En esta última semana, el Ministerio de Sanidad y las Comunidades Autónomas han abierto la veda: el llamado «certificado COVID» ya tiene fecha de caducidad (12 meses), e incluso la Comisión Europea ha pedido reducirlo a 9 meses. Para tenerlo «en vigor» hay que tener puestas todas las dosis que se le antojen a las empresas fabricantes.
De hecho, el Gobierno ya ha anunciado que la llamada «Ponencia de vacunas», un desconocido «grupo de trabajo» responsable de las campañas de inoculación, ha advertido de la necesidad de «dosis de refuerzo» indefinidas, por lo que realmente nunca ningún habitante estará «completamente vacunado».
Si bien venimos advirtiendo que éste sería el mantra que habría que enfrentar, es la primera vez que un organismo oficial español lo comunica y los grandes medios lo repiten al unísono.
Israel ya ha cambiado su definición de «completamente vacunado» para incluir el «refuerzo». El ministerio de salud de Nueva Zelanda está «considerando» hacer lo mismo, al igual que Australia o la Unión Europea.
De hecho, el Fernando Simón norteamericano, Anthony Fauci, ya ha advertido cínicamente que se está promoviendo un «cambio de definición» de lo que es estar completamente vacunado y que es el motivo por el cuál prácticamente todos los medios de comunicación españoles están sacando reportajes sobre si es «seguro» estar con personas «no inmunizadas».
Fauci llegó a decir en una entrevista en la CNN, citada por The Independent que «va a ser una cuestión de tiempo admitir que recibir una vacuna de refuerzo se considerará estar «completamente vacunado», dijo Fauci.
La idea es que en 2022, la mayor parte del mundo occidental necesitará tres inyecciones para calificarse como «completamente vacunado», pero esto no se detendrá en tres. Pfizer ya ha afirmado que es posible que tengan que «adelantar el cronograma» para obtener una cuarta dosis de vacuna, algo atribuido obviamente a las «variantes».
Su objetivo es que esto no se pare nunca, porque es una rueda de producción muy exitosa pero que empieza a oler a chamusquina.
Varias Comunidades Autónomas han tenido que dar marcha atrás en las campañas de vacunación en los colegios, porque miles de padres han comenzado a desconfiar, y lo que más se resalta en comentarios de redes sociales y conversaciones informales es que no es normal que, a pesar de las vacunas, siga habiendo «contagiados». El vaso comienza a desbordarse.
La sustancia que el estado burgués está inoculando a la población, no inmuniza. En consecuencia, no es una vacuna. Está provocando daños; en definitiva, es un veneno.
Una política tan enérgica y generalizada, obedece a la necesidad de resolver problemas económicos de la clase burguesa en su conjunto, no de una parte tan pequeña de ella como la de quienes hacen apropiación privada de los beneficios de la producción de, hablando con rigor, veneno.
Por hacer el paralelismo, ya Lenin predecía la guerra imperialista como salida a la baja tendencial de la tasa de ganancia una vez agotada la vía de aumentar la plusvalía a costa de las horas de descanso. El hecho de que familias como Krupp o Renault se beneficiasen de la guerra imperialista, no significa que la guerra se organizase para satisfacer sus intereses particulares, sino para satisfacer los intereses de toda su clase, independientemente de que ellos se beneficiasen mucho a nivel privado.
Por supuesto, todo esto se terminará desvelando y siendo de dominio público, pero hay que reconocer que toda la táctica represiva del estado burgués actual se basa en la doctrina prusiana de dominar por superioridad numérica.
Una fuerza policial es muy reducida para poder practicar dicho principio táctico salvo de manera excepcional; cuando hay un individuo aislado que se resiste, entonces sí, pueden acudir veinte contra el y dicho principio se verifica. El problema es conseguir aplicar este principio a toda una población, y hay que reconocer que mediante el engaño han conseguido que en torno a un 70% de la población se deje envenenar, unos engañados, otros arregañadientes. Tambien han conseguido otro logro muy importante, que es conseguir que quienes han inoculado el veneno lo hagan sin ser conscientes de lo que hacían, incluso pensando que estaban poniendo una vacuna, o al menos mirando para otro lado por mayor adhesión a la nómina que ha los principios humanitarios.
Convencer al resto de la población, va a ser cada vez más difícil, pues cada vez el estado burgués está más desacreditado y genera más desconfianza, la sociedad va aprendiendo a base de hostias y está oponiendo más resistencia y más organizada gradualmente.