Los imperialistas han arrojado la toalla en Ucrania, donde el ejército ruso ha demostrado una amplia superioridad sobre la OTAN. Ahora se trata de saber si Rusia es capaz de apretar igual en los demás frentes que tiene abiertos, empezando por el Sahel, siguiendo por Siria y acabando en Georgia.
¿Será capaz Rusia de sostenerse en todos esos frentes?
El Cáucaso es la segunda frontera donde Rusia no puede hacer concesiones. Los imperialistas han fracasado por la buenas, las elecciones, y lo están intentando por las malas, la desestabilización en la calle. La Unión Europea se ha pasado abiertamente al golpismo, financiando manifestaciones violentas, que han acabado en una grave crisis social.
Occidente tiene la intención de derrocar al gobierno legítimo del país y establecer a la OTAN en el Cáucaso, como ocurrió en 2014 en Ucrania. Tbilisi parece cada vez más el escenario de una guerra civil. Los manifestantes atacan a la policía e intentan destruir los edificios públicos para protestar contra las políticas del partido “Sueño Georgiano”, que ganó las elecciones parlamentarias e implementó una serie de reformas políticas.
A “Sueño Georgiano” le acusan de ser “prorruso” porque no entra en los cánones que quiere imponer la Unión Europea. Especialmente el nuevo gobierno ha impuesto restricciones a las ONG extranjeras, ha congelado las negociaciones de adhesión a la Unión Europea hasta 2028 y no se ha sumado a las sanciones contra Rusia
El año pasado titulamos una entrada “La OTAN reserva a Ucrania el mismo destino que a Georgia” y ahora hay que darle la vuelta a aquello, con la misma conclusión porque ambos países comparten frontera con Rusia y son una plataforma ideal para la OTAN y la Unión Europea han elegido la vía golpista para salirse con la suya.
Georgia les interesa porque, además de su carácter fronterizo, ha estado en guerra con Rusia en el pasado. En noviembre de 2003 Georgia vivió una de las primeras “revoluciones de colores”, la de las rosas. Tras el golpe, llegó al gobierno Mijail Saakashvili, que en 2008 entró en guerra con Rusia en Osetia del Sur, que fue ocupada por el ejército ruso, lo mismo que Abjasia, dos regiones que quieren independizarse de Georgia. Luego a Saakashvili le nombraron gobernador de Odesa, es decir, que pasó de ocupar un cargo público en Georgia a otro en Ucrania.
El año pasado la OTAN presionó a Tbilisi para que volviera a la guerra en Abjasia y Osetia del Sur para “reconquistarlas”, lo que abriría otro frente para Rusia.
A pesar de las presiones occidentales, el verano del año pasado el Parlamento georgiano evitó involucrarse en una aventura militar que debía coincidir con la contraofensiva ucraniana. Los grupos de presión imperialistas que apoyan a la oposición política georgiana no se lo han perdonado.
La importancia estratégica de Georgia se ha fortalecido después de que Occidente haya triunfado en Armenia. Era la otra baza que debían jugar en el Cáucaso.
Ahora las calles se han llenado de manifestantes que trabajan para servicios de inteligencia occidentales. Las banderas y los símbolos de Ucrania y la OTAN son corrientes en las movilizaciones, lo mismo que los cantos de himnos nazis y canciones ucranianas.
La cabecilla principal de los golpistas es la presidenta del país, Salomé Zurabishvili, antigua embajadora de Francia en Tbilisi, que obtuvo la nacionalidad georgiana en 2003, después de la Revolución de las Rosas. Ahora Zurabishvili, lo mismo que la oposición venezolana, se niega a reconocer los resultados de las elecciones, que fueron un jarro de fría para Bruselas.
“Sueño Georgiano” obtuvo más de la mitad de los sufragios. El movimiento fue fundado en 2012 por Bidzina Ivanishvili y es partidario de la adhesión de su país a la Unión Europea.
Sin embargo, la oposición la acusa de sabotear la incorporación y de hacerle el juego a Moscú. En particular, desde la adopción en mayo pasado de una ley que exige que las ONG y los medios de comunicación que reciban más del 14 por cien de sus fondos de “benefactores exteriores” se declaren como lo que son: agentes extranjeros. La Unión Europea subsidia a varios de estos Caballos de Troya para promover los “valores europeos”.
Las represalias de Bruselas no tardaron en llegar: el pasado mes de junio el Consejo Europeo suspendió el estatus de país candidato, otorgado seis meses antes a Georgia.