El jueves estalló un motín en la prisión de máxima seguridad de Kutukalé, situada a unos cincuenta kilómetros de Niamey, que albergaba a más de 200 yihadistas, enre otros reclusos.
Los hechos ocurrieron a plena luz del día. Los disparos y las explosiones dentro de la cárcel alertaron a los carceleros, pero los amotinados tomaron rápidamente el control de la situación. A pesar de las múltiples barreras de seguridad, incluidas puertas blindadas, alambradas de púas y grandes zanjas, un número importante de presos lograron escapar y, lo que es aún más extraño, se apoderaron de un gran arsenal de armas y vehículos durante la huida.
El Ministro de Interior lanzó una alerta general, movilizó a los gobernadores de la región y solicitó la cooperación de los dirigentes locales. Se ha desplegado un sistema de seguridad reforzado en toda la zona del río Níger, con especial atención a las regiones de Niamey y Tillaberi, esta última sujeta al toque de queda.
El centro recluye a los presos más peligrosos, en particular a los yihadistas de los grupos sahelianos y Boko Haram. Está ubicado en una zona tupida sin edificios cercanos, conectado con la carretera por una pista, deliberadamente dejada sin asfaltar.
La prisión, considerada una fortaleza inexpugnable, había resistido hasta ahora dos intentos de asalto perpetrados por grupos yihadistas procedentes de la frontera con Mali, que fracasaron.
La hipótesis de una fuga organizada por los propios presos es muy improbable. En el actual contexto geopolítico saheliano, las sospechas recaen en los servicios secretos franceses, que quieren fortalecer a los yihadistas en Níger, Mali y Burkina Faso, tras la expulsión del ejército y las empresas francesas fuera del Sahel.