La verdadera amenaza no es Elon Musk sino Peter Thiel

Cuando Trump se siente en el despacho oval, la verdadera amenaza no será Elon Musk, sino Peter Thiel, que no es el típico magnate de las nuevas tecnologías, sino un sionista rabioso. Durante años, su imperio, en particular Palantir, ha estado a la vanguardia de la fusión de la destreza tecnológica de Silicon Valley con los servicios seceretos, alimentando las redes de inteligencia estadounidenses e israelíes con nuevas técnicas de vigilancia de masas.

Como hemos relatado en varias entradas, la última de ellas ayer, Palantir fue diseñado desde sus inicios como una herramienta de vigilancia estrechamente alineada con el sionismo. En Israel, la tecnología de Thiel se utilizó para vigilar a las poblaciones palestinas, imponiendo una ocupación brutal.

La influencia de Thiel no termina ahí. Está profundamente arraigado en el complejo militar-industrial estadounidense y se volvió cercano a la CIA a través de su inversión inicial en In-Q-Tel, el brazo de capital de riesgo de la CIA. Desde el principio, Palantir estuvo integrado en el tejido de la infraestructura de inteligencia de Estados Unidos, vendido como una herramienta de defensa, mientras desarrollaba discretamente un aparato de vigilancia en todo el mundo, desde los territorios ocupados hasta los centros urbanos de las ciudades.

La visión sionista de control y vigilancia ha encontrado su herramienta definitiva en el imperio de Thiel: un caballo de Troya que ha inyectado discretamente mucho dinero en iniciativas que alimentan la guerra cultural en Estados Unidos.

Es una antigua estrategia imperialista: mantener a las masas entretenidas con batallas ideológicas mientras el orden del día real fortalece los intereses de Israel y consolida un sistema de vigilancia digital.

Algunos aún no han entendido bien lo que es un magnate: en 2011 a Thiel le concedieron la ciudadanía neozelandesa, a pesar de que sólo ha visitado el país un puñado de veces, acumulando sólo 12 días en las islas el momento de presentar su solicitud.

Normalmente, alguien que vive de manera permanente en Nueva Zelanda tiene que residir más del 70 por ciento de su tiempo en las islas durante cinco años antes de poder solicitar la ciudadanía.

Entre otras muchas cosas, Thiel es un perturbado mental que se inyecta sangre de personas jóvenes para no envejecer. También pertenece a un grupo de tarados “supervivencialistas” que se prepararan para un colapso mundial inminente.

Estos descerebrados creen que Nueva Zelanda es un refugio privilegiado en caso de un cataclismo y han comprado propiedades para refugiarse cuando llegue el dia del juicio final.

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