Como también es una falacia decir que el paro es un “problema” y no una solución para el capitalismo. Es cierto que preferirían un 10% de paro permanente al 20% que sufren, pero no tanto por esa cifra en sí sino por las repercusiones desestabilizadoras para el sistema que pudiera haber. El ”ejército de reserva” de los parados siempre fue un exutorio, un alivio, para el Capital, como decía Marx. Eso frena los salarios.
Marx también decía que, hablando del trabajo enajenado, el obrero es más pobre cuanto más riqueza produce. Un trabajador que es tratado como una mercancía –una “cosa”– que vende lo único que tiene: su fuerza de trabajo a quien es propietario –y toda propiedad es un robo- de los medios de producción en contradicción con el carácter social de la producción, lo pinten como lo pinten. Igual que en la religión: cuanto más pone el hombre de lo mejor de sus virtudes más nobles en un Dios imaginario, fantástico y ensoñado, más vacío y menoscabado se siente: ¡un producto de su mente! Alienación religiosa. El trabajo –dice Marx, lo siento, pero es que con Marx soy muy palizas- es externo al trabajador, no pertenece a su ser. No es feliz, salvo que gane el Athletic. Sólo está contento fuera del trabajo –un domingo comiendo rabas con la compañera, hijos y amigos- y enajenado dentro de él. Su trabajo no es voluntario, sino enajenado. ¿Me pongo apocalíptico? Tal vez. Un animal come pero no “trabaja” (si no eres un buey). Un humano trabaja –“fuerzatrabaja”– para comer. El trabajo no es un fin en sí mismo, sino un medio para satisfacer sus necesidades ¡fuera del trabajo! Si se fijan, el obrero, en horas de asueto, casi nunca habla de su trabajo, si lo tiene, claro, o que le pregunten qué tal le va, es algo “extraño” para él –y hasta “siniestro”-. Por eso juega a la lotería o al cupón pro-ciegos, confiando en la suerte para salir de la maldición bíblica del trabajo… enajenado bajo el capitalismo (los ricos nunca juegan a la lotería).
Un capitalismo cruel y sanguinario que enajena todavía más: solicitarle un trabajo (precario) para recordarnos lo que somos: esclavos modernos. Pero, bueno, en peores imaginarias hemos estado…