No hay más que leer las montañas de artículos que han escrito los “expertos” sobre las elecciones en Andalucía para darse cuenta del cúmulo de niebla que muchos acumulan en sus cabezas. Se trata de saber si los trabajadores han votado o no a Vox, para lo cual hay que analizar cada pueblo y cada barrio y comprobar los resultados electorales.
Luego hay que despotricar de la chusma ignorante que tiene “la culpa” del auge de “la ultraderecha” porque votan a quien no deben, porque no tienen “conciencia”… A diferencia de los que votan a “la izquierda”, que lo hacen -según parece- por una elevada conciencia política… A veces no es extraño despreciar a toda una clase social explotada diciendo que “eres más tonto que un obrero de derechas” y otras estupideces parecidas.
El pensamiento burgués, que es esencialmente cutre en estos tiempos que corren, supone que los votos son representativos de la sociedad, es decir, que la reflejan. Cuando los votos se inclinan hacia “la ultraderecha” es porque la sociedad se inclina hacia ese costado. En la medida en que, a su vez, la sociedad es mayoritariamente obrera, quienes deberían ganar todas las elecciones son esos izquierdistas del tipo PSOE o del tipo Podemos.
Si no es así es porque algo falla o, mejor dicho, es porque todo falla, es decir, porque ese tipo de planteamientos con los que la burguesía se enreda la cabeza son absoluta y rotundamente falsos, como se ha demostrado cientos de veces desde que se celebran elecciones.
En fin, el cretinismo político burgués es incapaz de ir más allá de los sondeos y los recuentos, sin que jamás se detenga ni por un momento en reflexionar acerca de quienes no votan, por más que los porcentajes, como en Andalucía, se acerquen casi a la mitad del censo. De la abstención no habla nadie nunca, por elevada que sea… No vaya a ser que el tarro de las esencias salga al descubierto, como el genio de la lámpara de Aladino.
En todo este tipo de concepciones subyace también un cierto mecanicismo entre la condición social (real) y su reflejo (ideal) en la conciencia, de tal manera que el obrero (el ser social) “debe ser” o inclinarse hacia su propia clase, hacer causa común con ella. ¿No es la conciencia un reflejo de la condición de clase?, o mejor dicho ¿no debería ser así?, ¿se equivocan acaso los materialistas?
Si la sociedad burguesa funcionara de una forma mecánica, la dominación no sería posible. La minoría no podría someter a la mayoría. Para ello es necesario que una parte de la mayoría, es decir, de los trabajadores, renieguen de su clase y, en definitiva, de sí mismos, de su condición social.
En todas las sociedades que ha conocido la historia, una parte de los oprimidos juega a favor de los opresores. Una parte de los esclavos está a favor de la esclavitud. En África una minoría negra, autóctona, es la correa de transmisión del imperialismo. En las cárceles, los “cabos de vara” son presos que sostienen el régimen de los carceleros.
No es posible quebrar un sistema de dominación sin acabar con los cómplices que nos rodean y que se hacen pasar por “uno de nosotros”. El Estado burgués necesita imperiosamente traidores, renegados, vendidos… Por ejemplo, los sindicatos “amarillos” son casi tan viejos como los “rojos”. Si ese tipo de organizaciones no aparecen en el escaparate, la propia burguesía tiene la necesidad de crearlos y promocionarlos porque son imprescindibles.
No es posible emprender ninguna batalla seria contra el capitalismo sin denunciar a las garrapatas y parásitos adheridos a las luchas populares, por más que juren y perjuren que también quieren cambiar una sociedad que es injusta y que son casi como nosotros mismos: progresistas, antifascistas e incluso revolucionarios.
Es algo que el movimiento obrero conoce desde su mismo origen. No es tan complicado y tiene, además, nombres y apellidos de partidos políticos, sindicatos y personajillos de la farándula que viven del cuento, de las subvenciones y las tertulias de los medios de comunicación. Si la clase obrera no les vota, y mucho más si deja de votar, como en Andalucía, no sólo no es síntoma de un “auge de la ultraderecha” sino todo lo contrario: de que vamos avanzando.
pues precisamente por ser materialista deberías darte cuenta de que el capitalismo funciona de forma mecánica: de las relaciones físicas de producción vienen las condiciones intelectuales de los que las componen, eso es, la alienación por el trabajo con el que ganarse la vida y la falta de conciencia de clase. Ser proletario es un horror, nadie puede estar orgulloso de ser un esclavo asalariado (lo contrario sería degeneración) y, precisamente por eso, el mismo obrero quiere cambiar su condición de clase y reniega de sí mismo, reniega de la miseria. El proletariado cuando vota a partidos burgueses lo hace como la pieza de una enorme máquina que necesita hacerlo para seguir funcionando, para que siga agudizándose el liberalismo, para que solo puedan trabajar los obreros intelectuales, para que siga envejeciendo la población, en definitiva, para suicidarse.
El autor propone justamente q nos fijemos en la abstención, no tanto en lis votos. Cierto, pero posteriormente ni da ninguna razón de la misma. Ese es el fallo. Y yo creo simplemente, de q es abstención de la izquierda se debió, primero, a una imposición de convergencia, desde arriba, cupular, no desde la aglutinación de la militancia. Y, segundo,de programas y propuestas desvaídas, sin mordiente q pudiera ilusionar y arrancar del sofá. Y es verdad: dónde estaba la nacionalización de la energía, de la banca, la refirma agraria real, una Renta básica para todos o, al menos,q se cumpliera el art 23,2 del Estatuto de autonomía y tantas propuestas de izquierda? Estaban ausentes de la práctica diaria, y de lis programas de campaña. La derecha si salió a votar y lo hicieron a los suyos
Todos los partidos eran legales y todos los votantes han hecho lo que creyeron oportuno (si no quieren lo que hay tienen que votar a otros)
Cuando en la empresa no salí fue porque otros tuvieron más votos; lo que me queda es esperar que los que salieron me representen bien.
Falta de ortografía Fascistas