La mayor parte de las personas son conscientes de que lo que llaman “dinero” no vale nada, en realidad. Sólo son papeles. Muy codiciados, pero papeles.
Lo mismo cabe decir de las deudas. Los acreedores saben que no valen nada porque se han inflado de tal manera que no las van a poder cobrar nunca.
A pesar de ello, los papeles y las burbujas suman para el Producto Interior Bruto y su cifra aumenta a medida que aumenta el volumen de humo.
A veces la economía ni siquiera se infla con papeles, sino con intangibles como las criptomonedas. Entonces, una empresa como FTX, que valía más de 30.000 millones de dólares a principios de año, ahora no vale nada.
Hace un año el mercado mundial de criptomonedas sumaba de tres billones de dólares. Hoy sólo suma la tercera parte.
Estas cosas no sólo ocurren con las mercancías ficticias, el dinero ficticio y las empresas ficticias, sino con todo tipo de capitales. En 2001 quebró Enron, una empresa energética de Texas, por una revisión de su contabilidad. Cuando realizan una auditoría y miran los libros de cuentas con otros ojos, la cotización de muchas empresas se esfuma en el aire.
Fue la bancarrota más grande de la historia de Estados Unidos y se llevó por delante a Arthur Andersen, una de las mayores empresas de auditoría del mundo. Como en el caso de Al Capone, el contable cayó con sus libros de contabilidad. Había escondido las deudas debajo del felpudo. Un contable te dice que tienes mucho dinero; el otro te dice que estás arruinado.
Los economistas, lo mismo que los epidemiólogos, no saben sumar y tampoco saben lo que suman. Les ocurre lo mismo que a todos esos ingenuos que se imaginan que “dos y dos son cuatro”. ¿A que se refieren? Si debes dos y luego debes el doble, estás en quiebra, o sea, eres un cero.
El capitalismo está en bancarrota, sobre todo en los países más desarrollados. Está jugando con fuego, pero se ha acostumbrado tanto a vivir del humo que los incendios le entusiasman. Lo llaman “reactivación económica”.