En medio de las movilizaciones agrarias que sacuden a Europa, pero especialmente a Francia, el Alto Consejo del Clima ha publicado un informe de 168 páginas en defensa de una “transición ecológica” también en este sector (*).
El Consejo es un organismo consultivo creado en 2018 que depende del Primer Ministro francés. Es uno de esos tinglados típicos de la posmodernidad, compuesto por “expertos” que se llaman “independientes”, aunque los nombran por decreto. En otras palabras, sirve para devolver favores y que los chupatintas se ganen un sobresueldo.
El sermón también es el mismo que hemos oído tantas veces: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Para la presidenta del Consejo, Corinne Le Queré, el sector agrícola está “en primera línea de los desafíos climáticos”, representando el 18 por cien de las emisiones de gases de efecto invernadero de Francia.
El informe está repleto de la nueva terminología que caracteriza a las paranoias seudoecologistas, cada vez más abundante: sostenibilidad, descarbonización… A su vez, la palabrería se rodea del tremendismo característico del momento: calor, inundaciones, sequías, tormentas…
El clima tiene la culpa de todo. Si no llueve es porque las temperaturas aumentan y si llueve también.
Además, el Alto Consejo francés acaba de descubrir que los fenómenos climáticos dificultan la tarea de los agricultores. La novedad es que eso ocurre “cada vez con más frecuencia” porque, en efecto, todo va a peor siempre. Los invernaderos no han servido para nada.
Todo perjudica el medio ambiente, y la agricultura no podía ser una excepción porque también es obra de la humanidad. Pero los culpables no son sólo los agricultores y ganaderos, sino también los consumidores. Los agricultores cosechan mal y los consumidores se alimentan peor. A unos hay que enseñarles a cultivar y a los otros a comer.
La descarbonización en el sector primario es posible, dicen estos “expertos”, siempre que se produzca una reducción del 30 por cien en el consumo de productos de origen animal, es decir, si dejamos de consumir carne y pasamos a poner a los gusanos y cucarachas en el menú de día.
Hay que prepararse para un aumento de dos grados centígrados en las temperaturas “a corto plazo”, dice Le Queré. Lo mejor sería empezar a sembrar plantas resistentes a las sequías y razas animales capaces de soportar el calor asfixiante que nos espera. Por ejemplo, en lugar de vacas rubias gallegas los ganaderos podrían criar camellos para comer sus filetes y beber su leche.
Al Consejo francés sólo le faltaba lamentarse de que los agricultores que se movilizan son de “extrema derecha”, lo mismo que los que niegan la subida de los termómetros o la pertinaz sequía.
(*) https://www.hautconseilclimat.fr/wp-content/uploads/2024/01/2024_HCC_Alimentation_Agriculture_25_01_webc_vdef-2.pdf