El gobierno militar de transición de Malí está lanzando una ofensiva sin precedentes contra las grandes empresas mineras extranjeras. Después de exigir más de 500 millones de dólares a Barrick Gold por impago de impuestos, como ya anunciamos, Bamako ataca de nuevo deteniendo a Terry Holohan, director de Resolute Mining, y a varios ejecutivos de la empresa australiana.
La demostración de fuerza está marcando un punto de inflexión en la gestión de los recursos auríferos del país.
El 8 de octubre el gobierno maliense envió una nota al gigante canadiense Barrick Gold: debía abonar 512 millones de dólares en impuestos y dividendos impagados. La empresa, que controla el 80 por cien de las minas de Loulo-Gounkoto en el oeste del país, se niega a pagar. Cuatro de sus trabajadores son detenidos brevemente y una auditoría revela importantes irregularidades fiscales.
Ante las presiones, Barrick Gold pagó 17 millones de dólares para suspender temporalmente el procedimiento.
Un mes después, se produjo otro incidente: Terry Holohan, director de Resolute Mining, fue detenido en un hotel de Bamako con varios directivos. La empresa australiana, propietaria del 80 por cien de la estratégica mina de oro de Syama, enfrenta acusaciones de falsificación y daños a la propiedad pública. Se está llevando a cabo una investigación, aunque los detalles de los cargos aún no se han aclarado.
Estas acciones son parte de una revisión completa del sector minero de Malí. El ministro de Minas, Alousseni Sanou, anunció que la revisión de los contratos con B2Gold, Allied Gold y Robex debería recaudar 245.000 millones de francos CFA adicionales al año.
El objetivo es aumentar la participación pública del 20 al 35 por cien en proyectos mineros y reducir las exenciones fiscales a las empresas extranjeras.
El Presidente del gobierno de transición es categórico: las empresas deben cumplir con las nuevas exigencias o abandonar el país. Esta política también tiene como objetivo promover el empleo local en puestos directivos y maximizar los beneficios económicos para la población.
La ofensiva maliense es parte de un movimiento más amplio para recuperar el control de los recursos naturales observado en Burkina Faso y Níger. El mensaje a los inversores extranjeros es que los días del expoilio minero han terminado. Ahora las empresas extranjeras tendrán que contribuir significativamente al desarrollo local y aceptar un mayor control de sus actividades, de lo contrario verán sus cuestionados contratos.
El nuevo gobierno aumenta su participación en la primera mina de litio
En la explotación de la primera mina de litio del país, en la ciudad de Goulamina, en el sur del país, Mali ha conseguido una participación del 35 por cien, frente al 20 por cien que tenía antes.
La empresa británica Kodal Minerals, principal promotora del yacimiento con una inversión de 117,5 millones de dólares, se queda el 65 por cien de las acciones por un período renovable de 10 años.
Según las explicaciones del ministro maliense de Economía, Alousseni Sanou, la mina debería reportar a las empresas subcontratistas malienses un volumen de negocios de 250.000 millones de francos CFA. De hecho, estos últimos deberían obtener al menos el 51 por cien de la subcontratación.
Además, cada año, el proyecto de explotación de litio debería generar entre 22 y 25 mil millones de francos CFA para el desarrollo local, en términos de construcción de infraestructuras viarias, energéticas y hídricas.
El nuevo código minero
De ahí la aprobación de un nuevo código minero en el país que pierde entre 500 y 1.000 millones de dólares cada año en la explotación por parte de extranjeros de sus enormes recursos mineros (oro, litio y hierro, entre otros).
“El nuevo código permite ahora al gobierno adquirir una participación del 10 por cien en proyectos mineros y la opción de comprar un 20 por cien adicional durante los dos primeros años de producción comercial”, afirmó el ministro de Minas, Amadou Keita.
“Se podría conceder una participación adicional del 5 por cien al sector privado maliense, lo que elevaría los intereses públicos y privados nacionales en nuevos proyectos al 35 por cien, frente al 20 por cien actual”, subrayó.
Con esta lógica, el Estado maliense y los particulares locales se han hecho con el 35 por cien de la mina de litio de Goulamina.
Mali, un país sin salida al mar que se encuentra en las garras de una guerra yihadista y otra secesionista en el norte, depende principalmente de su sector minero para obtener divisas. Con la entrada en funcionamiento de la mina de litio, Bamako amplía sus fuentes de ingresos, dominadas por la extracción de oro.
En 2022 el oro representó el 10 por cien del PIB, el 25 por cien del presupuesto y el 75 por cien de sus exportaciones para una producción de poco más de 72 toneladas, mientras que las investigaciones sobre el petróleo son prometedoras.
Con las nuervas políticas energéticas, el cobre, el cobalto, el litio y el níquel, en particular, se han convertido en minerales esenciales y muy codiciados. Se utilizan en la fabricación de vehículos eléctricos (cobalto, cobre, litio, grafito), en pilas de combustible (platino) y en tecnologías eólica y solar fotovoltaica (cobre, litio, cobalto, níquel).
Según la Agencia Internacional de Energía, de 2022 a 2050, la demanda de níquel se duplicará, la de cobalto se triplicará y la de litio se multiplicará por diez.
Extraer y también procesar
África puede aprovechar al máximo la fuerte demanda de minerales críticos, si en lugar de simplemente exportar sus materias primas, decide transformarlas localmente.
El ministro maliense de Minas, Amadou Keita, ha subrayado que “el objetivo final es que todo el oro producido en el territorio de Mali sea refinado en Mali”.
En su estado bruto, por ejemplo, la bauxita se vende a un modesto precio de 65 dólares por tonelada, pero después de transformarse en aluminio, se vende a unos considerables 2.335 dólares por tonelada, según los precios actuales a finales de 2023.
De ahí que el nuevo gobierno maliense apueste por el procesamiento local de sus minerales.