La película, realizada por el director belga Thierry Michel y titulada “The Man Who Mends Women”, relata los esfuerzos del ginecólogo por ayudar a las mujeres que han sido víctimas de violaciones cometidas por los casos azules de la ONU, miembros de las fuerzas armadas y las milicias.
La guerra en la República Democrática del Congo terminó formalmente en 2003, pero el conflicto armado continúa, sobre todo al este del país. Un estudio de 2011 del American Journal of Public Health estima que 400.000 mujeres de entre 15 y 49 años fueron violadas en un periodo de 12 meses entre 2006 y 2007. Un millar al día. 45 cada hora.
El gobierno congoleño sostiene que la película perjudica la reputación del ejército y del país, que ya ha sido bautizado como “la capital mundial de las violaciones”.
En Bukavu, en la región de Kivu del Sur, Mukwege fundó hace 16 años el hospital Panzi, en el que han sido tratadas 42.000 mujeres y niñas que han sido violadas, muchas de ellas, por varios hombres a la vez.
“Esta es un arma de guerra aún peor que las convencionales. La mujer no solo es violada, sino que a menudo lo hacen varios hombres al mismo tiempo, delante de su comunidad y de su familia, de su marido y sus hijos. La deshumanizan. Y destruyen sus genitales. Disparándoles. Con productos químicos. Quemándolas. Usando plástico hirviendo”, cuenta el ginecólogo.
En 2012 pronunció un discurso ante la ONU en el que dijo: “Me encantaría decir que tengo el honor de representar a mi país, pero no puedo. De hecho, ¿cómo puede uno estar orgulloso de pertenecer a una nación sin defensa, abandonada a sí misma, completamente saqueada e impotente frente a 500.000 de sus niñas violadas durante 16 años; seis millones de sus hijos e hijas asesinados durante 16 años sin una solución duradera a la vista?”
Meses después, sobrevivió a un intento de asesinato. Su familia fue retenida a punta de pistola hasta que él llegó a casa. Le esperaban cuatro hombres. Aún no sabe cómo, pero logró esquivar los disparos que, sin embargo, alcanzaron a un trabajador. Decidió escapar a Bélgica. Tras unos meses, optó por volver. “Quiero que las mujeres dejen de ser un campo de batalla. Y quiero que la siguiente generación esté libre de esta lacra. Si no lucho hoy, todo esto será imposible”.