En estos últimos días el cerco sobre las posiciones yihadistas en Alepo se ha ido estrechando progresivamente. Diezmados, agotados y desmoralizados, tanto el Califato Islámico como el Frente Al-Nosra buscan un agujero para salir de la ratonera.
Ya no controlan más que una tercera parte de lo que desde 2012 fue el frente de Alepo. La población civil ha abandonado la ciudad por completo, poniendo de manifiesto, por un lado, que los yihadistas carecían de ningún apoyo en ella y, por el otro, cinco años de falsedades de la prensa mundial.
Recientemente fuentes sirias ha anunciado también una amnistía para 2.500 yihadistas que en diversas localidades se rindieron y entregaron el armamento pesado al ejército regular.
El final de Alepo es el final del mito de la “oposición moderada” en Siria. Esta tarde, en una rueda de prensa en Moscú, Lavrov ha dicho que quienes no se rindan en Alepo “serán tratados como terroristas”. Entonces, ¿cómo ha sido tratados hasta ahora?
Mientras tanto, en las redes sociales los terroristas se echan las culpas los unos a los otros, en lo que tiene todo el aspecto de una desbandada de la que les costará reponerse.
Se acusan mutamente de estar negociando y de romper la unidad que hasta la fecha había primado entre todos ellos. Hablan de traición y de cobardía al mismo tiempo. Unos dicen que los otros se han “pasado” al oeste de Alepo.
La prensa rusa dice también que, ante el inminente final, Kerry se esfuerza por llegar a un acuerdo de última hora que guarde las apariencias del mayor fracaso cosechado por el gobierno de Obama.
Pero las campanas al vuelo que llegan desde Moscú tienen poco que ver con la Navidad. Como decimos, es sólo el principio del fin. Alepo sólo acaba con el mito -tan pacientemente cultivado- de la “oposición moderada”. La experiencia de las últimas intervenciones imperialistas en Afganistán, Irak y Libia lo que demuestra es que las guerras ya no tienen fin; sólo cambian de forma.