Donde va el dinero de Bill Gates no queda títere con cabeza. Todos asienten como si fura un señor feudal del mundo moderno, sobre todo ciertos “científicos” que viven de sus subvenciones.
Pero Gates no pone sus fondos en cualquier asunto sino en determinadas áreas en las que no todo rueda por el inodoro.
Recientemente, junto con la fundación Novo Nordisk y el Wellcome Trust, ha invertido 300 millones de dólares en tres años, para financiar las seudociencias en sus áreas favoritas de acción: pobreza mundial, cambio climático, enfermedades infecciosas, resistencia de los microbios a los antibióticos…
En torno a este tipo de subvenciones se ha creado una industria a golpe de talonario con repercusiones inmediatadas sobre los titulares de los noticiarios y las pandillas de “científicos” a sueldo que se arrodillan a su paso.
Según John-Arne Rottingen, director de la famacéutica Wellcome Trust, “es fundamental anticiparse”, es decir, hay que buscar problemas donde no los hay. Las soluciones a los problemas que la humanidad se enfrenta actualmente no son políticos ni económicos, sino técnicos y seudocientíficos.
El Tercer Mundo es uno de los laboratorio preferidos para estas pandillas porque nadie se lamenta cuando la población muere o sus medios de subsistencia se eliminan. Afortunadamente los proyectos fracasan porque no son otra cosa que basura incrustada en la cabeza de Gates y sus bandas de académicos.
Su fundación inyectó mucho dinero para el desarrollo de semillas genéticamente modificadas (OGM) en África y ha fracasado. Esperemos que si lo vuelve a intentar sea en Estados Unidos o en Francia. En África su “agrícultura sostenible” es insostenible.
Gates y los monaguillos de su fundación querían fabricar variedades de plantas que pudieran resistir a los insectos y enfermedades, en colaboración con instituciones de investigación locales e internacionales.
Joeva Sean Rock, investigadora en estudios de desarrollo de la Universidad de Cambridge y colaboradora del proyecto mBio, ha criticado la forma en que los sicarios de Gates llevaron a cabo las iniciativas, que “se adaptan más a los intereses de las empresas privadas que a las necesidades reales de los agricultores africanos”.
Los cultivos transgénicos han fracasado en la agricultura africana. Un gran número de proyectos nunca han avanzado más allá de la fase de investigación. Según datos del proyecto mBio, alrededor del 60 por cien de las investigaciones financiadas con fondos públicos no han dado como resultado productos comercializables.
Un ejemplo destacado de este fracaso es la asociación establecida en Burkina Faso, donde el algodón Bt desarrollado por Monsanto, en colaboración con investigadores locales entre 2008 y 2016, acabó siendo abandonado. La calidad inferior de la fibra producida ha hecho que los cultivos sean invendibles, lo que ha dejado a los agricultores endeudados debido a los altos costos de las semillas y las materias primas necesarias para cultivarlos.
Los experimentos agrícolas promovidos por Gates se han hundido. Las opciones tecnológicas preferidas, costosas y mal adaptadas a las realidades agrícolas africanas, han sido cuestionadas por organizaciones como Acción contra el Hambre, que se niegan a apoyar proyectos basados en los transgénicos debido a las deudas que generan a los pequeños agricultores.