España afronta un proceso de reconversión hídrica impuesta por una normativa europea, que sugiere que hay que tumbar muchas de estas infraestructuras porque alteran el normal cauce de los ríos, algo que va a repercutir en el precio del agua y que, casualmente, coincide con la conversión de este recurso en una commodoty de alto valor especulativo.
Justificado bajo un criterio ecológico, el derribo de las presas planeado supondrá inevitablemente un incremento de los precios del agua.
El Ministerio de Transición Ecológica, que ya está arbitrando discretamente el derribo de presas menores, no ha aclarado cómo afrontará estos incrementos, siendo que España es el 5º país del mundo con mayor número de presas y el 1º de Europa
Esta circunstancia indica que el precio del agua está muy influenciado por estas infraestructuras que ahora la normativa europea quiere derribar. Sin embargo, el derribo de una presa en Teruel el verano del año pasado ha puesto de manifiesto lo que puede que pase de forma frecuente durante los próximos años. Hay que tumbar las presas para recuperar el cauce de los ríos y restablecer el ecosistema anterior. Pero, ¿qué pasa con el ecosistema surgido de la nueva realidad?.
Los vecinos de las zonas afectadas como en este caso en Aragón, no tienen claro que sea la solución más adecuada, y desde el gobierno tienen claro que el efecto será como el de un dominó: el precio del agua vendrá de la mano del de la electriidad.
El coste medio de agua en España es de 1,91 €/m3, dentro de todas las comunidades, Castilla y León es la que ofrece el agua más barata con 1,16 €/m3 y Cataluña es la más cara con 2,68 €/m3. En cualquier caso, la variación de precios entre comunidades es de menos de un euro por metro cúbico, por lo que de momento no han saltado a los titulares noticias sobre el elevado precio del agua. Ni siquiera en la Comunidad de Madrid, donde el agua se gestiona a través del Canal Isabel II, han estallado notorias quejas por el precio del metro cúbico de agua.
A pesar de que ahora no haya una diferencia entre comunidades autónomas notable (de menos de un euro por metro cúbico), lo cierto es que el precio del agua urbana ha subido un 71% durante los últimos diez años, desde los 1,31 euros por metro cúbico que costaba en 2009 hasta los 2,24 euros que cuesta en la actualidad.
El 7 de diciembre de 2020, el índice Nasdaq Veles California Water Index, comenzó a cotizar en bolsa, y esto supone que el criterio ecológico defendido por la UE es paralelo al beneficio que se augura con esta reforma. En los próximos años vencen las concesiones de decenas de ellas (en 2021 se demolieron 108) que, de acuerdo a esta política, terminarán con la vida útil de los embalses que hasta ahora han garantizado el suministro regular de agua potable.
Las macropresas alteran el cauce «natural» del río pero de ahí no se sigue que esto cause daños medioambientales. Debe pues ser una cuestión paisajística, digamos, para que los malpensados no se crean que es especulación. Además, es de imbéciles tener la misma normativa europea para países con altísima densidad de población y para Castilla, por ejemplo. La mejor solución sería, no obstante, substituir las grandes presas por series de presas pequeñas que, a lo largo del curso del río, permitan la generación de electricidad local y se ahorre la pérdida de energía asociada con el transporte de ésta a larga distancia.
En mi opinión es la producción de energía hidroeléctrica lo que quieren limitar.
La crisis de superproducción capitalista del 2019 es mucho más fuerte que la del 2008.
La burguesía monopolista encuentra graves problemas para contrarrestar la baja tendencial de la tasa de ganancia porque:
1- carece del potencial económico, demográfico, industrial y tecnológico para poder darle salida a la crisis mediante una guerra de expansión imperialista.
2- el nivel de vida promedio del obrero ha ido bajando, así como han ido subiendo las jornadas de trabajo, en las diferentes crisis de superproducción capitalistas: 1973,1993, 2008 y 2019, quedando muy poco margen por ajustar. La solución de «trabajar más horas y cobrar menos dinero» se topa con no haber más horas que trabajar ni poder comer con menos dinero.
Es por ello que se ha recurrido a la austeridad impuesta ( confinamiento ) y a la destrucción de la producción del pequeño capitalista. El mantenimiento de la reproducción del gran capital exige dicha destrucción, para eliminar competencia, máxime en una situación en la cual, por la propia crisis capitalista, cada vez escasea más la demanda solvente.
Es un proceso dialéctico, similar al que se produjo en la república romana: a la par que se arruinaba la plebe propietaria de tierra en la milicia, los patricios amasaban más «ager publicum» hasta formar dos clases dispares. Esto se volvió a repetir en el medievo: la constitución de monarquías absolutas y el ocaso de los señoríos feudales formaron también un par dialéctico.
En mi opinión, lo que se están repartiendo, no es tanto la producción, sino la demanda solvente.
La propia crisis económica, lleva a la destrucción al menos fuerte, pero ese proceso se ve acelerado por las políticas del estado burgués, que favorecen descaradamente al gran capital, bajo diversos pretextos: ecológicos, sanitarios, etc.