El 20 de marzo, después de que estuviera seis días enfermo, llevaron al hospital de Oklahoma a un anciano de 77 años porque tenía fiebre, debilidad y respiraba con dificultad.Su corazón se detuvo por el camino y murió poco después de llegar al hospital.
El día anterior un hombre discapacitado de 42 años de edad fue admitido en estado crítico en el mismo hospital con fiebre, dificultad para respirar y tos. Sobrevivió sólo unas pocas horas.
Han sido los dos primeros en ser sometidos a una autopsia que han dado positivo al coronavirus en Oklahoma.
Afortunadamente tampoco serán los últimos. El jefe de patología del hospital, el doctor Eric Pfeifer, quiere que su departamento examine todas las muertes que caen bajo su jurisdicción para tener una mejor idea sobre el alcance de la pandemia.
Su actitud es sorprendente. “Creo que es la única manera de saber lo que pasa ahí fuera”, dice el doctor.
“Para analizar todas las muertes, necesitaríamos aproximadamente 8.000 kits de hisopado (por) año y un congelador especial para mantener los especímenes hasta que puedan ser enviados para su análisis externo”, dijo.
Cada vez se practican menos autopsias en el mundo. Por ejemplo, en los años cincuenta en Estados Unidos realizaban la autopsia a casi la mitad de los fallecidos. Ahora, sólo a un dos por ciento.
En España los porcentajes son mucho menores, por varias razones. La primera son los recortes presupuestarios, de lo que una parte son reducciones de personal especializado. Se trata, pues, de motivos puramente económicos: si el enfermo ha muerto, ¿para qué gastar más dinero?, ¿qué importa que sea por un motivo o por otro?, ¿no es mejor dedicarse a atender a los vivos que a los muertos?
Los médicos ponen lo suyo de su parte, por una razón importante: casi una tercera parte de todos los diagnósticos que realizan en los hospitales españoles son erróneos, según un estudio realizado en 2004.
Por lo tanto, la realización de autopsias demostraría que los médicos también son seres humanos, se equivocan y, además, bastante a menudo.
Lo peor de todo es que entre el 5 y el 10 por ciento de los errores de diagnóstico contribuyen a la muerte del enfermo, lo cual puede dar lugar a responsabilidades de todo tipo, incluso penales.
La autopsia es el único método científico que tiene la medicina para determinar la causa de la muerte de una persona y es del máximo interés que se practiquen cuantas más mejor, no solamente en los casos de muertes violentas.
Con la pandemia, los epidemiólogos de pacotilla han dado un vuelco total a la ciencia, trasladando el eje de gravedad de las autopsias a los famosos tests, de manera que si da positivo, todo lo demás sigue automáticamente: está contagiado de coronavirus y si muere, la causa ya se sabe de antemano.
Es más, el Ministerio de Sanidad “recomienda” que no se realicen autopsias a los fallecidos cuya muerte se imputa al coronavirus. El gobierno del PSOE y Podemos “recomienda” algo ilegal porque la Ley 29/1980 y el Decreto 2230/1982 (artículo 6.5) dicen: “El informe de la autopsia remitido por el Servicio de Anatomía Patológica al Médico de cabecera o en su caso, al Jefe del Servicio correspondiente, servirá para extender el certificado médico del fallecimiento, que deberá reunir los requisitos legalmente establecidos al efecto”.
En Grecia impera la misma recomendación con la excusa de que ni siquiera en Atenas hay locales preparados para llevar a cabo estas autopsias. Lo médicos pueden atender a un contagiado si está vivo, pero no hacerle la autopsia cuando muere.
Los movimientos que defienden la salud pública deberían defender unas secciones hospitalarias de patología bien dotadas y la práctica sistemática de autopsias, máxime en situaciones como la actual.
Si no lo hacen es porque las autopsias a los fallecidos “a causa del coronavirus” resultaría una caja de sorpresas. Pero, más allá del momento, sin autopsias es imposible implementar una política sanitaria correcta. Las autopsias, y no los tests, son la guía que debe orientar los planes de salud de la población.
Las causas de la muerte consignadas en las autopsias pasan al Boletín Estadístico de Defunción que, a su vez, es el documento a partir del cual hace los recuentos el Instituto Nacional de Estadística. Sin autopsia no hay estadísticas (fiables) de defunción.