La publicación de las conversaciones entre los dirigentes de la Fuerza Aérea alemana sobre un ataque contra el puente de Crimea pone en duda la continuación de los suministros militares a Ucrania, escribe el Financial Times (1). “Moscú ha logrado crear un dilema político perfecto en Alemania”, dice Christian Melling, analista de defensa del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores.
Ha sido otro golpe maestro. El objetivo de la filtración era garantizar que Scholz no cambie de opinión sobre el suministro de misiles Taurus de largo alcance a Ucrania, y así ha ocurrido. Scholz ha insistido: no enviarán los misiles.
Pero la posición de Scholz al frente de un gobierno tripartito se tambalea y el prestigio internacional de Putin se acrecienta. Su “operación magistral” deja a Scholz “en un callejón sin salida”, escribe Matthew Karnitschnig, columnista de Politico (2).
A los periodistas occidentales se les ha quitado la sonrisa de la boca y rinden pleitesía al Kremlin. “Después de tantos años al frente de Rusia, Putin sigue siendo en el fondo un oficial de inteligencia. No tiene mayor alegría que burlar a los adversarios de Rusia”, escribe.
“Nada de lo que se dice en la grabación es manipulación. Por eso [Putin] tiene tanto poder: no es desinformación, sino simplemente información filtrada”, concluye Karnitschnig.
Este cambio de tono es consecuencia de la victoria de Rusia en la guerra, que ya nadie discute, como nadie discute tampoco que el bando derrotado no es otro que la OTAN y por eso la semana pasada no hubo ni un momento de respiro.
Las potencias occidentales dan síntomas de impaciencia y desesperación. La racha empezó cuando Macron se bajó los pantalones y quiso hacer abiertamente lo que hasta ahora había permanecido bajo la mesa: enviar tropas a Ucrania para vengar la humillación que ha padecido en sus colonias africanas.
La derrota ha enfrentado a unos países contra otros, poniendo de relieve que la OTAN no es un bloque tan sólido como muchos creían. La unanimidad sólo se ve en los desfiles triunfales, no en los momentos sombríos de derrota. Ahora la Alianza militar más bien parece una jaula de grillos.
Hay quien dice que las conversaciones entre los dirigentes de la Fuerza Aérea alemana no fueron captadas y filtradas por el espionaje ruso sino por algún país de la OTAN disconforme con la prolongación de la Guerra de Ucrania. Incluso dicen que ha sido obra del propio servicio secreto alemán, opuesto al envío de más suministros militares al gobierno de Kiev.
También hay quien cree que la filtración es obra de los británicos y que eso explica la airada reacción de Scholz al denunciar en público la intervención de Londres en la guerra. Los soldados británicos y franceses ayudaron directamente al ejército ucraniano a disparar misiles de largo alcance contra objetivos en el interior de Rusia.
Tampoco es ninguna novedad. El almirante Tony Radakin, del Estado Mayor británico, no se esconde y se jacta de ayudar al ejército ucraniano a destruir los buques de la Flota rusa del Mar Negro.
La intervención de la OTAN en Ucrania empieza, pues, a tener nombres y apellidos y ya nadie puede decir que se trata -otra vez- de Estados Unidos. La Casa Blanca ha dejado a los europeos a cargo de Ucrania. Los primeros espadas de la agresión a Rusia están en Londres, París y Berlín.
Los amantes de los formalismos deben reconocer que la riada de declaraciones de los máximos dirigentes europeos de la semana pasada no son otra cosa que una declaración de guerra contra Rusia, que está en su derecho de tomar represalias, si así lo estima.
(1) https://www.ft.com/content/b2eaa2c3-3def-4ce8-b09e-4a463d3311ce
(2) https://www.politico.eu/article/vladimir-putin-olaf-scholz-russia-germany-taurus-missile-ukraine-war/