Se ha demostrado por activa, por pasiva y por perifrástica que esta señora, la delegada del gobierno en Madrid, miente a cuenta de su máster -que más que «destapado» por la prensa, como se ha dicho, responde más bien, pensamos, a navajazos internos entre ellos que pasan los dossieres a las redacciones que nunca revelarán sus fuentes, o las negarán si se citan- arrastrando a todo su partido (podrido) que, antes de despacharla, hace piña con ella, esto es, arropar «a los suyos», como recomendara la Cospedal en Sevilla: «hay que proteger lo nuestro y a los nuestros», o sea, por encima de que se mienta o se robe.
Y no es ya la terquedad y empecinamiento en mantener posiciones numantinas, sino que enlodan el supuesto prestigio de las universidades (tampoco hacía mucho esfuerzo para hacerlo con la URJC) con tal de salvarse, algo típico del lumpen: primero, arroparse; después, embarrar el campo y sacar el ventilador.
Lo mismo ocurre, en otro nivel, con la sentencia de un länder alemán que absuelve a Puigdemont de un delito de «rebelión», algo delirante y pensado para tiempos bélicos, pero esta gente no tiene sentido del ridículo, algo que sus ancestros franco-fascistas sí tenían, al igual que lo tiene la judicatura y gobierno alemán harto de las arbitrarias euroórdenes del gobierno español que les comprometen a ellos mismos.
Pero a esta gente, a estos fascistas, les da igual, y contaminan todo lo que tocan con su fascismo rampante hasta que topan con el buque-insignia alemán (un país «serio», decían cuando encarcelaron a Puigdemont afrentando a Bélgica) y su Estado de derecho donde, al menos, guardan las formas -por lo menos hubo un Nüremberg, aquí lo que hay es el Valle de los Caídos- y no son lumpenburguesía.
Es el medieval «sostenella y no enmendalla» hasta que se pueda; es la molicie de un sistema que se cae en pedazos y se mantiene comiéndose sus propios gusanos. Habrá que ayudarles dándoles un empujoncito y echándoles una mano… al cuello. Porque estos la eutanasia no piden.
Buenas tardes.