El micrófono se ha revelado un instrumento de doble filo, pues no es lo mismo que esté en “on” que en “off”. O que su usuario crea que esté “abierto” o “cerrado”. Puede jugarte malas pasadas. Le pasó a Rajoy cuando dijo (le pillaron) –pensando que el micro estaba cerrado y ya no se le oía– que ir al desfile militar era un “coñazo”. Algo que ya sospechábamos, pero cuya sinceridad se ve mediatizada por un artilugio como un simple micrófono. Igual que la diplomacia secreta del Antiguo Régimen donde no había micrófonos ni periodistas. Ni pueblo ni público. No es necesariamente así, por supuesto, pero es sintomático. El “off the reccord” es más real que lo dicho abiertamente. La “realidad” se construye y “lo real” se dice a puertas cerradas. Y sin micrófonos. Imagine el lector/a una rueda de prensa donde un líder habla ante una nube de micrófonos. Podrían estar todos apagados y no habría mayor transcendencia. Bastaría con que sólo uno estuviera abierto para que sucediera algo, pero sólo a condición de que nuestro lidercito la diera por concluida y pensara que también ese uno estuviera en off. Naturalmente, exagero, es posible… Zaplana dijo que “se metió en política” para “forrarse”, pensando que los micrófonos estaban mudos. Algo que a Savater le da igual. Como buen sofista, siempre le encontrará una salida a sus abundosidades. Y que me perdonen los sofistas griegos clásicos.
Finalizaré con una congoja que me atribula. ¿Qué va a pasar con toda la recua de “profesionales” masmediáticos “expertos en antiterrorismo” cuando esto se acabe? ¿Verán rebajados sus emolumentos? ¿Será sensible el Estado a su condición de víctimas de las víctimas de las víctimas? ¿Reclamarán sus “méritos” como abanderados de la lucha contra el terrorismo si se ven ninguneados? ¿Qué ocurrirá cuando la “industria del antiterrorismo” ese filón para tanto mercenario de la pluma y del micro, se termine? A Savater siempre le quedarán sus “libritos”.