Las potencias hegemónicas imponen sanciones y los demás tratan de escapar de ellas

El comercio internacional no es un espacio abierto, como dicen en las facultades de economía, sino que está sometido a un férreo control político y militar por parte de las grandes potencias imperialistas y, muy especialmente, de Estados Unidos. Dicho control les permite imponer bloqueos y medidas de guerra económica que son opuestas al derecho internacional y a las normas de la Organización Mundial de Comercio.

Los países afectados, especialmente China y Rusia, reaccionan frente al bloqueo para salir del aislamiento que les quieren imponer que, además de afectar al comercio, alcanza también a los movimientos de fondos y las formas de pago, también estrechamente controladas por Estados Unidos y las instituciones financieras subordinadas al imperialismo, como Swift.

Estados Unidos está sancionando a los bancos chinos con el pretexto de que ayudan a Rusia en la Guerra de Ucrania. La lista de bancos, que empezó por los más grandes, se ha ido ampliando con el tiempo. Cada vez vez hay más bancos atrapados por las sanciones y ambas partes buscan soluciones de pago a medida que, en efecto, los vínculos económicos son cada vez más importantes.

El año pasado el comercio entre Rusia y China alcanzó una cifra récord de 240.000 millones de dólares y, para impedir el crecimiento, Estados Unidos ha impuesto sanciones al banco VTB (Vnechtorgbank), el segundo más grande de Rusia, que tiene una única sucursal en Shanghai.

Para eludir las sanciones, ambos países dependen de bancos regionales más pequeños que, por ahora, pasan desapercibidos para las sanciones estadounidenses. El gobierno de Pekín ha autorizado a los pequeños bancos del noreste de China a facilitar los pagos con Rusia. Desde la visita de Putin a Pekín se han establecido bancos con licencias especiales en las regiones fronterizas, lo que permite a las empresas rusas abrir cuentas de no residentes en bancos chinos.

Por lo tanto, China y Rusia se ven obligadas a tomar medidas cada vez más complejas para garantizar la continuidad de los pagos bilaterales, al tiempo que exponen potencialmente a algunas empresas financieras chinas a sanciones de Estados Unidos cuando intentan eludir el bloqueo.

El uso de bancos ubicados en regiones fronterizas permite a los intermediarios que trabajan por cuenta de empresas rusas moverse de una región a otra sin grandes dificultades. Este sistema utiliza bancos pequeños con poca o ninguna actividad con las grandes potencias y reduce las consecuencias para China.

Sin embargo, este sistema está limitado. A medida que Estados Unidos identifica a los bancos más pequeños que incumplen las sanciones, el nudo corredizo se estrecha en torno al cuello del sistema financiero chino.

A los bancos chinos se les plantea un dilema: quieren seguir participando en el comercio con Rusia, que es muy lucrativo y cada vez más cuantioso, pero al mismo tiempo eso les cierra el acceso al mercado mundial… si el radar imperialista les identifica.

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