Los mil y un trapicheos del Banco Mundial

La decisión del Banco Mundial de suspender la publicación de la revista Doing Business (DB), tras un escándalo interno, es una muestra más del descrédito que asola a la institución desde hace décadas. De hecho, la revista es un fraude intelectual en sí misma.

Lanzada en 2002, se había convertido en un instrumento para promover las políticas neoliberales asociadas al “Consenso de Washington”, en boga en la década de los noventa, pero completamente desacreditado a principios de la década de 2000. La revista sirvió para promover los intereses de las empresas multinacionales y fomentar el saqueo de los recursos del sur, impulsando una mayor desregulación, privatización y liberalización a gran escala para atraer la inversión extranjera directa (IED). Estas políticas han provocado una fuga masiva de capitales, que ha privado a África y a otros países del Sur de grandes cantidades de recursos propios que superan los flujos combinados de IED y de ayuda oficial al desarrollo (AOD).

¡Cuántas reformas destructivas se han hecho en Senegal y en otros lugares para conseguir una mejor clasificación o ganar el título de “mejor reformista”! Pero cuanto más reformamos, más nos hundimos en la pobreza. El reciente estudio de la Agencia Nacional de Estadística y Demografía (ANSD) muestra que los esfuerzos de Senegal por mejorar su clasificación no han hecho más que empeorar la situación económica y social del país. Sigue en la categoría de “países menos desarrollados”, donde aterrizó en 2001 tras dos décadas de aplicación indiscriminada de las recetas de… ¡el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI)!

Desde hace varios años, cada vez se pedía más insistentemente la desaparición de la revista DB, debido a su orientación ideológica y a la cuestionable metodología que hay detrás de sus clasificaciones. Por ejemplo, en 2018, Paul Romer, entonces economista jefe del Banco, reconoció que tenía un sesgo ideológico real, que influía en la clasificación de los países. Sus declaraciones siguieron a la caída de 23 puestos de Chile, entonces bajo la presidencia de Michelle Bachelet, ¡considerada “socialista”!

Las críticas a DB se han intensificado desde el colapso del fundamentalismo de mercado tras la crisis financiera mundial de 2008. Pero el escándalo de DB no es un caso aislado. Lejos de ello, se suma a la larga lista de escándalos que han salpicado la labor del Banco Mundial, acostumbrado a manipular las cifras para apoyar los objetivos que quiere alcanzar al servicio de sus principales patrocinadores, Estados Unidos y los países europeos.

El escándalo de la ‘investigación para el desarrollo’

En 2006 una comisión dirigida por el profesor de Princeton Angus Deaton y el ex economista jefe del FMI Kenneth Rogoff puso de manifiesto el sesgo ideológico del Banco y la manipulación de cifras en miles de sus estudios. Tras revisar 4.000 documentos publicados entre 1998 y 2005, la Comisión descubrió que los equipos encargados de redactar los documentos a menudo se aseguraban de que sus conclusiones fueran coherentes con lo que la dirección del Banco quería transmitir como mensajes clave.

Según el profesor Angus Deation, que recibirá el Premio Nobel de Economía en 2015, “no es que sólo encarguen investigaciones que apoyen afirmaciones predeterminadas […] sino que seleccionan entre los trabajos que apoyan las posiciones de la dirección […] Esto es lo que criticamos, más que el sesgo de la propia investigación.

El Banco trató de ocultar este informe, lo que supuso un gran golpe para la credibilidad de su trabajo y su propia reputación. Tardó en publicarlo y le dio muy poca publicidad, lo que llevó al profesor Deaton a decir irónicamente: “Tardé tanto en sacarlo que he olvidado los detalles de su contenido”.

Wolfowitz: un enchufe sexual

Pero los escándalos del Banco Mundial no se limitan a la manipulación de su trabajo. En 2005 estalló un importante escándalo sexual que implicaba al entonces presidente del Banco, Paul Wolfowitz. Este escándalo sacudió al Banco entre 2005 y 2006. Paul Wolfowitz fue culpable de promover a su amante, Shaha Riza, que ocupaba un alto cargo en el sistema de comunicaciones del Banco para Oriente Medio.

