LaLenguaDelTercerReich
(6) https://ia601808.us.archive.org/35/items/edward-bernays-propaganda/Edward por cien20Bernays por cien20- por cien20Propaganda.pdf
(7) www.thecogent.org
(8) https://www.filosofia.org/filomat/df309.htm
(9) Patrizia Calefato. Modas y contagios sociales https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=8837367
(10) https://critica.cl/ciencias-sociales/ideologia-transexual-el-peligro-que-acecha-a-ninos-y-ninas-en-nombre-de-los-derechos-humanos
(11) Diego Fusaro. Lifestyle-Linke: la izquierda de los estilos de vida mercadizados
Excelente analisis, muchas gracias. Lo difundo.