En 1973 la televisión
soviética estrenó una extraordinaria serie de intriga, “Los 17
instantes de una primavera”, de la directora Tatiana Lioznova. Son doce
trepidantes capítulos de 70 minutos cada uno.
Aunque está basada
en una novela de Julian Semionov, los hechos que relata forman parte de
una historia muy poco conocida: la Operación Sunrise (Estados Unidos) o
Crossword (Gren Bretaña) sobre las negociaciones de los nazis con los
aliados en Suiza al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Cuando
el III Reich se vió derrotado, el general de las SS Karl Wolff buscó un
acercamiento con Estados Unidos a través de Allen W. Dulles, que
entonces dirigía el espionaje desde Suiza y luego dirigió al CIA.
Se
trataba de romper la coalición con la URSS y, en definitiva, la unidad
de los imperialistas para lanzar un ataque conjunto en el frente
oriental, lo que no era más que una traición por parte de Estados
Unidos.
La Segunda Guerra Mundial acababa, pues, como había
empezado. El verdadero enemigo de unos y otros era la URSS y se trataba
de saber si serían capaces de ponerse de acuerdo para derrotar al poder
soviético.
La película relata que desde los años treinta el
espionaje soviético tenía infiltrado a un personaje de ficción, el
coronel Maxim Isaiev, en la SD, la inteligencia alemana. En marzo de
1945 el coronel recibe la orden de descubrir dentro de los dirigentes
del III Reich a los partidarios de la negociación con Dulles y
naturalmente abortar la traición.
La realidad es aún más
apasionante, ya que el general Wolff, brazo derecho de Himmler,
participó en la entrevista de Hendaya en octubre de 1940, entre Hitler y
Franco.
Este criminal de guerra se libró de los juicios de
Nuremberg gracias a los “buenos oficios” de Dulles y, aunque le
condenaron a cuatro años de cárcel, salió a las pocas semanas.
Pero
en 1962 le volvieron a juzgar, condenándole por la deportación de
300.000 polacos al campo de exterminio de Treblinka. Le condenaron a 15
años de cárcel, que no acabó de cumplir.