Treinta años después del fin del apartheid, algunos blancos de Sudáfrica quieren recuperar el paraíso perdido y han creado Kommandokorps, un grupo paramilitar fascista y racista, aunque en el mundo occidental lo blaquearían como una “ultraderecha” común y corriente.
El Kommandokorps está formado por antiguos soldados que sirvieron bajo el régimen del apartheid. Con el pretexto de “proteger” a la minoría afrikaner, los nostálgicos de la dominación blanca organizan campos de entrenamiento para adoctrinar a los niños desde una edad muy temprana. Esos “campamentos de verano” se parecen más a los campamentos militares, donde monitores uniformados y armados inculcan el racismo a los niños.
El adoctrinamiento comienza al amanecer, con despertares bruscos y ejercicios físicos agotadores. Pero es sobre todo a través de un discurso abiertamente racista como los “adiestradores” moldean los intelectos de los jóvenes. Para ellos la población negra, que es el 80 por cien del país, amenaza su existencia. A los niños se les enseña que cualquier mezcla racial es una degeneración, comparando grotescamente las uniones interraciales con el mestizaje antinatural entre especies animales.
Esta retórica nauseabunda pretende inculcar en las cabezas de los jóvenes blancos un sentimiento de miedo y superioridad racial. Al presentar a la población negra como incapaz de discernir entre el bien y el mal, los instructores del Kommandokorps perpetúan los prejuicios más abyectos de la era del apartheid. Justifican su acción afirmando que quieren “alertar” a la comunidad blanca de un supuesto peligro, alimentando así la desconfianza.
La movilización de la mayoría negra
Sudáfrica se encuentra hoy en una encrucijada. Ante el resurgimiento del racismo blanco, la mayoría negra sudafricana no permanece pasiva. Está decidida a no revivir las horas oscuras del apartheid y se organiza para defender su futuro.
En este contexto, Julius Malema emerge como una figura emblemática de esta nueva generación de dirigentes negros sudafricanos. Al frente de los Luchadores por la Libertad Económica (EFF), Malema encarna un feroz deseo de una transformación radical de la sociedad sudafricana. Su discurso, a menudo descrito como provocativo, resuena en la juventud negra frustrada porque el apartheid ha terminado pero las desigualdades sociales siguen.
Malema y la EFF están haciendo campaña por una redistribución más justa de la tierra y los recursos económicos. Para ellos, se trata de una lucha existencial encaminada a garantizar un futuro digno para la población negra de Sudáfrica e impedir cualquier retorno a la opresión racial.
La existencia misma de grupos como el Kommandokorps y el surgimiento de movimientos radicales dentro de la comunidad negra atestiguan el fracaso de la reconciliación nacional de Mandela, su “arco iris”. Las heridas del pasado no han sanado y las persistentes desigualdades económicas y sociales generan resentimiento.
La reconciliación nacional puso fin al sistema legal de segregación pero no borró décadas de crímenes, represión y dominación racial. La mayoría negra, privada durante mucho tiempo de sus derechos más básicos, todavía sufre las cicatrices de aquel período oscuro, mientras una franja de la minoría blanca teme perder sus privilegios y se llena de paranoias.