Tanto el Instituto como su presidente son criaturas de Mitterand, construidas a su imagen y semejanza, es decir, entidades que al revés que Mussolini pasaron del fascismo al “socialismo” y nunca dejaron de ser ni una cosa ni la otra.
En Francia tan importante como el Presidente de la República es la Primera Dama, sobre todo en los tiempo de mayor gloria de aquel Faraón moderno que se forjó como Ministro del Interior firmando penas de muerte para los independentistas argelinos en los años cincuenta.
El retrato de glosó el kurdo en 2012 tras el fallecimiento de la Primera Dama (2) está en los altares del baboseo por derecho propio. Con Mitterrand la República Francesa tenía dos brazos: mientras el marido aseguraba en la ONU la impunidad de Saddam Hussein para gasear a los kurdos en Halabja en 1988, la esposa se desvivía por las víctimas.
A pesar de los pesares, en Erbil, la actual sede del gobierno regional del Kurdistán irakí, hay una plaza que lleva el nombre del marido. El Partido Baas irakí acudía invitado a los congresos del Partido Socialista francés, y a la inversa. En fin, cuando la Primera Dama murió los españoles, que son vecinos, no se enteraron, pero los kurdos sí. El Parlamento decretó duelo nacional, las banderas ondearon a media asta y la tele interrumpió sus emisiones para recordar a Danielle.
Los dos brazos de la República acabaron con el doble juego en 1990, cuando el imperialismo desató la Segunda Guerra del Golfo con la excusa de la invasión de Kuwait. Entonces cambiaron las tornas: Saddam Hussein empezó a ser el malo y los kurdos los buenos. En realidad, los actores del reparto seguían siendo los mismos; no había cambiado nada.
Lo que había cambiado era el imperialismo que, como en los Balcanes, impuso una zona de exclusión aérea en ciertas partes de Irak para hacer lo que nunca habían hecho: “proteger a los kurdos”. Con esta excusa se puso en marcha el verdadero plan del imperialismo, que es la partición de Irak en tres pedazos: al norte los kurdos, al sur los chiítas y en el medio los sunitas.
Nezan describe este proceso ocultando la intervención de los verdaderos protagonistas, con frases tales como que en 2003 “la dictadura irakí cayó” como la fruta madura cae del árbol, como si no hubiera habido una invasión del ejército de Estados Unidos seguida de una posterior ocupación que aún no ha terminado.
Obedientes, dice Nezan, los kurdos hicimos lo que nos ordenó la “coalición anglo-americana” y participamos en las nuevas instituciones irakíes para construir un Estado nuevo, con una nueva Constitución, aprobada en 2005 por referéndum. El gobierno de Bagdad estaba obligado a realizar una consulta en los territorios “en disputa” (poblados mayoritariamente por kurdos), como Kirkuk.
Cuando uno lee todas estas cosas, así expuestas, ocurre como con el cuento de Rojava: se nos quedan los ojos a cuadros porque la guerra que destruyó un país por completo para entregar extensas regiones del mismo a los yihadistas, está ausente por completo. Los kurdos se han suscrito a los cuentos de hadas. No son capaces de decirnos qué entienden por Kurdistán, cuáles son sus fronteras, ni quiénes van a votar, si van a ser sólo ellos, o también los millones de refugiados, los asirios, los caldeos, los turcomanos, los árabes…
Hoy cuando alguien quiere dar un golpe de timón, a cualquier cosa le llama referéndum. Por ejemplo, se lamenta Nezan de que para impedir depedazar a Irak, el gobierno central no ha dejado a los sunitas “decidir por referéndum que su provincia adquiera la condición de región federada”, como si las religiones fueran naciones y tuvieran su propio “derecho de autodeterminación”.
Esa es la clave y así lo reconoce el propio articulista cuando asegura que los países más reaccionarios del mundo árabe, encabezados por Arabia saudí, esperaban la creación de ese “Sunistán” encabezado por Al-Qaeda y el Califato Islámico. Al no lograrlo, se han arrojado en brazos de Kurdistán para “reducir la potencia de un Irak chiíta aliado a Irán”, escribe Nezan.
Así están las cosas en Irak, como en Siria, como en Oriente Medio. Los mismos planes, los mismos actores, los mismos sicarios y las mismas alianzas. Es bueno saber en dónde está cada cual y que lo reconozcan por su propia boca.
(2) http://www.mitterrand.fr/Danielle-Mitterrand-et-les-Kurdes.html