Los saudíes se alejan de Israel y se acercan a Irán

Los Acuerdos de Abraham no prosperan. Las monarquías del Golfo Pérsico se están reorientando discretamente, alejándose de Tel Aviv y Washington, y acercándose a Teherán y a un orden regional más prometedor.

El reciente enfrentamiento entre Irán e Israel marcó un giro decisivo en la balanza regional, particularmente en el Golfo Pérsico. La respuesta militar directa y calibrada de Irán expuso las vulnerabilidades estratégicas de Tel Aviv y obligó a las capitales del Golfo, en particular a Riad, a replantear sus arraigadas suposiciones sobre la situación regional.

El nuevo equilibrio que Arabia Saudí encabeza no es un fenómeno aislado. Años de fracasos políticos, militares y diplomáticos acumulados bajo la tutela estadounidense-israelí han empujado a los estados del Golfo Pérsico a buscar acuerdos más viables y no competitivos. Es un desmantelamiento lento de alianzas obsoletas y la apertura de canales pragmáticos y basados ​​en intereses con Irán.

La gestión del último choque militar por parte de Teherán, basada en ataques de precisión, alianzas regionales y una escalada calibrada, demostró un nivel de disuasión sin precedentes. Gracias a sus redes regionales, bases de misiles y sofisticados drones, Teherán manejó el enfrentamiento con tacto, evitando involucrarse en una guerra abierta, a la vez que enviaba mensajes claros al adversario sobre su capacidad para disuadir y ampliar la intervención si fuera necesario.

El mensaje a los países del Golfo fue claro: Irán no está aislado ni es vulnerable. Es capaz de influir en el resultado de la guerra en múltiples frentes sin desembocar en una guerra a gran escala.

Un diplomático árabe afirma que la guerra marcó un punto de inflexión en el pensamiento saudí. Ahora Riad comprende que Irán es una potencia militar madura, inmune a la coerción. La presión tradicional ya no funciona. La seguridad saudí ahora depende del compromiso directo con Irán, no con Israel, y mucho menos bajo el debilitado paraguas de seguridad estadounidense.

En el centro del descontento saudí se encuentra la creciente agresión de Tel Aviv contra los palestinos y su rotundo rechazo a las propuestas árabes de paz, en particular la Iniciativa de Paz Árabe de 2002 que Riad encabezó. La intransigencia de Netanyahu, en particular la agresiva expansión de los asentamientos en Jerusalén y la Cisjordania ocupada, ha alarmado a los saudíes.

Las provocaciones israelíes no solo sabotean los esfuerzos diplomáticos, sino que también socavan la legitimidad islámica del reino, obligando a replantear la utilidad de Israel como socio estratégico. Israel está empujando a Arabia Saudí a reconsiderar sus intereses regionales y a considerar a Irán como un factor clave de poder regional.

Contención en lugar de confrontación

A puerta cerrada, Arabia Saudí está implementando una estrategia de “contención positiva” con Irán que marca una clara ruptura con la era de las guerras indirectas y la hostilidad ideológica. Riad ya no busca la confrontación sino la coordinación, especialmente en materia de seguridad regional y energética.

La reapertura de embajadas y el fortalecimiento de la coordinación en materia de seguridad no son meros efectos secundarios de la mediación china. Reflejan una convicción saudí más profunda: la normalización con Israel no ofrece beneficios significativos en materia de seguridad, especialmente tras las vulnerabilidades expuestas por Tel Aviv durante la última guerra.

La nueva postura de Riad también refleja su creciente interés por soluciones regionales alejadas de Washington, una directriz cada vez más compartida por otros estados del Golfo Pérsico.

Por su parte, Irán quiere convertir su influencia militar en un activo político. Además de demostrar su capacidad en misiles y drones, corteja activamente a los estados árabes del Golfo Pérsico con propuestas de cooperación económica, integración regional y la construcción de una arquitectura de seguridad regional.

El gobierno de Teherán busca abrir un diálogo integral con Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Omán, que incluye alianzas económicas y un acuerdo en temas regionales clave, desde Yemen hasta Siria e Irak.

La postura de Teherán es coherente con su visión histórica: la seguridad del Golfo Pérsico debe ser determinada por los estados y pueblos que lo rodean, no por intereses foráneos.

No es solo Arabia Saudí. Emiratos Árabes Unidos también está ampliando su cooperación económica con Teherán, al tiempo que mantiene abiertos los canales de seguridad. Qatar mantiene una postura diplomática firme con Irán, utilizando su credibilidad para iniciar negociaciones regionales clave. Omán sigue siendo el puente de confianza y el mediador discreto en la región.

Las próximas reuniones entre el Golfo e Irán se centrarán en la navegación en el Estrecho de Ormuz y la coordinación energética y regional, en general. Un entendimiento con Irán allana el camino para una fase más estable en el Golfo Pérsico.

El eje antiiraní ha fracasado

En medio de este realineamiento, Israel se ha quedado marginado regionalmente. Su plan de forjar un eje antiiraní ha fracasado. Los Acuerdos de Abraham, negociados por Estados Unidos y que en su momento se promocionaron como un triunfo estratégico, ahora solo suscitan un discreto desinterés en el Golfo, y los propios firmantes árabes incumplen sus compromisos.

Riad cuestiona abiertamente la utilidad de normalizar las relaciones con el régimen genocida. A medida que el régimen continúa su guerra contra Gaza, las poblaciones del Golfo se manifiestan con mayor vehemencia y los dirigentes saudíes se muestran más cautelosos.

La postura saudí es tácita pero inequívoca: Tel Aviv ya no puede garantizar la seguridad ni ser visto como el garante de la estabilidad regional.

El deshielo entre Arabia Saudí e Irán no es ideológico, sino un ejercicio implacable de realismo. El diálogo con sus vecinos, no la alianza con Washington y Tel Aviv, es ahora el camino a seguir para preservar sus intereses.

Irán es ahora un elemento esencial en la ecuación de seguridad del Golfo. El duelo “Golfo contra Irán” se está desvaneciendo. La última guerra aceleró una tendencia ya de larga data: el colapso de la “pax americana” y el surgimiento del regionalismo multipolar. El Golfo está trazando un nuevo rumbo, menos sujeto a los dictados estadounidenses e israelíes.

Hoy en día Arabia Saudí no ve a Teherán como una amenaza a neutralizar, sino como una potencia con la que tiene que convivir. Los marcos de seguridad regional se construyen desde dentro. Israel, por su parte, a pesar de sus numerosas pontificaciones sobre un Oriente Medio dirigido por Tel Aviv y sumiso, lucha por mantener su posición.

Si esta dinámica continúa, nos encontramos en las puertas de una transición histórica que podría permitir finalmente al Golfo Pérsico definir su propia seguridad y soberanía, en sus propios términos.

No es un futuro ideal, pero supone una mejora estratégica tras décadas de sumisión al imperialismo. Arabia Saudí se está acercando a Irán, no por amor, sino por necesidad.

—https://thecradle.co/authors/cradles-persian-gulf-correspondent


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