En 2023 la OTAN anunció que 23 de sus países miembros, entre ellos España, habían recaudado mil millones de euros en un fondo de innovación llamado NIF (Nato Innovation Fund), el primer fondo de capital riesgo multisoberano del mundo. El NIF debía invertir en empresas emergentes que desarrollen tecnologías punteras para la guerra, que son siempre las mismas: inteligencia artificial, telecomunicaciones, computación cuántica, tecnología espacial, energía, nuevos materiales…
La OTAN sigue creyendo en un arma milagrosa. Cree que la hegemonía de las potencias occidentales depende del dominio de las tecnologías de vanguardia y, después de crear el NIF, creó un acelerador de empresas emergentes llamado Diana a principios de aquel año 2023.
El papel del NIF no era apoyar a los gigantes digitales, sino centrarse en las empresas emergentes. Aproximadamente la mitad de los fondos de inversión que participan en el NIF provienen de los Ministerios de Defensa; otros patrocinadores incluyen la empresa de inversión pública finlandesa Tesi y la empresa de inversión pública estonia SmartCap.
En esta etapa, 24 de los 31 países miembros de la OTAN participan en el proyecto y han puesto cada uno varios millones sobre la mesa. La lista completa es: España, Bélgica, Bulgaria, República Checa, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Alemania, Grecia, Hungría, Islandia, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Países Bajos, Noruega, Polonia, Portugal, Rumania, Eslovaquia, Turquía y Reino Unido.
Suecia, que no forma parte de la OTAN, sumará 40 millones de euros al total.
Aunque son miembros de la OTAN, Francia, Canadá y Estados Unidos transatlántica, se encuentran entre los países ausentes del NIF.
El Fondo nació en la Cumbre de Madrid de 2022 y, desde el primer momento, ha sido la jaula de grillos que se esperaba: dimisiones, conflictos de intereses… Ha perdido casi todos sus asociados en un año porque los chanchullos han empezado a aflorar: el presidente del NIF, Klaus Hommels, forma parte del consejo de administración de una empresa emergentes que recibió una inversión inicial del fondo (*).
Aparte de su cargo en el NIF, Hommels está creando su propio fondo para la guerra, Lakestar y comparte al menos dos empresas de cartera con el Fondo.
Es un nido de buitres, aunque también parece un laberinto. Está compuesto por el propio fondo en Luxemburgo, la gestora de inversiones de Países Bajos y la fundación NIF Investment Manager BV que los supervisa: el presidente Hommels, el vicepresidente Murray, decano asociado de innovación del MIT, y Roberto Cingolani, director de Leonardo, la empresa italiana de defensa, han supervisado las tres entidades.
Lo único claro en el NIF es que la peor calaña de especuladores se organiza para repartirse el botín de la guerra porque lo mismo está ocurriendo con DSR, el “banco de la OTAN”. Francia, Alemania y Reino Unido lo han abandonado.
El Ministerio alemán de Asuntos Exteriores dejó ayer bien claro el motivo: ellos no se van a beneficiar económicamente del banco. Aquí la guerra y las armas importan bien poco, se trata de quién si se van a aprovechar o no de la riada de dinero, o quién es el que se va a aprovechar más. Como titulamos el mes pasado una entrada “las guerras ya no se ganan ni se pierden; lo que se gana o se pierde es el dinero que generan”.
Esta guerra es económica, pero dentro de la histeria bélica rampante lo más interesante es que estamos ante la primera en la historia que no empieza por fabricar bayonetas, sino bancos y fondos de inversión.
(*) https://elcomun.es/2025/09/07/la-otan-y-la-canalizacion-de-dinero-publico-a-inversores-privados/
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