Pocas veces se habrá visto un acontecimiento tan sorprendente: una cumbre diplomática al más alto nivel (Merkel, Hollande y Putin) en el que no hay presencia de asesores, consejeros, expertos ni funcionarios. Si no hubiera habido traductores y taquígrafos más de un mal-pensado sospecharía que fue un «ménage à trois» escabroso.
En la diplomacia hay que prestar mucha atención a esos pequeños detalles y minucias, o sea, a la letra pequeña.
En principio podríamos pensar que el tema de la conversación versaría sobre Ucrania y que Merkel y Hollande querían poner coto en Moscú al continuo retroceso del gobierno de Kiev en el Donbás. No obstante, una cumbre de esas características va mucho más allá. Una conversación así significa que no se juntaron en Moscú para hablar de Ucrania, sino para replantear a fondo las relaciones entre la Unión Europea (por decirlo de alguna manera) y Rusia.
La ausencia de asesores significa que Merkel y Hollande desconfían de ellos por los topos que Estados Unidos tiene en sus filas. Se trataba, pues, de que los tres hablaran con absoluta franqueza y que Estados Unidos se quedara en blanco. Merkel y Hollande sólo pueden hablar libremente cuando Estados Unidos está ausente y no se entera de la conversación.
Eso supone, naturalmente, marginar a Gran Bretaña, el caballo de Troya de los intreses de Wall Street en la Unión Europea. Desde la guerra franco-prusiana de 1870, es la primera vez que Gran Bretaña no participa en una crisis europea importante. Pero no porque los británicos vayan a ejercer de chivatos, lo cual hubiera sido seguro, sino porque no tienen política exterior, es decir, porque esa política es la de Estados Unidos.
La cumbre indica el deterioro al que han llegado las relaciones entre la Unión Europea y su antiguo socio al otro lado del Atlántico. Ya se puede empezar a decir que Estados Unidos es un estorbo para la política exterior que Alemania y Francia quieren implementar en Europa.
Hay otro hecho sutil que marca trambién la pauta de los acontecimientos en el futuro y que es imprescindible poner de manifiesto: en Europa el tono de los ataques a Rusia está reduciendo su intensidad y para demostrarlo no hay más que escuchar la entrevista del sábado de FranceTVInfo a Sarkozy, e incluso su propio discurso ante la dirección de su partido, la UMP. Si alguien tan derechista y pro-OTAN como Sarkozy pone de manifiesto actitudes tan pro-rusas es como para tenerlo en cuenta. Algo está pasando.
Resumamos sus palabras que, por cierto, fueron aplaudidas fervorosamente por sus afiliados: tenemos una civilización en común con Rusia. Los intereses de los americanos con los rusos no son los intereses de Europa con Rusia. No queremos el resurgimiento de una guerra fría en Europa. Si Crimea ha elegido Rusia, no se lo podemos reprochar. Hay que crear una fuerza de interposición para proteger a los rusófonos de Ucrania, un país que debe conservar su vocación de puente entre Europa y Rusia y que no pretende entrar en la Unión Europea.
Nunca lo hubiéramos creído, y menos en boca de Sarkozy.
bien captadas las contradiciones interimperialistas. Éstas son las que llevaran a cabo y coadyuvaran a que se destruyan,