Francia y Marruecos trabajan estrechamente para promover una nueva resolución del Consejo de Seguridad de la ONU para modificar el mandato de la Minurso. Esta coordinación, descrita como “de perfil bajo”, es un paso más en la estrategia marroquí para legitimar su ocupación ilegal y enterrar definitivamente el referéndum de autodeterminación prometido por la ONU al pueblo saharaui.
La coordinación entre París y Rabat se intensifica de cara a la reunión de octubre del Consejo de Seguridad, donde se decidirá la renovación de la Minurso. El ministro francés de Asuntos Exteriores, Jean Noel Barrot, mantiene un contacto regular con su homólogo marroquí, Nasser Burita, y prepara un encuentro con Staffan de Mistura, el enviado especial de la ONU para el Sáhara. Esta conexión diplomática responde a la obstinación de Francia por apoyar el plan de autonomía marroquí en detrimento del derecho a la autodeterminación.
Estados Unidos sigue desempeñando un papel clave. El 5 de septiembre el asesor para África de Trump, Massad Boulos, reafirmó que, para Washington, la autonomía bajo soberanía marroquí es la única solución posible para el Sáhara Occidental. Francia, por su parte, se ocupa del aspecto “técnico”, elaborado durante la visita de Macron a Marruecos el año pasado. Se trata de una operación conjunta destinada a maquillar lo que sigue siendo una flagrante violación del derecho a la autodeterminación reconocido por la ONU y el Tribunal Internacional de Justicia.
Francia presiona a Marruecos para que realice algunos gestos cosméticos, como la liberación de algunos militantes saharauis encarcelados. La maniobra busca suavizar la imagen internacional de Marruecos y ofrecer contrapartidas simbólicas que faciliten la adopción de una resolución favorable en el Consejo de Seguridad. Sin embargo, mientras se habla de liberar a los presos políticos, cientos de saharauis siguen encarcelados, torturados o condenados a duras penas en juicios farsa, como los de Gdeim Izik.
Pero la diplomacia francesa no está en condiciones de convencer a Argelia de modificar su posición, ya que las relaciones entre París y Argel están bajo mínimos. Por eso Francia ha delegado en Estados Unidos la tarea de presionar a Argel. Esta constatación demuestra una vez más que las potencias extranjeras actúan como árbitros de un proceso de recolonización que no les pertenece, buscando imponer soluciones contrarias al derecho de los pueblos a la autodeterminación.
El plan de París y Rabat consiste en reemplazar el referéndum por un modelo de autonomía bajo ocupación militar, transformar el mandato de la Minurso en un instrumento para blanquear la soberanía marroquí y relegar al pueblo saharaui al estatuto de “minoría local”.
Frente a ello, el Sáhara Occidental sigue siendo, según la ONU, un territorio no autónomo pendiente de descolonización, y la única vía legítima es el referéndum de autodeterminación.
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