El 3 de enero del año pasado drones estadounidenses dispararon al general iraní Qassim Soleimani cuando salía del aeropuerto de Bagdad al que acababa de llegar, alcanzándole mortalmente, junto con Abu Mahdi Al-Muhandis, dirigente de las Fuerzas de Movilización Popular irakíes, que había acudido a recibirle.
El plan del gobierno de Trump para el doble asesinato era secreto, aunque se van destapando algunos detalles, como la activa intervención de los kurdos junto al ejército estadounidense (*), lo que podría tener consecuencias de gran alcance para los kurdos irakíes.
A finales de diciembre de 2019 la Fuerza Delta y de operaciones especiales del ejército de Estados Unidos comenzó a infiltrarse en Bagdad en pequeños grupos. Los cómplices kurdos ya habían comenzado a infiltrarse en el aeropuerto internacional de Bagdad, haciéndose pasar por mozos de equipaje y personal auxiliar.
Los tres equipos de francotiradores se situaron a 600 y 900 metros del objetivo, la carretera de acceso al aeropuerto para poder triangular a su objetivo cuando saliera de la terminal. Un miembro del Grupo Antiterrorista, una unidad de élite kurda del norte de Irak, estrechamente vinculada a los comandos de operaciones especiales de Estados Unidos, les ayudó a hacer balance a distancia.
Tras el ataque, un mercenario kurdo disfrazado de policía irakí se acercó a los restos del vehículo de Soleimani, tomó fotografías y obtuvo una muestra de tejido para confirmar el ADN antes de alejarse y desaparecer en la noche.
Ambas víctimas, Soleimani y Muhandis, eran venerados por los chiítas de Irak. Tenían previsto asistir al funeral en Nayaf de los 31 soldados irakíes muertos por Estados Unidos el 29 de diciembre en la frontera sirio-iraquí, cerca de Al-Qaim.
Soleimani también tenía previsto reunirse con el Primer Ministro iraquí, que en ese momento estaba mediando en las conversaciones entre Irán y Arabia saudí. Soleimani llevaba una carta con la respuesta iraní a una previa carta saudí.
Tras el doble asesinato, el Parlamento irakí decidió que todas las tropas estadounidenses debían retirarse de Irak. Mientras, los ataques a las fuerzas estadounidenses que quedan en Irak son casi diarios.
Irán reaccionó lanzando docenas de misiles balísticos contra dos bases estadounidenses en Irak. Aunque no murió nadie, los funcionarios del Pentágono dijeron que más de 100 soldados sufrieron lesiones cerebrales traumáticas.
Pero el ataque con cohetes fue sólo una “bofetada en la cara”, dijo el ayatolá Alí Jamenei. Los imperialistas y sus voceros hablan continuamente de represalias y se refieren a atentados, a asesinatos de altos oficiales o diplomáticos estadounidenses, bien a ataques contra instalaciones de Estados Unidos.
Están muy equivocados y el eje de resistencia (Irán, Siria, Hezbolah y Ansarolah) se lo ha explicado claramente en vacias ocasiones: la respuesta al asesinato de Soleimani y Muhandis es la salida de todos los militares estadounidenses de Oriente Medio. Hassan Nasrallah, el dirigente de Hezbolah ha dicho:
¿Qué entendemos por castigo justo?… El castigo justo significa el fin de la presencia militar estadounidense en la región, las bases militares estadounidenses, los barcos militares estadounidenses, cada oficial y soldado estadounidense en nuestros países y regiones. El ejército estadounidense es el que mató a Soleimani y a Muhandis, y pagará el precio…
La respuesta a la sangre de Soleimani y Al-Muhandis debe ser la expulsión de todas las fuerzas estadounidenses de la región.
El general Esmail Qaani, sustituto de Soleimani al frente de la Brigada Al-Quds, lo ha repetido: “Nuestra promesa es continuar el camino del martirio de Soleimani. Por el martirio de Soleimani, nuestra promesa es la expulsión de Estados Unidos de la región, por etapas”.
Es todo un proyecto militar que se desarrollará en los próximos años. Lo que parece claro es que los kurdos correrán la misma suerte que la de sus jefes estadounidenses.
(*) https://news.yahoo.com/conspiracy-is-hard-inside-the-trump-administrations-secret-plan-to-kill-qassem-soleimani-090058817.html