El escándalo de Wolfowitz fue tanto más sonado cuanto que había desempeñado un papel clave en la invasión estadounidense de Irak en 2003. Era conocido como uno de los principales halcones del gobierno de George W. Bush. De 2001 a 2005 fue el número dos del Pentágono, el Departamento de Defensa estadounidense. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, Wolfowitz fue uno de los artífices de la política de propaganda y manipulación de la opinión pública que finalmente condujo a la invasión de Irak en 2003 y al desencadenamiento de la política estadounidense de terror y destrucción masiva contra ese país.

Tras ese trabajo sucio, fue recompensado para convertirse en Presidente del Banco Mundial. Su misión era, sin duda, hacer de esta institución un instrumento aún más dócil para difundir el veneno neoliberal, o “el virus neoliberal”, como diría el difunto profesor Samir Amin, y promover aún más los intereses estadounidenses. Pero el escándalo en el que se vio envuelto puso fin prematuramente a esta misión. Tras resistir las presiones durante mucho tiempo, Wolfowitz se vio finalmente obligado a dimitir en junio de 2006. Fue sustituido por otro miembro del gobierno de Bush: Robert B. Zoellick.

El futuro de una institución desacreditada

A pesar del escándalo de la DB, el Banco Mundial no está derrotado. De hecho, en su comunicado de prensa, dice que quiere encontrar otra forma de seguir difundiendo su ideología y sus políticas mortíferas hacia los países del Sur. En este sentido, afirma que sigue “firmemente comprometido con la promoción del papel del sector privado en el desarrollo” y que ya está trabajando “en un nuevo enfoque para evaluar el clima empresarial y de inversión”.

Lo más importante es que el Banco Mundial dice que pone fin a DB porque la publicación “ya no es creíble”: “La confianza en la investigación del Grupo del Banco Mundial es de vital importancia. Este trabajo orienta las acciones de los responsables políticos, ayuda a los países a tomar decisiones mejor informadas y permite a las partes interesadas medir el progreso económico y social con mayor precisión”, señala el comunicado.

En realidad, no es sólo el trabajo del Banco el que carece de credibilidad, sino que el propio Banco ha perdido credibilidad a los ojos de gran parte de la opinión pública mundial. El Banco y el FMI ya han sido duramente criticados por no haber previsto la crisis financiera internacional de 2008 y la crisis económica que le siguió. De hecho, desde el colapso del fundamentalismo de mercado a raíz de esta crisis financiera, el descrédito del Banco Mundial y del FMI ha aumentado.

Desde entonces, ambos han estado a la defensiva y los críticos internos han cuestionado algunos de los dogmas en los que se basaban su filosofía y sus análisis. Por ejemplo, en un notable discurso pronunciado en septiembre de 2010 en la Universidad de Georgetown, en Washington, Robert B. Zoellick, que había sustituido a Wolfowitz al frente del Banco, pidió que se hicieran revisiones a fondo. En particular, cuestionó la excesiva modelización, incluso por parte de los premios Nobel, que llevó a la explosión del mercado de derivados y a la crisis de las hipotecas de alto riesgo, que llevó a la economía mundial al borde del colapso.

El nuevo escándalo que rodea al Banco aumentará las críticas a su propia existencia. De hecho, muchos creen ahora que el Banco es una institución obsoleta que ha superado su utilidad. En un principio, se encargó de gestionar los fondos destinados a la reconstrucción de Europa Occidental (el famoso Plan Marshall) tras la Segunda Guerra Mundial. Se añadió al componente de “desarrollo” en la década de 1960, cuando muchas antiguas colonias se independizaron.

Pero nunca ha ayudado a ningún país a “desarrollarse” porque ha seguido siendo fundamentalmente un instrumento al servicio de la agenda geoestratégica estadounidense. Por ello, cada vez se reclama más su disolución total -como la del FMI- para sustituirla por una nueva institución democrática, que refleje las realidades del siglo XXI y sea capaz de financiar una auténtica agenda de desarrollo.

Demba Moussa Dembélé https://oeildafrique.com/economie/banque-mondiale-dun-scandale-a-lautre/

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